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Vicente Pérez, en Rincón. Félix Palacios
Vidas con huella

El general hiperactivo

No le pesan los años de servicio, los cuatro últimos al mando del Seprona, pero a Vicente Pérez la jubilación le rompe 45 años del 'hobby' que le ha situado entre los siete generales de división de la Guardia Civil. Su padre era un número gallego destinado en Casares, el sitio de sus raíces. Defiende una mili racional para que los nuevos españoles convivan y se conozcan.

Domingo, 30 de septiembre 2018, 00:23

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A aquel tío, cuando los tenía cerca a él y a su hijo, le gustaba decir que eran Caín y Abel. «No le tengo que ... precisar quién era cada uno», se autorretrata díscolo frente a su primo -«el hermano que no tuve»-, que estuvo en el seminario hasta el COU. Él, apenas tres meses. Los maestros se lo habían imaginado con sotana y enviaron al niño a prepararse, pero «no dejaba estudiar a los demás, no callaba, era demasiado travieso». El primer examen a sus aptitudes por encima de la media para volar al mundo desde Casares fue sobre todo un diagnóstico certero de hiperactividad. Vicente Pérez le aplicaría estudio y disciplina porque es de los que nunca paran, incluso cuando deja de trotar sus ocho kilómetros diarios por el paseo marítimo de Rincón. También es de los «enamorados» de su profesión, en la que siempre apuntó alto hasta colmar de orgullo a su padre, un aldeano de Orense destinado en los años 40 como guardia raso cerca de Casares, donde se casó. «Todo se lo debo a ellos, a su sacrificio», apunta también a una vocación temprana forjada de cuartel en cuartel. La entrenó siempre como jefe en los cometidos más diversos: depurar y formar una nueva policía en Guatemala en los 90, perseguir al crimen organizado -montó el primer grupo especializado en la Costa del Sol- o tejer, al frente del Seprona, una operación desde la Audiencia Nacional contra un armador gallego dedicado a la pesca prohibida de la merluza negra en el Ártico. Barco balizado, largos seguimientos y el trabajo de la jueza Lamela, «una guerrera nata», se fueron a pique. Un voto particular en el Supremo y la flotilla de abogados enrocados al principio de territorialidad arruinaron el empeño de la 'operación Yuyu' en mares de nadie. «¿Y si hubiera sido un secuestro o un atentado?», se pregunta más allá de los reveses del oficio. Pérez deja en el Seprona -1.800 agentes- una unidad de Inteligencia Ambiental que acentúa toda una anomalía policial en Europa. «Son unos 25 agentes, guardias universitarios relacionados con el medio ambiente, y por supuesto, con idiomas», explica su aportación a un terreno, el de la delincuencia ambiental, en el que lamenta escaso reproche social aunque sea la cuarta gran delincuencia del mundo en mover dinero a partir del tráfico de residuos. «Hay un principio que he aplicado toda mi vida y es el de la hipótesis más probable y el de la más peligrosa. La primera requiere montar la maniobra, pero ante la segunda, necesitas un plan para la seguridad y evitar daños mayores. Eso lo he aplicado siempre a mi vida, y nunca olvido el peor escenario», explica este diplomado en Criminología, una de sus muchas armas como investigador policial, experto también en delincuencia económica y cooperación internacional. «En la Guardia Civil se nos enseña sobre todo a gestionar personas», resume un entrenamiento que empezó en Yunquera y el arma que mejor maneja este profesor de tiro. El uniforme no hace al investigador, pero le tocó formar y dirigir en Andalucía a la policía judicial en los cuarteles. En su curriculum, con doble salto a Guatemala para formar policías, no faltó el País Vasco y el inevitable cupo de dolor. «A los 20 días de capitán en Durango, me mataron a mi ayudante. Escuché en la calle disparos. Creí que era un ajuste de cuentas y es que aún no estaba mentalizado a lo que me esperaba allí», recuerda cómo salió disparado del cuartel pistola en mano para encontrarse a Pedro Ballesteros acribillado de siete disparos por los tres pistoleros del comando Araba. «A su mujer, Mari Carmen, una chica de allí, la apartaron para dispararle a él desde los dos lados del coche», vuelve a la escena de hace 30 años.

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