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Enrique Pérez Flores. SUR

El padre de La Zagaleta

Vidas con huella ·

Sigue a los 95 atento a una marca exclusiva y a sus nuevos planes. La Zagaleta fue su apuesta ya jubilado del Banco Exterior en Suiza, donde convenció a amigos para reunir los 40 millones de dólares necesarios para pujar por la finca de un arruinado Khasogghi. Enrique Pérez es un andaluz de Moguer que puso a los ricos del mundo rumbo a Benahavís.

Domingo, 21 de octubre 2018

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Alí conduce el discreto coche de empresa del que el jefe entra y sale con facilidad. La comodidad incluye poder hablar en árabe con el ... conductor. El fundador de La Zagaleta sigue el esquema de sus vecinos en este artículo publicado en 2018. Su particular puente aéreo le lleva de Benahavís a Zurich y le mantiene ocupado. Don Enrique nunca presumió de chófer, de coches ni de casas. En realidad, de casi nada que tenga que ver con ese manual del lujo que no trae indicaciones para hacer que la elegancia pasada siga dando rentabilidades a los 95 años. Se le ve sobre todo orgulloso de haber puesto a Benahavís en la agenda de deseos de los muy adinerados. «Siempre me ha gustado trabajar y poner en marcha ideas. Si después llega el dinero, tanto mejor», limita su ambición de empresario. Desde 1960 ha escalado en la gerontocracia mejor situada de Zurich. También su casa en Benahavís marca jerarquía en la loma más alta de la urbanización con una mansión con duende andaluz. El coche de 'street view' nunca ha entrado en este laberinto blindado para 230 casas. El padre del mejor resort europeo se mueve con la vieja autoridad de quien es rico también por haber hecho ricos a otros a los que hace crecer en dinero y discreción. Este andaluz de Moguer se confiesa católico «pero no beato» y lector insaciable. «Los fines de semana se hacen largos», justifica una pasión lectora que tiene a Vargas Llosa en altar preferente. «Yo he ido en barca de niño desde allí hasta Gibraltar a vender en porrones el vino del negocio familiar», se remonta a una infancia en la que su madre, viuda, se fue a buscar mejor vida a la Sevilla de posguerra. Hizo Derecho y se sacó las oposiciones a inspector de Aduanas. «Buscaba un buen sueldo seguro, fue sobre todo una necesidad física», zanja sobre un destino laboral que apenas ejerció en La Línea, donde pagaba el alojamiento con su cartilla de racionamiento inglesa. Le gusta recordar con orgullo que ha trabajado «con cinco gobernadores del Banco de España» y que abrió en Zurich en 1986, por indicación de su mentor, Rafael Martínez Cortiña, la oficina del Banco Exterior, el primer banco español en Suiza. Venía con equipaje internacional. Había sido hasta 1956 responsable de Comercio del alto comisionado en Tánger. Tras la independencia de Marruecos, cuatro años más entre Tetuán y Tánger, ya convencido de que lo suyo eran los negocios. La cercanía con la Costa del Sol, –«¿donde íbamos a ir para alguna cana al aire sino a Málaga»–, le unió para siempre a su destino de vacaciones. En Zurich se instaló en 1960, fundó diversas sociedades antes de abrir el Banco Exterior, nueve años que dejaron huella. «Estoy muy contento con tu trabajo», le confirmó Boyer cuando temió el relevo. «Siempre he sido muy leal con el que me ha puesto, aunque fuera de tránsito», habla de una carrera de funcionario que empezó como director general de Política Monetaria con el ministro Ullastres y ya no paró, hasta la excedencia en Suiza. Su casa en Las Lomas de Marbella, donde veraneaba en los 70, se convertiría poco después en la entrada en La Zagaleta. Amigo de Hohenlohe, también facilitó el primer gran desembarco de petrodólares en Marbella. «El hermano del rey Fahd tenía una casa allí y a él le gustó el sitio», comenta el origen del complejo de palacio y mezquita que convirtió Marbella en balneario saudí. La operación permitió al Ayuntamiento una compensación de cien millones de pesetas. «Entonces, un dinero importante», afina el recuerdo. Su olfato para preservar el bosque mediterráneo en La Zagaleta le puso a salvo poco después de esa otra caza mayor que le gustaba a Jesús Gil. «Era un tipo muy inteligente, pero un enredador. Me encargaron en el banco que lo recibiera porque quería que los bancos aceptaran pagarés del Ayuntamiento. Era el tiempo de Planeamientos 2000, Jardines 2000... Por supuesto, me negué», recuerda una insistencia que el exalcalde, un día, también vio fracasar cuando la empleó en querer endosarle como pareja de conveniencia a una concejala para una cena que debía abrirle puertas ante Ortiz Patiño, el histórico promotor del campo de golf Valderrama, y gran amigo.

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