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«Si algún día me muero, cómo me gustaría que me hicieran una fiesta como esta». Esta frase tan castiza, con la que era inevitable ... no reírse, era la que le decía un cantaor a otro justo después de que se descubriera el busto de Antonio Jiménez González, más conocido por su nombre artístico, Antonio de Canillas (1929-2018), en la calle Alcazabilla. El cantaor, de repente, 'entonaba' una saeta, 'La liberación del preso', como reseñaba emocionada y con los ojos vidriosos su hija Carmen. Dicen que la magia no existe, pero lo que se ha vivido este martes a mediodía en torno a la figura del padre de la saeta malagueña ha sido «muy grande». En los jardines de Manuel Atencia García descansará ya para siempre una escultura del cantaor, que falleció a la edad de 88 años y que ha dejado una huella indeleble en el cante jondo.
El busto, que es la viva imagen de Antonio de Canillas, es obra del artista malagueño Juan Vega y ha sido un encargo del Ayuntamiento de Málaga y de la Diputación Provincial, que da respuesta a una petición de la familia, de la que había varios miembros, entre ellos sus hijas Carmen y Encarni y su hijo Antonio Jiménez Palma, que fue el encargado, embargado por la solemnidad del momento, de glosar la figura de su progenitor. «Mi padre aprendió cantando al lado de los mejores, hasta que al final él mismo fue uno de ellos», que indicaba recordando que casi nadie le ganaba la partida cuando de saetas se trataba, y que un año «ganó incluso el concurso de saetas de Sevilla». Para que conste en acta. Repasó los 70 años de su carrera infatigable por los cantes de la tierra, pero recordó, para terminar, lo que cualquier progenitor siempre querría: «Lo mejor es que era sencillo, humilde, generoso y un buen padre. Como diría Antonio Machado, un hombre bueno».
La escultura, fundida en bronce, es tan realista, tan potente, que llama la atención saber que el artista malagueño Juan Vega la ha culminado buscando «el parecido físico y psicológico». Lo cierto es que el de Canillas ha hecho gente a su alrededor este mediodía, y al encuentro, como no podía ser de otra manera, han asistido buena parte de sus amigos, entre ellos el flamencólogo y expresidente de la Diputación, Salvador Pendón, que recordó que «sólo nos morimos cuando no trasciende nuestra memoria», y enalteció la figura del cantaor, que fue protagonista, junto a otros, «del complicado tránsito del flamenco como medio de subsistencia al profesionialismo, un periodo difícil y duro. Fueron la resistencia», indicó, al tiempo que subrayó que gracias su escultura Antonio de Canillas es ya «un elemento indisoluble del paisaje urbano de Málaga. Alguien que pronuncie su nombre reavivará su memoria y no habrá muerto».
El alcalde de Málaga, Paco de la Torre, que acudía acompañado de la concejala de Fiestas, Teresa Porras, así como del vicepresidente de la Diputación Manuel López, ensalzó las virtudes del homenajeado y la capacidad que tiene el flamenco para unir a los pueblos, algo que se ha constatado con el amor que le tienen los japoneses a los cantes andaluces. El también presente alcalde de Canillas de Aceituno, Vicente Campos, se enorgullecía de su paisano, que había puesto con su nombre artístico al pueblo axárquico en el mapa. Ni los mejores gurús del márketing actuales hubiesen estado tan acertados.
Que Antonio de Canillas este mediodía ha hecho gente es algo que se podía constatar con la presencia de sus cantaores y amigos Pepe de Campillos, Enrique Castillo, Gregorio Valderrama, Isabel Guerrero, Joaquín Cabello 'El Quini', Virginia Gámez, Rocío Alba, Antonia Contreras y Pedro Gordillo, entre otros asistentes como los concejales socialistas Dani Pérez y Begoña Medina, el pintor Antonio Montiel o el humorista 'El Morta', el periodista Manolo Reina, miembros de la peña Juan Breva y de las federaciones de peñas, y entre ellos el presidente Manuel Curtido, que entregó una placa de reconocimiento a la familia. Hubo un sinfín de personas que querían retratarse con su busto, por tocas y durante un buen rato, mientras los extranjeros miraban curiosos la escena. Todo ha sido tan español, tan auténtico. Tan berlangiano.
El creador de la saeta malagueña estará para siempre acompañado del poeta Selomon ben Gabirol, del también malagueño e insigne cofrade Manuel Atencia García (sus jardines) y de todo aquel que pasee por la calle Alcazabilla y se asome a ver su genial escultura, que parece que te mira, con ese gesto característico suyo de echarse a cantar, con los brazos en alto. El artista, de traje de chaqueta, básico para cualquier cantaor que se precie, pañuelo bien doblado en el bolsillo de la pechera, y corbata algo desajustada para que no estorbe en el cante, cuenta con una leyenda que reza: 'Antonio de Canillas, padre de la saeta malagueña'.
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