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Rafael Jiménez se ha comprado un patinete eléctrico. Nada más enterarse de que Málaga capital debía cerrar todo el comercio no esencial, acudió a una gran superficie a por su nueva herramienta de trabajo. El propietario del Cocedero Victoria, en el Mercado del Carmen, es uno más de los empresarios afectados por el cierre de la capital, y por eso se las ha ingeniado para reinventarse y seguir trabajando durante los 14 días que durará esta nueva restricción. «Es la única forma que tenemos de seguir adelante y no tener que irnos a casa y con todos los trabajadores en paro», razona.
Desde ayer reparte pescaíto frito, mariscos, «y todo lo que pidan los clientes», a domicilio y a bordo de este nuevo sistema de locomoción. «Es una pena enorme que demos este paso atrás porque justo ahora estábamos empezando a remontar; confiemos en que los clientes respondan y nos permitan trabajar aunque sea de esta forma», añade.
Al superar la tasa de mil casos por cada 100.000 habitantes, Málaga capital ha retrocedido casi un año y parece encontrarse en un bucle infinito a consecuencia del Covid-19. El cierre de todo el comercio no esencial dejó ayer una estampa que recuerda a los primeros días de la desescalada tras el confinamiento domiciliario, con calles vacías y un silencio penetrante que llenaba cada esquina. Una situación que provocó una mezcla de dolor y rabia entre empresarios y ciudadanos, que trataban de acomodarse a una realidad que ya parecía olvidada.
Un total de 780 pequeños comercios y bares de la capital han solicitado las ayudas al comercio durante la primera jornada habilitada para la presentación de la documentación. Este plan municipal, que entró en vigor ayer, prevé repartir cinco millones de euros entre los negocios para minimizar los efectos económicos del Covid-19. Para optar a estas ayudas, los establecimientos deben tener menos de 300 metros cuadrados y acreditar un descenso mínimo de la facturación del 30%. Los interesados tienen un plazo de veinte días para presentar sus solicitudes, y las ayudas serán concedidas por orden de llegada.
Aunque los comercios y los bares deben permanecer cerrados durante al menos 14 días, numerosas cafeterías y restaurantes apostaron por mantener la actividad aunque sólo pudieran atender pedidos a domicilio o para llevar y los clientes fueran escasos. En el caso de los desayunos, muchos bares (principalmente del Centro) pusieron una mesa en la entrada a modo de barra para entregar los pedidos. Algo parecido ocurrió con los almuerzos.
Uno de ellos fue el Café Central, hasta donde acudieron muchos clientes de oficinas y de bancos cercanos, que sí mantendrán la actividad durante este periodo. Su propietario, Rafael Prados, confesó que en esta situación tan delicada no les ha quedado otra. En ningún momento se ha pensado cerrar porque ya le cuesta hasta pagar las nóminas. «La gran diferencia con el otro cierre, es que los empresarios están ya al límite y hay que intentarlo todo».
En otra parte del Centro, el bar La Fragata también va a abrir para dar desayunos y comidas. Este miércoles prepararon berzas para sus clientes más asiduos. Lucía Palma, su propietaria, avanzó que van a trabajar todo el tiempo que puedan porque si se queda en casa no le va a ayudar nadie. Durante toda la mañana tuvo un goteo de clientes de oficinas e incluso muchos amigos que le habían reservado el menú para mediodía. «No hay el volumen de otros días, pero por poco que hagamos ya es algo».
Pese al cierre de los negocios no esenciales, la vida en los barrios se asemejó más a la habitual que en el Centro, ya que los vecinos han continuado saliendo a la calle para hacer sus compras diarias. En la barriada La Paz, en la Carretera de Cádiz, Gloria e Isabel, dos amigas, volvían a casa con los carros llenos hasta arriba tras pasar por el mercadillo y comprar algo en la carnicería y en la panadería. «Nos da mucha pena por los pobres de los bares, que son los que están pagándolo todo», apuntan.
Ya de vuelta a casa, cerca del mediodía, lamentaban que la gente siguiera en la calle pese a la elevada tasa de incidencia y denunciaban a los políticos por tomar medidas equivocadas que sólo sirven para hacer daño a la economía. «Lo que tienen que hacer es controlar a los que son positivos y evitar que salgan a la calle».
En otra zona de la ciudad, en Cruz del Humilladero, la situación se asemejaba bastante. Pese a tratarse de una zona muy comercial y de contar con numerosos negocios de ropa y calzado, el grueso de los comercios permanecen abiertos al servir productos de alimentación. La única diferencia respecto a los días anteriores es el cuchicheo que hay en la puerta de las tiendas. «Esto va a ser la ruina para todos los comercios», opinaba Lola. Y eso confiando en que sólo dure 14 días.
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