«Esto sí que es una familia»
Sara y Josué crecieron al calor de Nuevo Futuro. Ya han cumplido los 18, pero allí siguen
Ana Pérez-Bryan
Lunes, 8 de diciembre 2014, 01:07
Sara Majtit cumplió hace unos meses los 18. Nació en Ceuta, pero lo cuenta casi como anécdota porque ha sido en Málaga donde ha echado ... raíces. Que no es lo mismo que sentirse de un lugar. Ella y su hermano podrían haberlo hecho con su tía, pero los problemas de convivencia convirtieron la casa en un terreno poco abonado para crecer. Por eso Sara no se siente de allí, sino del piso de El Palo donde pasó su adolescencia gracias a Nuevo Futuro. Allí llegó con 15, y a pesar de que apenas han pasado tres años desde aquel primer encuentro con otros niños en situaciones vitales casi idénticas, sabe que «esto sí que es una familia». Las lágrimas que de repente asoman a sus preciosos ojos negros están a punto de arruinarle el maquillaje. Está recién arreglada y a punto de salir de casa, porque tiene examen del grado medio de Dependencia que cursa en Ciudad Jardín y el tiempo se le echa encima. Sabe que no puede llegar tarde.
Sara comparte piso con Josué De los Reyes. Él tiene 19 y, como ella, también un hermano en Nuevo Futuro, aunque en el piso de los pequeños. Él prefiere zanjar con un sonoro «imposible» el diagnóstico de la convivencia en casa con sus padres. Su caso incluye alguna que otra parada para olvidar en centros de acogida, hasta que con 12 años pasó a formar parte de la «familia» a la que Sara se refiere. A la «familia» con la que ambos se emocionan.
Ambos son el ejemplo palpable de que con un ambiente adecuado y cálido los futuros pueden enderezarse. Por eso hablar de Nuevo Futuro en Málaga implica trazar el perfil de una asociación que desde hace 40 años trata de (re)dibujar con líneas rectas biografías muy complicadas. En la provincia cuentan con ocho pisos seis en la provincia, uno en Fuengirola y otro en Villanueva del Rosario que se alimentan del trabajo de sus voluntarios, pero sobre todo de ese gran encuentro solidario que en estos días celebra su 25 aniversario en el Palacio de Ferias: el Rastrillo de Nuevo Futuro.
Una familia heterogénea
Probablemente por allí «andarán enredando» hasta el martes algunos de los 43 niños que tienen a su cargo. El espontáneo «enredando» lo pronuncia María Gutiérrez con el cariño de la que echa horas y horas a pie de pisos y ya se las sabe todas. Ella es la directora de la red de hogares de Nuevo Futuro y conoce a fondo las biografías de los chavales de esta familia heterogénea. Por eso hace dos años decidieron poner en marcha un piso independiente que hiciera de puente entre los jóvenes que habían cumplido ya la mayoría de edad pero que aún no podían valerse por sí mismos porque seguían estudiando. «En el momento en el que cumplen los 18 se intenta que regresen con sus familias si se dan las circunstancias y si ellos quieren, pero eso no siempre es posible», admite María.
Sara y Josué forman parte de este último grupo, por eso comparten piso hasta que terminen con sus estudios. Es una condición imprescindible para seguir formando parte de este proyecto de Nuevo Futuro una vez cumplidos los 18. También lo son el orden y la convivencia, herramientas que en realidad comienzan a gestionar desde que ponen un pie en los pisos. «Es como vivir en una familia», celebra Josué, que estudia un grado superior en Marketing y Gestión de Eventos y que espera poder dar el salto a la Universidad una vez que lo termine. El aprobado en Selectividad no fue suficiente para entrar en una carrera con nota de corte, pero él no se desanima porque le queda esa puerta abierta. «Lo gordo está hecho», insiste el joven refiriéndose a la prueba de acceso a la Universidad. Lo curioso es que aprobó gracias a un castigo. María lo mira cómplice y le pide que lo cuente. «El verano pasado hice una trastada y me castigaron a la casa de Villanueva del Rosario, sin feria y sin móvil. Y allí no tuve otra que aprovechar el tiempo. Me puse a estudiar tanto que acabé aprobando», bromea Josué, que admite que tanto él como su hermano Juanjo, que tiene 17 y aún vive en el piso de menores que Nuevo Futuro tiene en Barcenillas, «somos un poco trastos».
«Cuando llegamos aquí éramos muy malos», añade el chaval, que ya parece haber dado ese paso imprescindible de darse cuenta de que, al final, «todo el esfuerzo merece la pena». Ahora trata de ser un ejemplo no sólo para su hermano, «que es un artista», sino para el resto de los niños. La mayoría tienen entre 7 y 18 años los servicios de tutela de menores intentan que los más pequeños, de 0 a 6, estén con familias en régimen de acogimiento y aunque a veces la convivencia no es fácil resulta muy gratificante «ver cómo van evolucionando y superando todas las dificultades», afirma María.
De hecho adaptarse no siempre es fácil. Las normas son imprescindibles para que las casas funcionen, pero no todos llegan con la disciplina suficiente como para adaptarse al ritmo de una casa. Sara lo sabe bien. «En el primer piso había una compañera con la que no encajé bien y me costó acostumbrarme», admite la joven, que ahora regresa con regularidad a su «casa» de El Palo para visitar a los suyos. Ya están preparando incluso la Navidad, aunque Sara también reservará algunos días para estar con su tía. La distancia, en este caso, ha permitido recomponer la relación lo justo como para conservar cierto roce familiar.
Estudiar para ayudar
Mientras llegan esos planes de futuro a corto plazo, Sara también los organiza en el largo. Como Josué, su intención es terminar el módulo de Dependencia y dar el salto a la Universidad. Aún no sabe si enfocada hacia la Educación Infantil o la Especial. Lo que sí tiene claro es que «será algo en lo que se pueda ayudar». Por el momento, la joven está en periodo de prácticas y espera empezar en breve en una residencia de ancianos; y en verano se sumó como voluntaria a Amappace, una asociación que atiende a personas con parálisis cerebral y que la ha reafirmado en su voluntad de seguir «atendiendo al que lo necesita». Sara es consciente de «todo» lo que ha recibido y quizás ahora es un buen momento para empezar a devolverlo. Al fin y al cabo, lo que ha conseguido lleva la marca de Nuevo Futuro, donde le enseñaron que al final no importa tanto dónde se echan las raíces, sino que éstas agarren en un entorno cálido y seguro. Lo demás depende de ella. Y eso es lo importante.
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