Comerciantes y hosteleros cumplen a medias la exigencia de bajar el aire acondicionado
Críticas, resignación y dudas en la primera jornada de la entrada en vigor del decreto de medidas de ahorro energético
El bar Gran Plaza es el epicentro de la barriada de La Paz. Decenas –incluso centenares– de personas cruzan la puerta del local desde primera ... hora de la mañana. Pero este miércoles había algo distinto que sus clientes habituales resaltan nada más cruzar el umbral: «Hace más calor de lo habitual», afirma una señora mientras agita un abanico. Efectivamente, el aire acondicionado está unos grados por encima de lo habitual, alcanzando los 25, la temperatura mínima permitida en un negocio de hostelería; una cifra que tanto clientes como comerciantes y hosteleros consideran «demasiado elevada».
Estos son los primeros comentarios sobre el Plan de Contingencia y Ahorro aprobado hace una semana por el Ejecutivo central, y que entre otra serie de cuestiones impone restricciones al uso de la iluminación y el aire acondicionado –y la calefacción en invierno– en todo tipo de locales. Entre ellos están los edificios públicos, comercios, grandes almacenes, transportes, teatros y hoteles, que están obligados a limitar el aire acondicionado a una temperatura mínima de 27 grados y hacer lo propio con la calefacción, que no podrá superar los 19; siempre y cuando no se trate de espacios en los que se realicen «trabajos ligeros», en los que limitación es algo más laxa. Además, deberán apagarse luces de escaparates y edificios públicos desde las 22.00 horas
Este nuevo decreto de ahorro de energía entró en vigor este miércoles, y en las primeras horas la sensación de resignación y de crítica es casi unánime, a pesar de que no todos los negocios lo estaban cumpliendo a rajatabla. Ese no es el caso del Gran Plaza, donde su dueña, Tere, explica que ha tenido que gastarse casi 1.000 euros en una cortina de aire para ahorrar. «Venimos de gastarnos casi 6.000 cuando lo del Covid para poder ajustarlo, y ahora esto. Espero no perder clientes por el calor», afirma la empresaria, que comprende los motivos y se ajustará a lo que diga la ley, pero lamenta que sean «siempre los mismos» los que pagan. En su caso, le preocupa qué ocurrirá con el tema de la automización de la puerta: «los camareros y los clientes entran y salen constantemente. Aquí vamos con un ritmo frenético».
Tal como establece la norma, estas medidas no afectan a centros sanitarios y asistenciales, junto con gimnasios e instalaciones educativas, que también se libran de las restricciones. Los límites de temperatura tampoco se aplicarán en aviones, trenes, autobuses y barcos, aunque sí en las estaciones. Y en los museos dependerá de la temperatura que requiera el mantenimiento de las obras expuestas.
A pesar de esta información, no todo el mundo lo tiene claro. Francisco trabaja en una tienda de ropa de la zona, Azahar Modas, y no sabe si su tienda tiene que estar a 27 grados o a 25. «Hablan de trabajo ligero, pero no sé muy bien qué quiere decir eso. Yo desde luego no estoy sentado en una silla, y la gente entra aquí a probarse ropa», recuerda, aunque de momento lo tiene puesto a 27 grados «por si acaso». «Que ahora cualquiera hace una foto y me denuncian», dice medio en broma, medio en serio.
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Y es que en esto de las tiendas de ropa el ambiente está caldeado, valga el juego de palabras. Mari Carmen, la propietaria de Modas Micaela, ya está convencida de que va a vender menos que antes. «Cuando la gente entra a un probador y se enfrente a este calor, lo último que le va a apetecer es probarse prendas. A la primera se irá», anuncia.
María, una clienta que se encuentra en ese momento en la tienda le da la razón mientras se seca el sudor de la cara. «He bajado a por varias cosas, pero subo de nuevo a la casa con el aire acondicionado. No estoy cómoda probándome ropa así», recalca, al tiempo que Mari Carmen niega con la cabeza. «Yo no sé de quién ha sido esta idea, lo que tenemos son demasiados ministros, demasiados concejales y demasiado de todo. Yo invito a Pedro Sánchez a que venga a probarse un traje a mi probador. A ver si aguanta mucho rato», reta al presidente con ironía.
Seguridad alimentaria
En los supermercados, al menos en las grandes cadenas, la temperatura también parece más elevada; y eso a pesar de que podría llegar a afectar a la temperatura óptima de los alimentos. Así lo afirma Alfredo, el vendedor y cortador de jamón de Jamones Salamanca. «La temperatura idónea para los jamones es de entre 15 y 20 grados. Si yo tengo la tienda a 25 o a 27 pues lógicamente no es bueno para ellos», asegura, mientras recalca que ellos cumplen todas las normativas, incluyendo las de las puertas automáticas.
Fuentes del sector de los supermercados señalaron ayer a SUR que en esta primera jornada no hubo incidencias reseñables, y consideran que los 25 grados es la temperatura idónea para mantener la seguridad alimentaria y laboral, al tiempo que no perjudica a los productos. Como anécdota del día, queda el comentario recurrente sobre El Corte Inglés, un espacio en el que tradicionalmente siempre había una temperatura muy fresca. «Se nota que están cumpliendo, qué diferencia de temperatura con ayer mismo», aseguraba una señora sorprendida.
A falta de saber si con el paso de los días –y las posibles multas– el cumplimiento de las normas se extiende de forma generalizada, en un paseo por la barriada de La Paz solo había un establecimiento que mantenía una temperatura más baja que el resto al tiempo que el aire se escapaba por unas puertas automáticas que se mantenían abiertas todo el tiempo: una oficina del Servicio Andaluz de Empleo. «Ellos son los tienen que dar ejemplo», recordaba una vecina al pasar junto al local.
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