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El Servicio de Mediación Penal para Adultos (SEMPA) empezó a funcionar en la Ciudad de la Justicia el pasado mes de septiembre y, desde entonces, ya ha recibido más de una treintena de asuntos. Como explica su coordinadora en Málaga, Inmaculada Jiménez, se trata de ... una herramienta pública y gratuita en la que la profesional, junto a otras dos expertas, trata de mediar entre las partes envueltas en un conflicto para evitar que pasen años encalladas en un procedimiento penal. La medida, impulsada por la Junta de Andalucía y gestionada en Málaga por la entidad Solucion@, ya ha permitido que se resuelvan más de medio millar de procedimientos en las distintas provincias andaluzas, sin necesidad de que los involucrados tengan que esperar años hasta llegar a juicio.
–Para quien no lo conozca, ¿en qué consiste el Servicio de Mediación Penal (SEMPA)?
–Es una herramienta pública y gratuita que está funcionando en la Ciudad de la Justicia desde septiembre. Se trata de un servicio en el que sentamos a las partes que están envueltas en un procedimiento penal para, mediante el diálogo y el entendimiento, intentar que resuelvan su conflicto. Para eso estamos nosotras, las expertas, que vamos guiando todo el proceso para tratar de que se acerquen las posturas. Aquí lo que se busca, principalmente, es que sean capaces de escucharse. Si eso pasa, se puede llegar a un acuerdo con el que evitamos que las partes pasen años encalladas en un proceso judicial, con todo el desgaste que eso conlleva.
–¿Cómo llegan las causas a este servicio?
–Es muy importante la derivación intrajudicial, por eso en nuestras primeras semanas de funcionamiento nos dedicamos principalmente a ir juzgado por juzgado para informar a los distintos operadores jurídicos de que estamos aquí, para que lo tengan en cuenta cuando les lleguen casos en los que vean que es posible la mediación penal. La sociedad también nos tiene que conocer porque no pierde nada por recurrir al SEMPA. Alguien que está viviendo una situación de conflicto, con un vecino o un compañero de trabajo, por ejemplo, y que se está planteando denunciar, puede contarnos su situación para que intentemos mediar. En el caso de que ya tenga un procedimiento abierto, también puede solicitar este servicio a través de sus letrados.
–¿Cómo han ido los primeros meses?
–Ya hemos recibido más de una treintena de casos que nos han derivado, sobre todo, de juzgados de instrucción, aunque también de alguno penal. La verdad es que vemos que cada vez son más los juzgados que nos tienen en cuenta y que, cuando ven que un asunto es mediable, nos lo deriva. Por esa parte, la verdad es que nos sentimos muy satisfechas. Y hay que decir que la gente, cuando se le llama para informarle de que tiene esta opción, también responde bien, incluso cuando no quiere sentarse de primeras con la otra parte. En estos casos lo que hacemos es empezar con una mediación indirecta.
–¿Cuáles son los delitos que más están llegando?
–La mayor parte son por violencia doméstica, con situaciones de amenazas o de coacciones. Es curioso porque nos estamos encontrando con discrepancias, por ejemplo, que tienen que ver con el alquiler de habitaciones en una misma vivienda, o también con casos en los que de por medio hay problemas de salud mental, que eso suele generar unas circunstancias muy complicadas en las familias. También hemos recibido alguna que otra estafa. Como curiosidad, estamos llevando un asunto de un justiciable que nos derivaron desde el SAVA (Servicio de Asistencia a Víctimas en Andalucía) porque la denuncia se había puesto en Málaga, pero el procedimiento penal se había inhibido en otra provincia andaluza. Esto es interesante porque vemos que es posible en algunos casos la colaboración entre distintas provincias.
–¿Una vez que os llega un caso, ¿cómo procedéis?
–Si desde el propio juzgado se ha notificado a las partes que el procedimiento puede ser mediable, contactamos directamente con las personas e intentamos que se sienten a hablar. Habrá casos en los que, de primeras, no quieran estar en una misma habitación ni cruzar palabra. Si eso pasa, las primeras sesiones las llevamos a cabo por separado, pero el objetivo es que al final conversen, que se miren y que se escuchen. Esa es la base en la que sustenta la mediación. Nosotras venimos de la mediación familiar y vemos que es mucho más fácil llegar a un acuerdo en los asuntos penales porque, aunque haya sentimientos fuertes, como el enfado, no arrastran el mismo tipo de misma mochila emocional.
–¿Y una vez que se alcanza ese acuerdo?
–Pues ya se pone en conocimiento del juzgado y el juez dicta una resolución en la que se recoge el acuerdo de reparación al que han llegado las partes; o bien, si es un delito leve, también se puede archivar el procedimiento. Lo importante es que, de alguna manera, el que ha cometido unos hechos penales se de cuenta de cómo ha afectado realmente su actuación a la otra persona, que sepa el daño causado y se responsabilice. Hay que tener en cuenta que la mediación tiene un enfoque restaurativo.
–¿Cuánto tiempo puede tardar en resolverse un expediente?
–Depende de cada caso, obviamente. No es lo mismo cuando solo hay que sentar a dos personas, por ejemplo, que los supuestos en los que hay más gente implicada, porque hay que contactar con todas y tratar de que se sienten. Ahí ya se complica. Pero la media puede ser de unas cuatro o cinco sesiones, con un intervalo de una semana. Lo hemos visto también en otras provincias de Andalucía, en los que hay asuntos que se han resuelto en un máximo de uno o dos meses.
–¿Todos los delitos pueden ser mediables?
–Casi todos, desde aquellos que son de carácter leve, como los delitos de amenazas o coacciones, hasta los de apropiación indebida u otros más graves, como la violencia intrafamiliar. Los únicos que no son mediables por expresa prohibición de la ley son los de violencia de género o los de carácter sexual.
–¿Los homicidios y asesinatos también?
–También, hasta los delitos más serios y gordos se pueden derivar al servicio de mediación penal. Claro, en estos casos ya no estamos hablando de que el autor se libre de una condena, sino de que sea consciente del daño que ha causado y de que se responsabilice.
–¿Cree que la mediación, si llega a buen término, puede ser más reparativa para la víctima que una condena?
–Lo que nosotras hemos visto es que muchas veces importa más que te escuchen, poder expresarte y explicarte. Para la víctima, ser escuchada puede ayudar más que una condena que llega tras años, con el agotamiento que produce la espera y que el conflicto siga ahí. De esta manera, además, se ayuda a que la grieta que se ha abierto entre las dos partes se restaure. Por ejemplo, en el caso de dos vecinos con una mala relación en la que se hayan dado ciertos incidentes… puede haber una condena, pero, ¿cómo siguen conviviendo? Escuchar ayuda a tomar conciencia. Además, muchas veces la responsabilidad civil de una sentencia es casi tan irrisoria que no resarce de nada lo que uno ha sufrido. Y luego está el coste emocional, que cuando se empieza un procedimiento dura muchísimo. Hay veces que la gente lo que quiere es que eso se acabe ya y desentenderse. La mediación da la posibilidad de cerrar algo en el momento adecuado o, al menos, en menor tiempo. Tanto mis compañeras como yo, que somos abogadas y hemos hecho muchas guardias, lo hemos visto en muchas ocasiones. La solución que da una sentencia casi nunca deja contenta a las partes, ni siquiera a la que gana.
–Málaga es una de las provincias con mayor tasa de litigiosidad penal, ¿nos falta cultura en mediación o es que vamos demasiado en caliente a los juzgados?
–Sí que falta cultura en este tipo de herramientas, eso es un hecho. Los extranjeros que vienen a sentarse están más que acostumbrados a este tipo de resolución de conflictos, cuando en España mucha gente ni siquiera es consciente de que tiene más opciones que recurrir a la denuncia. Se da la circunstancia de que somos una ciudad en constante crecimiento, además de que tenemos una amalgama de culturas y a eso se junta nuestro propio carácter. Es verdad que, quizás, muchas veces funcionamos en caliente, pero también influye el desconocimiento. Hay gente que no sabe que existe esta posibilidad y al final se pasa años esperando a que le den una solución, con todo lo que agota la espera. Y claro, eso también se nota en la litigiosidad, que estamos a la cabeza.
–¿Qué formación y habilidades son necesarias para trabajar en mediación penal?
–Bueno, hay que aclarar que no todos los mediadores venimos de la misma profesión: hay psicólogos, criminólogos, trabajadores sociales, graduados… incluso médicos y matemáticos. Lo que importa en este caso son las habilidades que se van adquiriendo a través de la formación en mediación. La escucha en sus distintos grados, ya sea activa o profunda; la capacidad para ponerse en el lugar de otra persona; el ser imparcial y no juzgar a pesar de que uno tenga sus propios valores y su manera de entender la vida. Y saber preguntar. Saber cómo formular una pregunta y hacerlo en el momento adecuado para que las partes se escuchen. Eso es clave.
–¿Cómo llegó usted a la mediación?
–Pues fue a través de un curso que hice en la Facultad de Teología de Granada, en el año 2003. Me acuerdo perfectamente de que, una vez que lo terminé, estaba planchando en mi casa y escuché por la radio el anuncio de que se convocaba la primera jornada de mediación en Málaga, que lo organizaba Solucion@ –entidad a la que pertenecemos– y la Universidad de Málaga (UMA). Ahí ya me enganché y ese año entré a Solucion@. Y hasta ahora.
–¿Qué es lo que más le apasiona de la mediación?
–Es que es un mundo interesantísimo. Los profesionales que nos dedicamos a esto lo vemos y lo experimentamos, que todo puede cambiar cuando hay una actitud de escucha y cuando se hacen las preguntas adecuadas en el momento que toca. Es todo un proceso, y a veces muy intenso, en el que acompañamos a otras personas que, quizás, no lo están pasando bien por ese conflicto que están viviendo, pero que a través de la mediación pueden llegar a entenderse y a ponerse en el lugar del otro, pese a que en un principio parecía que las posturas eran del todo irreconciliables.
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