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El reportero vasco, en un enclave de la Ciudad Vieja de Jerusalén, que retrata en su libro de la mano de sus vecinos. quique kierszenbaum
«Jerusalén me ha dejado claro que aquí las sociedades multiculturales no funcionan»

«Jerusalén me ha dejado claro que aquí las sociedades multiculturales no funcionan»

Mikel Ayestaran | Escritor y periodista ·

El corresponsal de este diario recorre en un libro la ciudad santa a través del testimonio de esos habitantes cuyas voces rara vez se recogen

alberto moyano

San Sebastián

Miércoles, 7 de abril 2021, 00:16

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En 'Jerusalén, santa y cautiva' (Ed. Península), que hoy sale a la venta, el periodista Mikel Ayestaran (Beasain, 1975) pone las cartas sobre la mesa: primero explica el periplo vital que tras ocho años como 'freelance' le llevó a asentarse allí junto a su familia. Y a continuación, ofrece un recorrido por el pasado y el presente de este enclave a través de las voces de los habitantes de su Ciudad Vieja. Artesanos, comerciantes, guías turísticos, líderes religiosos, arqueólogos, cocineros, artistas y libreros desfilan por sus páginas.

- Este libro comienza donde terminaba 'Oriente Medio, Oriente roto': en Jerusalén.

- Sí, la idea fue ésa. Tanto en 'Oriente Medio, Oriente roto' como en 'Las cenizas del califato', Jerusalén tenía presencia, aunque no un verdadero peso. Sí es verdad que acababa de llegar. En este caso, la idea era tirar de esas preguntas que nos hacemos al llegar aquí para escribir un nuevo libro en el que cual la protagonista única y exclusiva fuera la Ciudad Santa.

- Ha combinado pasado, presente, la polifonía de voces que habitan la ciudad y la crónica personal.

- No sabía cómo enfrentarme a la ciudad, ni narrativamente a un libro así. Lo que hice fue organizarlo en pequeños compartimentos, entre los cuales el más importante era centrar la idea en la Ciudad Vieja, meterla entre las murallas y decir: «De aquí no salgo». La Ciudad Vieja es la madre del cordero y a partir de ahí, he hecho un recorrido desde el pasado hasta el presente a través de los vecinos que viven ahí, que trabajan ahí, que comen ahí y que comercian ahí. Antes de empezar el libro, conoces un abanico de gente muy amplio susceptible de aparecer en él. En este caso, hice una lista de los que no tenían que aparecer porque los había visto tantas veces en libros, documentales y guías de viaje sobre Jerusalén, que pensé que era más interesante abrir el foco a gente que no suele aparecer nunca, pese a estar ahí siempre. Hice la contraguía.

- ¿Le ha pesado mucho enfrentarse a la interminable bibliografía que ya se ha escrito en torno a esta ciudad?

- Sí, sí, muchísimo. Yo creo que te acompleja y todo porque el mío no es un libro histórico -yo no soy historiador-, ni tampoco sobre el conflicto -no soy un experto-. Es un libro muy costumbrista. En todas sus páginas hay pinceladas de esa bibliografía enorme sobre Jerusalén y que ocupa una sección entera de mi propia biblioteca. Siempre que alguien viene de visita, me pide que le recomiende un libro sobre la ciudad y en este caso, lo que he hecho es meter pinceladas de todos esos títulos que me han ayudado a comprender mejor la situación e incluir esa bibliografía recomendada, a base de libros asequibles.

LAS FRASES:

  • Crónica personal. «De 2006 a 2015, conocía todos los hoteles y todas las estaciones deautobús, pero no tenía vida familiar»

  • Borrar el pasado. «Todo el mundo intenta imponerle su carácter a este lugar, o maquillar el del anterior conquistador. Pero no lo consiguen»

- ¿Era necesario introducir la primera persona para que el lector entendiera desde dónde estaba escribiendo el autor?

- Yo creo que sí. Mi forma de escribir desde 'Oriente Medio, Oriente roto' es una crónica de la crónica y por supuesto, ahí la parte vital tiene peso y a mí no me molesta. Además, en este caso no creo que Mikel Ayestaran sea el protagonista de este libro. Es un recurso que me ayuda mucho a poner los pies en el suelo y a llevar al lector de la mano de un tío normal, de Beasain, que aparece aquí en 2015 con su familia y se encuentra con todos los retos que presenta la ciudad. Si no abusas de ese recurso, funciona. De hecho, la intención es que la gente vea que somos un matrimonio normal, con dos niños, que hemos decidido cambiar de ciudad, en este caso, para ir a una especial.

- ¿Encontró muchas resistencias familiares a la hora de mudarse todos a Jerusalén?

- Yo soy bastante malo tomando decisiones y Aloña tiene mucho más instinto. En este caso, nuestra vida personal era bastante caótica porque desde 2006 hasta 2015 yo había ido dando tumbos por todos los sitios imaginables. Conocía todos los hoteles y todas las estaciones de autobuses de esta parte del mundo, pero no tenía vida familiar. Y cuando tuvimos el segundo hijo nos plantamos y decidimos buscar un sitio seguro donde vivir y tener vida familiar.

- ¿Se han arrepentido de su elección en algún momento?

- Qué va. Ése es el drama, sobre todo, porque cuando estamos en Gipuzkoa la gente nos habla con pena. Nosotros vamos encantados a casa, pero volvemos también encantados a Jerusalén. Esa ciudad nos ha hecho crecer mucho como familia porque estamos juntos por fin y también me ha dado muchísimo profesionalmente. En ningún momento he visto en casa una insinuación de irnos. Es algo que alguna vez llegará, pero hasta ahora no.

- El libro explica cómo toda civilización que ha pasado por Jerusalén ha tratado de borrar el pasado y de hacer la ciudad suya.

- A mí es una de las cosas que más me ha llamado la atención de este lugar. Todo el mundo intenta imponerle su carácter o, al menos, maquillar el del anterior conquistador para apoderarse de la ciudad. En la Ciudad Vieja eso es muy complicado porque es un lugar por el que han pasado judíos, bizantinos, musulmanes, cruzados, mamelucos, turcos, británicos... Son muchos cambios y esa tentación de borrar al anterior la han tenido todos, pero no lo han conseguido.

- ¿Debería aceptarse su carácter mestizo y asumir el peso simbólico de sus piedras?

- Jerusalén podría ser un maravilla por ese carácter universal y por esa mezcla: la fuerza que tiene aquí el árabe, la riqueza que suponen los judíos llegados de todo el mundo... Esta ciudad podría ser un sueño de lugar, pero no lo es y no lo va a ser porque lo que aquí me ha quedado claro es que esto de las sociedades multiculturales no funciona, al menos en nuestra época.

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