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«Estamos para ayudar, queremos que las personas se sientan seguras y cómodas en la playa»
Los auxiliares de control de playas contratados por la Junta informan y asesoran a los usuarios además de colaborar en todo tipo de situaciones
Aunque el sol está escondido entre las nubes y hay bandera roja, miles de personas disfrutan del segundo domingo de julio en la playa malagueña ... de la Misericordia. Tras refrescarse, una familia comienza a tomar el aperitivo bajo sus tres sombrillas. Algo falla en la escena: la nueva normativa solo permite dos sombrillas por grupo, por lo que dos auxiliares de control de playas se acercan a pedirles que retiren una de ellas. Es una de las tareas de estos nuevos 'vigilantes' contratados por la Junta de Andalucía para informar sobre las medidas de seguridad contra el Covid-19 en las playas. «La primera semana fue dura, porque no hubo muy buena aceptación por parte de los usuarios. Ahora ya estamos más asentados y la gente está siendo más respetuosa con las normas», explican Daniel Jesús Ruiz (38 años) y María José Lucas (49 años), dos de los encargados de la playa de la Misericordia, que tras casi un mes de trabajo se muestran contentos y con ganas de continuar con su labor. «Nuestra labor es informar, pero ayudamos en todo lo que podemos».
Los más de 900 contratados para vigilar las playas de la provincia de Málaga se distribuyen en dos turnos: de 10.00 horas a 16.00 horas y de 15.00 horas a 21.00 horas. Durante su jornada, cuentan con diez minutos de descanso cada hora para refrescarse y beber agua. Asimismo, descansan dos días durante la semana, pero nunca los sábados y los domingos. «El fin de semana es cuando más gente viene, y tenemos que estar todos», indica Rafael Navarro, de 56 años, otro de los auxiliares de la Misericordia, que cuenta con nueve vigilantes por la mañana y seis por la tarde. «Nos vamos organizando el trabajo, repartiéndonos los diferentes tramos. Es raro el día que no andemos menos de 10 kilómetros», asegura.
Aunque hay situaciones de todo tipo, Navarro prefiere recordar las buenas. «El otro día se perdió un niño en la playa, y conseguimos encontrar a sus padres. Yo seguí mi camino, y al rato vino un niño a abrazarme y a darme las gracias por haber encontrado a su hermanito. Esa satisfacción compensa las situaciones complicadas que podamos tener», cuenta.
En la mayoría de los casos, los toques de atención suelen ser por la distancia de seguridad obligatoria o el uso de palas, balones u colchonetas en la orilla, ya que estas actividades solo pueden desarrollarse en la zona interior de la playa o en un lugar apartado. Las duchas también forman parte de las advertencias diarias, al estipularse que su uso debe ser de manera individual y con calzado. «La gente suele ser respetuosa y agradece nuestro trabajo. Lo que queremos es que las personas se sientan seguras y cómodas en la playa», explica Navarro.
Entre las tareas de estos vigilantes también se encuentra la de controlar el aforo de la playa en cuestión, una labor que realizan con la ayuda de una aplicación móvil, en la que tienen contacto directo con el 112. «Si vemos que la playa ya no tiene más capacidad y no se puede cumplir la distancia de seguridad, mandamos una foto a Emergencias y ellos se encargan de avisar a la Policía Local, que viene a cerrarla. Cuando pasa esto, nosotros nos colocamos en la entrada a informar a la gente de que no puede entrar», apunta David Domínguez, un conductor de autobús de 35 años reconvertido en el guardián de la playa de los Baños del Carmen, una de las más reducidas en cuanto a aforo que le da un ambiente 'familiar'. «Mucha gente viene aquí todos los días y ya nos conocen. Nuestra función es informarlos con todo el agrado del mundo, porque vienen a disfrutar. En general suelen ser respetuosos».
Los vigilantes coinciden en que la aceptación y el cumplimiento de las normas por parte de los usuarios va creciendo por días, aunque aseguran que el hecho de que se hiciera público su sueldo no ayudó. «Hay personas que tienen muy poca consideración. Nos han grabado y nos han hecho fotos que han subido a redes sociales, quejándose de nuestro sueldo y diciendo que no hacíamos nada», explica Antonio Escalante (62 años) uno de los auxiliares destinados en la playa de El Candado, que se muestra «contento» por poder trabajar, al igual que su compañera, Ana María De Miguel (56 años) que en años anteriores había tenido que desplazarse a otras provincias para encontrar un puesto. «Es un sueldo establecido por el convenio, son 1.900 euros netos mensuales pero ahí también se incluye el prorrateo de paga extra, plus por festivos y domingos y el finiquito», explica.
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