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El duelo por la pérdida de un familiar, en cualquier momento de la vida, siempre sume en tinieblas a sus allegados y amigos, pero cuando ... quien se va es un niño aún en gestación o pocos días después de nacer, las madres y las familias deben lidiar con un complejo puzle de emociones, un abanico que va desde la ira a la incomprensión pasando por la posterior aceptación. Las matronas del Hospital Materno Infantil de Málaga y de otros hospitales de la provincia se han convertido, desde hace unos años, en profesionales que han innovado en técnicas de mitigación del duelo perinatal (abortos o muertes de bebés de hasta 28 días de vida). «Se ha producido una evolución positiva en el tratamiento de estas situaciones, antes se ocultaban o negaban, lo que impedía a madres y padres poder gestionar el duelo, creándose fantasías distorsionadas que impedían la asunción correcta de la situación, pues es inevitable que, donde hay vida, también haya muerte», explica Cristina Cobo Simó, vocal Matrona en el Colegio de Enfermería de Málaga y trabajadora del Área de Urgencias y Paritorio del centro hospitalario.
En el Día Internacional de las Matronas, el colectivo reivindica que no sólo auxilian en el parto, sino que su papel va mucho más allá: «Asesoramiento sexual en jóvenes, planificación familiar y atención al climaterio; por supuesto, atención al embarazo, parto y puerperio. En todo sitio en el que se encuentre una mujer, desde su pubertad al climaterio, nosotras estamos atendiéndola. Estamos ahora realizando una labor que antes era tabú: estamos trabajando mucho en el duelo perinatal, en el dolor de la mujer y la familia», dice.
«La pérdida perinatal es cuando se produce un aborto o una pérdida de un feto ya más grande o hasta los 28 días de vida», explica. Para hacer más llevadero el desgarro de la mujer y de la familia usan técnicas pioneras como la «cuna de los abrazos, una cunita con refrigeración donde se mantiene al bebé fallecido hasta que los familiares se despidan de él, algo más cálido», o la entrega de las llamadas cajas de recuerdo, un contenedor que elaboran las matronas y las asociaciones en las que se «incluye un pequeño certificado de nacimiento, los datos de peso y medidas, la huella del pie, un tríptico informativo, frases de apoyo, velitas, gorritos de lana y mantitas con mariposas, el símbolo del pequeño que se marcha», resume Cobo Simó.
Pero hay muchas técnicas más, agrega: «Hemos desarrollado una serie de herramientas para que el duelo lo puedan vivir de la forma más sana. Por ejemplo, llamamos al bebé por su nombre, proporcionamos gorritos y mantitas que tejemos nosotras mismas o las asociaciones si la familia quiere vestir al niño o tratamos de que, desde el parto, siempre sea la misma matrona la que se ocupa de los allegados y la madre». «Las herramientas las hemos desarrollado para que puedan vivir el duelo de una forma más sana», dice.
Además, se realizan talleres, hay diversas asociaciones implicadas en este proyecto, así como grupos de apoyo: Umamanita, Alhelí, Nubesma, Matrioskas, Elhuecodemivientre y Hay un lugar. Realizan talleres, ponen a disposición de las madres psicólogos y se dan conferencias. «Procuramos que siempre atienda a la familia una misma profesional», recalca, para añadir al instante: «Muchas compañeras hacemos mantitas y gorritos para el bebé». Incluso, se les ofrece la posibilidad de realizar una autopsia al cadáver o un estudio necrótico para determinar la causa de la muerte, siempre que lo pidan los allegados.
«El contraste hoy día es acusado: hay mucha más esperanza de vida en los neonatos, pero precisamente por eso, cuando se da el caso de bebés que no llegan a nacer o mueren pronto, a las familias le resulta más sorpresivo que antes, cuando estas situaciones eran más cotidianas. Así que hay que ayudar y apoyar a los que sufren estas pérdidas. A veces hay anticipación de la situación, y se puede adelantar el duelo. Otras veces es más inesperada la pérdida», reflexiona, y pide, como suele indicar en sus conferencias, que no se exija a los padres que mantengan el rol de «fuertes», ya que ello les impide expresar sus emociones, «algunos no pueden ni llorar y además tienen que normalizar su vida social y laboral antes que la madre». Hay que ofrecerles ayuda a ambos.
Incluso, señala, las relaciones íntimas pueden verse afectadas y recalca que no hay que ocultar la pérdida de un hermano a los niños. «Hay que informarles de modo sencillo, sin aspavientos pero con claridad, de que la muerte no es algo provisional. Y, sin forzarles, ofrecerles que participen en el duelo. Hasta los cinco años, tienen muchas preguntas y fantasean, incluso, con el bebé fallecido; los más mayores pueden tender a la negación, el miedo o la vulnerabilidad», aclara. Durante la adolescencia, imitan la actitud que tomen los padres, incide.
En su opinión, los abuelos «deben apoyar y guiar a los padres». «Los profesionales procuran estar cerca de las familias con el fin de orientar, informar, pues ha habido muchas novedades legislativas. Antes estas criaturas no existían hasta pasadas 24 horas. Ahora, se les puede dar un nombre, inscribirlos en el Registro Civil, bautizarlos y hasta celebrarles funerales», reflexiona, para concluir: «Ponemos una mariposa en las historias clínicas y en las puertas de las habitaciones para identificar» al bebé que ha alzado el vuelo.
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