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Jean-Claude Juncker. AFP
Los líderes europeos vuelven al punto de partida para resolver el relevo de Juncker

Los líderes europeos vuelven al punto de partida para resolver el relevo de Juncker

Retoman este domingo el debate sobre los cabezas de lista de las elecciones para evitar un choque con la Eurocámara, pese a que ya descartaron a Weber, Timmermans y Vestager

Salvador Arroyo

Corresponsal en Bruselas (Bélgica)

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Sábado, 29 de junio 2019, 20:17

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Los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea se reencuentran este domingo en Bruselas en una cumbre extraordinaria encajada con apuros en el calendario, que muchos de ellos encadenarán tras una pechada de 9.000 kilómetros desde Osaka, y que se presenta como cena (a las 18:30 horas) con un matiz revelador: «Si es necesario, la reunión continuará con un desayuno el lunes 1 de julio». A esa situación les lleva el bloqueo en el proceso para nombrar al sustituto de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea, la pieza clave para montar el resto del rompecabezas institucional que incluye la presidencia del Parlamento, del Consejo, la Alta Representación de Exteriores y el Banco Central Europeo.

Esa sería la parte más plana del relato. La descripción básica del momento, después de más de un mes de minicumbres, bilaterales y una cumbre, la del pasado día 21, marcadas por el desacuerdo. Las nominaciones deben engarzarse con un fino hilo de equilibrios (político, territorial, demográfico y de género) que evite, además, una crisis institucional, un choque frontal con la Eurocámara. Porque ésta tiene que validar no solo el nombre del que será su presidente sino también el del 'jefe' del Ejecutivo comunitario.

La situación está tan enconada que incluso el Parlamento Europeo modificó su orden del día: la sesión constituyente será el 2 de julio pero durará apenas una hora. Lo grueso, el nombramiento del presidente, se aplaza al 3 y con cuatro rondas de votaciones como colchón para dar con el nombre más reforzado. Los líderes quieren tener bajo control este procedimiento presentando contrarreloj un candidato de consenso. Sobre todo para no perder una pieza del puzle.

Codiciada Comisión

Porque lo que interesa, lo más codiciado, es la Comisión. Llegamos a la encrucijada. El último Consejo Europeo dio por enterrada la fórmula del 'spitzenkandidaten', el término alemán que define la apuesta del legislativo por que a Juncker le releve el rostro que identificó al grupo político que ganó las elecciones del 26 de mayo. En ese sentido literal lo entiende la familia ganadora, los populares. Pero el resto lo hace de un modo más abierto: el presidente de la Comisión debe ser el cabeza de lista que sume más apoyos. La cuestión es que ni el popular Manfred Weber, ni el socialdemócrata Frans Timmermans ni la liberal Margrethe Vestager, pero sobre todo los dos primeros, consiguieron los «apoyos suficientes» en la última cumbre.

Aquel desenlace se leyó así: Si los populares, que ganaron las elecciones, no colocan a su candidato, tampoco lo harán los socialistas. Pedro Sánchez, de hecho, habló en pasado de Timmermans. Angela Merkel advertía: «Probablemente ninguno de ellos culminará el proceso». Y Emmanuel Macron, contrario al aumatismo de los cabezas de lista, directamente abría la puerta a la nominación de otros políticos que no compitieron en la campaña, como el negociador del 'brexit', el francés Michel Barnier. Pero todo apunta a que en la última semana el mecanismo del 'spitzenkandidaten' se reseteó.

Porque desde la Eurocámara tanto Weber como Timmermans, con el respaldo de sus respectivos grupos, se reafirman en que quieren asumir el poder. El popular lo hace afeando incluso al Consejo Europeo con un «la UE tiene un problema básico: se percibe como una especie de caja negra sobre la que la gente no tiene el control». El socialista presentó el miércoles a los suyos las prioridades de la que sería su agenda si ocupa el despacho de Juncker. Y Vestager, muy visible como comisaria de Competencia por golpear a Google o Facebook con multas multimillonarias, se despacha con un «todavía no estoy muerta» después de que el Gobierno danés (de distinto color político) confirmara que apoya su continuidad en Bruselas.

Y eso horas antes de que Donald Trump colocase de nuevo a la danesa en el punto de mira de su incontinencia verbal: «Odia a EE UU tal vez más que cualquier persona que haya conocido», aseguró a través de una red social. Un toque a los europeos si finalmente se inclinan por ella para liderar el Ejecutivo comunitario. Su nominación es la que podría romper el bloqueo entre populares y socialdemócratas, evitar el choque con la Eurocámara y lanzar un mensaje planetario de gran calado: una mujer se convierte en la primera jefa de la UE.

Para ello Berlín y París tendrán que superar sus reticencias. Porque no olvidan que Vestager, como comisaria antimonopolio, vetó en febrero la fusión de la francesa Alstom y la alemana Siemens, que habría sido el germen de un gigante ferroviario europeo y segundo fabricante mundial de trenes.

Macron y Merkel

Pero aunque se superen las reticencias hacia la liberal danesa, habría que compensar a conservadores y progresistas, a Weber y Timmermans, con otros puestos relevantes. Y eso sin descartar una jugada de refuerzo en favor de los Verdes, el cuarto grupo con más escaños. El reparto de altos cargos quedaría así más compactado. La cuestión es si ese puzzle (uno de los posibles) colmaría a Macron, que alentaba la alianza entre socialistas y liberales para acabar con dos décadas de control conservador en la Comisión y, sobre todo, a Merkel, reacia a ceder ese puesto. Sacrificará a Weber si a cambio consigue que otro alemán (el 'halcón' Jens Weidmann) sustituye a Mario Draghi al frente del BCE.

El viernes, desde Osaka, el presidente del Consejo, Donald Tusk, aseguraba que los líderes se estaban «acercando» a una solución sobre el reparto aunque aún estaban «demasiado lejos» para cerrar el acuerdo. Vaso medio lleno o medio vacío.

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