Putin, el veterano de las cumbres

Putin se estrenó cuando al frente de la Casa Blanca estaba Bill Clinton, que finalizaba ya su segundo mandato. Tal vez por ello, la primera reunión que mantuvieron, a comienzos de junio de 2000 en Moscú, fue prácticamente improductiva. Pero fue cordial, aunque en un tono muy distinto al de su predecesor, Borís Yeltsin, cuya relación con Clinton fue mucho más calurosa a pesar de que se estropeó después de que la OTAN bombardease Yugoslavia en 1999.

Washington andaba ya entonces detrás de modificar el tratado ABM (Misiles Antibalísticos) para adecuarlo a las amenazas de los llamados «estados parias», pero el Kremlin se oponía porque consideraba el acuerdo «la piedra angular del equilibrio estratégico». Recordando cómo Yeltsin «trajo la democracia a Rusia», Clinton afirmó entonces que Putin «continuará el mismo camino para construir una Rusia fuerte y próspera preservando las libertades y el imperio de la ley».

El siguiente socio del presidente ruso al otro lado del océano fue George W. Bush. Se vieron en su primera cumbre el 16 de junio de 2001 en Liubliana. Las discrepancias en torno al ABM continuaban y el primer mandatario ruso tuvo que pedir a su interlocutor no actuar de forma unilateral en asunto tan crucial. Bush, por su parte, dijo que miró a Putin a los ojos y comprendió que era de fiar. «Pude percibir su alma, la de un hombre dedicado por entero a su país», aseguró el entonces presidente de los Estados Unidos. La relación entre ellos se reforzó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Putin le ofreció todo su apoyo en la lucha contra el terrorismo.

Pero, incapaces de llegar a un acuerdo para renovar de forma consensuada el ABM, Bush lo abandonó en diciembre de ese mismo año para construir una escudo antimisiles en el este de Europa y proteger así al continente de un hipotético ataque de Irán. Putin siempre ha creído que tal escudo fue concebido, no pensando en Irán, sino en Rusia. Aquella decisión enfrió la relación entre Putin y Bush. En 2003, Moscú condenó la invasión estadounidense de Irak y la supuesta influencia de Washington en la revuelta habida en Georgia en noviembre de aquel mismo año, cuando Mijaíl Saakashvili logró derrocar al veterano Eduard Shevardnadze.

Un año después, en el otoño de 2004, estalló la 'Revolución Naranja' en Ucrania y Putin también vio detrás la mano de Estados Unidos. Así que la relación con su homólogo estadounidense se deterioró todavía más. El divorcio se produjo en agosto de 2008, cuando Rusia atacó Georgia y convirtió en protectorados Abjasia y Osetia del Sur. Lo hizo porque Saakashvili intentó recuperar por la fuerza el control sobre esta última provincia. Entonces Putin ya no era presidente, sino primer ministro. Cedió el poder durante cuatro años a Dmitri Medvédev.

Por medio, llegó a la Casa Blanca Barack Obama, en enero de 2009. Se reunió con Medvédev el 1 de abril de 2009 en Londres y decidieron 'resetear' las relaciones. Obama viajó después a Moscú en julio de aquel mismo año. Dijo de Putin que «tiene un pie en la vieja manera de hacer las cosas y otro en la nueva», pero el presidente seguía siendo Medvédev y con él diseñó una hoja de ruta para un nuevo tratado de desarme estratégico y un acuerdo para permitir trasladar tropas y material bélico a Afganistán a través de territorio ruso. En 2010, firmaron el tratado de desarme nuclear START-III.

Ya con Putin de nuevo en el Kremlin, a partir de 2012, las cosas se complicaron. Sobre todo a partir de 2013, cuando el jefe del Estado ruso concedió asilo político al antiguo técnico de la NSA, Edward Snowden, que filtró decenas de miles de ficheros clasificados y desenmascaró la vigilancia masiva de Estados Unidos en el mundo. Washington solicitó repetidamente a Moscú la extradición de Snowden, pero las autoridades rusas se negaron a concederla. El resultado fue que Obama canceló una cumbre bilateral que tenía previsto llevar a cabo con Putin. Lamentó que Rusia «vuelve a la mentalidad de la Guerra Fría».

Las relaciones entre Putin y Obama siguieron desmoronándose después de la anexión de Crimea, en marzo de 2014, la guerra en el este de Ucrania y las sanciones de respuesta que aplicó Washington. La intervención de Rusia en Siria, en 2015, supusieron la ruptura definitiva.

Por eso, en 2016, Putin esperaba a Donald Trump como agua de mayo, confiaba en que ganara las elecciones, ya que sabía que Hillary Clinton seguiría con respecto a Rusia una política similar a la de Obama. La victoria de Trump se celebró en Moscú con champán. Antes de tomar posesión, el recién elegido presidente había dirigido todo tipo de halagos a su homólogo ruso y siguió haciéndolo después. Los dos se vieron por primera vez en Helsinki, en julio de 2018 y se notó a ojos vista que habían congeniado.

Pero Trump terminó decepcionando a Putin. Con él se incrementaron las sanciones contra Rusia, se malograron importantes acuerdos de desarme y se agravaron las tensiones geopolíticas en general. Con todo, el presidente ruso hubiera preferido la reelección de Trump que tener ahora que bregar con Biden.