La cita de las ocho
Un balcón cualquier en calle Conde de Ureña ·
Hay días en los que María se apoya en la barandilla y busca la mirada cómplice de algún vecino. En otras ocasiones, permanece bajo el dintel y sólo llegan a verse sus manosPoco antes de que sean las en punto, el sonido de una persiana que se alza sirve de aviso a los colindantes. El tramo de ... calle en el que vive María –la llamaremos así– se caracteriza por una baja densidad edificatoria, por lo que los convocados no son muchos; aun así, ella es la única que se asoma cada tarde en su hilera de balcones. A esa hora, el sol declinante incide de lleno en su balcón: la imagino en un salón en penumbra durante los momentos previos al aplauso diario, hasta que dan las ocho y la corredera se abre de par en par.
Hay días en los que María se apoya en la barandilla y busca la mirada cómplice de algún vecino. En otras ocasiones, permanece bajo el dintel y sólo llegan a verse sus manos.
A las ocho y cinco, una persiana resuena al cerrarse.
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