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«Cuando vuelvo a soñar en los desvanes de antaño, no bajo nunca», decía Bachelard. Claro que el filósofo escribió La poética del espacio en París, la ciudad de las buhardillas y las cubiertas amansardadas erizadas de chimeneas. Un territorio propicio para deshollinadores, gatos urbanos y otras criaturas más o menos fantásticas.
De haber vivido en Málaga, el francés habría tenido más difícil el que las musas le inspirasen en este campo. A no ser que hubiese habitado algún piso alto del paseo de Reding: allí se habría sentido como en casa, gracias a las estupendas vistas sobre el tejado de las oficinas de la antigua Confederación Hidrográfica del Sur, popularmente conocida como Palacio de la Tinta. No en vano, su arquitecto -Julio O’Brien- también era de origen galo.
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