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Isabel Jiménez (UMA). Laura Fernández (IAM) y Susana Guerrero, autora de la guía, en la presentación migue fernández
Cómo utilizar el lenguaje inclusivo sin caer en el ridículo: despídete del «Todos y todas»

Cómo utilizar el lenguaje inclusivo sin caer en el ridículo: despídete del «Todos y todas»

El Instituto Andaluz de la Mujer impulsa una guía pionera en el uso correcto del lenguaje empleando fórmulas alternativas al desdoblamiento, que lastra los discursos y genera importantes críticas

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Viernes, 17 de enero 2020, 14:43

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Queridos y queridas, alumnos y alumnos, médicos y médicas, niños y niñas... Que tire la primera piedra quien no se haya aburrido leyendo un texto o escuchando un discurso con lenguaje inclusivo pero, eso sí, repleto de fórmulas desdobladas (utilizando ambos géneros) que al final consiguen que se pierda el hilo. La imprescindible y necesaria estrategia de la igualdad encontró hace años en la forma de comunicarnos una herramienta básica para visibilizar a hombres y mujeres. Pero también es cierto que el lenguaje se ha convertido en demasiadas ocasiones en un corsé cuando se trata de dar cabida a todos (y a todas).

Avanzar en estas fórmulas implica emplear ese mismo lenguaje «como un aliado» y no como algo que al final termina lastrando. Así lo defiende Susana Guerrero, profesora de Lengua en la Facultad de Ciencias de la Información y pionera en estos usos recomendados cuando se trata de promover la inclusión. Su experiencia está detrás de guías que han sido referencia en diferentes administraciones (entre ellas la propia Universidad de Málaga), y ahora se pone al frente de un proyecto impulsado por el Instituto Andaluz de la Mujer a través de la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía que trata de arrojar luz entre uno de los colectivos donde es más necesario este empleo correcto del lenguaje: el alumnado y el profesorado de Secundaria, Ciclos Formativos y Bachillerato.

El resultado de este trabajo intenso que convierte al diccionario en aliado y no en una excusa que en ocasiones pueden llevar al ridículo o al cansancio es '¿Piensas como hablas?', una guía pionera que se distribuirá en todos los centros educativos andaluces para fomentar la corrección, pero sobre todo la inclusión efectiva.

El documento no sólo incluye un repaso histórico y práctico por algunos ejemplos de uso incorrecto (y aceptado), sino que ofrece sugerencias admitidas por la Real Academia de la Lengua para que esa manera de pensar tenga su correspondencia en la forma de hablar. Aquí, algunos ejemplos:

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    Los estereotipos

La guía de Guerrero los define como «creencias sobre cómo han de ser y de comportarse mujeres y hombres». De ahí surgen ideas como el llamado 'sexo fuerte' para los hombres y 'sexo débil' para las mujeres y expresiones como 'cojonudo' para expresar cuando algo es «estupendo, magnífico o excelente» y 'coñazo' cuando se trata de definir, por ejemplo «a una persona o una cosa latosa e insoportable». Y esta manera de pensar y hablar está detrás de cientos de expresiones coloquiales que también tienen su reflejo en la lengua: «Mujer tenía que ser», «A las mujeres no hay quien las entienda» o «Todas las rubias son tontas» se contraponen a dichos como «Los hombres no lloran», «El fútbol es cosa de hombres» o «los hombres conducen mejor que las mujeres». Es precisamente en el ámbito deportivo donde puede comprobarse que estas reglas aún funcionan: de hecho, la guía pone como ejemplos titulares de prensa deportiva tipo «Suecia carga duramente contra Cristiano (Ronaldo), al que califican de llorica, nenaza y sucio» o «Jordi Alba: El equipo le ha echado huevos».

  1. 2.

    La inversión

Consiste en sustituir los términos femeninos por los masculinos y ver cómo varía el significado. Por ejemplo, la palabra 'zorro' se refiere a una persona astuta, pero 'zorra' tiene que ver con la palabra «prostituta». «¿Por qué llamamos señorita a la maestra y no señorito al maestro?», se pregunta Guerrero en uno de esos ejemplos prácticos, que extiende a fórmulas lingüísticas como la de 'primera dama': «En español no tenemos la expresión correspondiente que designe al esposo de la presidenta porque tradicionalmente los presidentes han sido hombres y todavía hay pocas presidentas». Es decir, que también las circunstancias históricas influyen en la manera de pensar (y de hablar).

  1. 3.

    Refranes y chistes

La guía dedica dos capítulos a estas dos fórmulas fuertemente arraigadas en el lenguaje que dejan constancia de esa falta de igualdad entre ellos y ellas. «La mujer en casa y con la pata quebrada», «A la mujer y a la mula, mano dura» o «La mujer y el vino engañan al más fino» son algunos de los refranes populares que llegan a situar a la mujer exclusivamente en el ámbito doméstico y que incluso incitan a ejercer la violencia contra ellas. Con los chistes ocurre lo mismo: «¿Cuál es el femenino de la siesta? Fregar los platos» o ¿Qué es un folio partido por la mitad para una mujer? Un rompecabezas» son algunos ejemplos.

  1. 4.

    Los diccionarios

La guía fundamental para entender los cambios y la evolución en el lenguaje, y herramienta básica para fomentar la inclusión, incluía hasta no hace tanto en la acepción de 'débil' la referencia femenina y en la de 'varonil', la masculina. Y no fue hasta 2017 cuando la expresión 'sexo débil' se refería exclusivamente al «conjunto de mujeres». Hoy, en cambio, aparece con una marca de uso que «explica que se utiliza con una intención despectiva o discriminatoria».

  1. 5.

    Nuevos hábitos

Los cambios sociales implican nuevas formas de hablar, ya sea por la feminización de determinadas profesiones o la masculinización de otras que tradicionalmente estaban ejercidas por mujeres. Una bombera o una torera. Un matrón o un azafato. En este punto, la profesora Guerrero apuesta por emplear el género «porque es correcto desde el punto de vista de la lengua». «¡Por supuesto que se puede decir médicas o juezas! Hagámoslo», invitaba esta mañana poco antes de la presentación de la guía ante un grupo docente de la Universidad de Málaga.

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    ¿Cuáles son las alternativas al 'alumnos y alumnas'?

Existe un punto intermedio (y recomendable) entre el masculino genérico (donde se daba por hecho que estaban incluidas las mujeres) y el desdoblamiento (el 'todos y todas'). Y ese punto intermedio es el que defiende la guía a través de varias fórmulas que son aceptadas y absolutamente correctas. Por ejemplo con los sustantivos abstractos (en lugar de alumnos y alumnas decir alumnado; o en lugar de empresarios y empresarias, el empresariado); con las palabras no marcadas desde el punto de vista del género (por ejemplo, en lugar de preguntar '¿Alguno quiere participar'? replantear la fórmula con un '¿Alguien quiere participar?); prescindiendo de los pronombres personales en masculino o empleando estructuras impersonales: en este caso, frases del tipo «Los usuarios pueden presentar la documentación por registro» quedarían en «Se puede presentar la documentación en el registro». Otras fórmulas muy útiles y que evitarían el desdoblamiento son el cambio de redacción (en lugar de 'Hazte socio', 'Asóciate') y sobre todo el uso de perífrasis, que la profesora Guerrero defiende como una de las herramientas más eficaces: los investigadores (el equipo investigador), los políticos (la clase política), los andaluces (el pueblo andaluz), los médicos (el personal médico)...

  1. 7.

    Ojo con la 'arroba'

Una de las opciones más utilizadas en textos informales para referirse a hombres y a mujeres es la de la arroba (@). Sin embargo, la guía alerta de que «estamos ante un símbolo, no un signo lingüístico, por lo tanto, como no se puede leer, no puede emplearse en ningún texto cuya finalidad sea la lectura». Su uso, añade el documento, se está implantando en textos breves de carácter informal, dirigidos a gente joven, sobre todo en el espacio digital, en el ámbito de las comunicaciones y de la publicidad. Pero ojo que no es correcto más allá de esa informalidad.

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