Cantos de sirena
Una visión insólita encajonada entre bloques de viviendas es la que ofrece el pasaje portuario de Alameda de Colón
¡Dios mío! ¿Qué es eso? –Exclama, alarmado, el recién llegado de una provincia del interior. En su memoria no encuentra registros similares al mugido ... ronco que, elevándose por encima del runrún del tráfico rodado, acababa de atronar el centro urbano. El amigo que le acompaña, que sí es originario de la ciudad portuaria, le tranquiliza mientras sonríe al reconocer las señales acústicas de un gran buque que se dispone a zarpar; para él sí se trata de un elemento cotidiano de su paisaje sonoro. Un canto de sirena evocador de travesías marítimas, pero que carece del encanto de aquellas otras que hechizaron a Ulises.
La siguiente bocacalle le reserva una sorpresa más al forastero: 7.000 toneladas de barco mercante perfectamente estacionadas sobre un dique flotante, casi alineadas con los vehículos de cuatro ruedas que pululan por el concurrido barrio. Una visión insólita encajonada entre bloques de viviendas.
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