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Donald Trump sonríe durante una convención republicana celebrada este mes en Maryland. AFP
'Operación Trump': cómo procesar a un expresidente impredecible

'Operación Trump': cómo procesar a un expresidente impredecible

Mientras aumenta la seguridad en los tribunales, no hay decisión tomada sobre si el magnate querrá entregarse, de resultar imputado, o será detenido y esposado, en cuyo caso él se pregunta si aparecer serio o con una sonrisa

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Miércoles, 22 de marzo 2023

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El momento resulta inédito. Trump es un personaje histriónico e indulgente consigo mismo. Nadie sabe cómo reaccionará si finalmente se convierte en el primer expresidente de Estados Unidos detenido y procesado. No da pistas. El sábado se fue a un campeonato de lucha libre tras anunciar su propio arresto, que se hubiera producido este martes previsiblemente de no ser por su estrategia de presentar testigos ante el gran jurado para que presten declaración y retrasen una acusación. El magnate conversó con los luchadores y se dejó vitorear rodeado de simpatizantes presentes en la cancha. En ningún momento dejó traslucir un gesto de preocupación.

Las inmersiones públicas son parte de su remedio terapéutico a las adversidades. Al hilo del pago de dinero a la actriz porno Stormy Adams para comprar su silencio por un 'affaire' sexual en 2006, el asunto que puede sentarle en el banquillo, estos días ha sido muy comentada la ocasión en que el líder republicano confesó en 'Acces Hollywood' cómo en más de una ocasión había tocado a las mujeres en los genitales sin su consentimiento. Corría 2016. El partido le emplazó a abandonar su candidatura hacia la Casa Blanca rojo de vergüenza e incredulidad y él simplemente salió a la calle a dejarse querer por sus seguidores. El 6 de enero de 2021, durante la confirmación presidencial del demócrata Joe Biden, quiso hacer algo parecido. Otro baño de masas, pero a lo grande y encolerizado. El resultado es que cientos de extremistas asaltaron el Capitolio. Hoy subyace un temor parecido en los tribunales del Bajo Manhattan, aunque el FBI afirma que ni los mensajes incitadores a la protesta detectados en internet ni la masa dispuesta a salir a la calle es tan crítica como en aquel caso.

Lo que pueda suceder en los próximos días resulta una incógnita. Si es formalmente acusado, al expresidente le quedan dos opciones: entregarse o ser detenido. En este último caso, las autoridades de Nueva York pedirían su traslado a las de Florida, Estado donde reside y que ha convertido en su fortín y zona de descanso. Cabe la posibilidad de que la Policía tuviera finalmente que acudir a su mansión de Mar-a-Lago y sacarle de allí esposado. Pero parece tratarse de una posibilidad menor. Sus abogados estarían negociando ya con los fiscales la fórmula de la entrega.

Stormy Daniels se dirige a los periodistas tras salir de la sede del tribunal.
Stormy Daniels se dirige a los periodistas tras salir de la sede del tribunal. EFE

No debe ser sencillo. El magnate parece haber barajado todas las opciones, entre ellas las de dejarse arrestar y hacer el paseíllo ante los medios de comunicación con los grilletes puestos. El perfil es tan osado que incluso ha preguntado a sus asesores si debería sonreír o mostrarse circunspecto en esos instantes. No hay mucha gente que ensaye ante el espejo su captura por la Policía. Pero ya se sabe que Trump es atípico y adora el espectáculo. Su equipo electoral cree que, a medio plazo, esa imagen podría resultar contraproducente: nadie vota como presidente a un tipo esposado.

Este fin de semana pasado, durante un encuentro con votantes y líderes republicanos, ya hizo varias consideraciones al respecto de que una acusación formal, y la parafernalia policial que conlleva, podría propulsarle hacia la víctoria en unas primarias. Todo ello, alimentado por el combustible de unas bases corporativistas y enardecidas a causa de la «injusticia», como el propio Trump califica su posible imputación. Lo que sí ha transmitido a sus colaboradores es que no quiere dar una sensación de derrota o vergüenza.

Sin fianza

En el caso de que el gran jurado se decida por un veredicto acusatorio, el fiscal deberá ratificarlo. A la imputación le seguiría la lectura de los cargos que se le atribuyen y la fijación de cautelas judiciales a la espera del juicio. Dado quien es, lo más probable es que quedara libre con cargos. A lo sumo con una fianza. Nadie cree que Trump termine encarcelado de modo preventivo, y menos por el tipo de delito juzgado, ni que él piense en darse a la fuga, entre otros motivos porque se considera inocente. La opinión general entre los columnistas es que plantará cara e intentará obtener el máximo de réditos políticos.

Unos trumpistas saludan delante de la mansión del líder republicano en Mar-a-Lago.
Unos trumpistas saludan delante de la mansión del líder republicano en Mar-a-Lago. AFP

El entorno del líder republicano no oculta que siente satisfacción por su regreso al centro de la arena política. Tras anunciar su propia detención (el rumor corría ya el viernes por círculos políticos y redacciones), Trump vuelve a recibir el calor de los suyos y ha cohesionado a los republicanos en torno a su figura. Hoy le arropan quienes le seguían apoyando con lealtad, los que le criticaban e incluso aquellos que serán probablemente sus rivales en la carrera por la nominación presidencial, como Mike Pence. Los sondeos le son más favorables que nunca. Y ha reactivado a cientos de miles de activistas del 'Hagamos grande a EE UU de nuevo', que en los últimos tiempos le veían diluido y encabezando actos entusiastas pero muy alejados del fervor de antaño. En un tono bastante menor, las manifestaciones solidarias han vuelto a las calles.

Hay bastantes dualidades en este rocambolesco proceso, que durante un tiempo al menos le dará vidilla al expresidente, retirado desde hace meses a una rutina de golf, trabajo de despacho fuera de los focos, en la intimidad de su casa, y cenas con invitados que pagan por sentarse en el mismo salón del club de Mar-a-Lago cerca de el. Lejos de hundirse, la ocasión le es propicia para neutralizar cuando menos de manera momentánea a su principal rival en las primarias, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que aún no ha presentado su candidatura, pero que por solidaridad partidaria quizá deba refrenar su larga lista de quejas contra el expresidente. El semáforo se le ha puesto en ámbar este mismo miércoles, cuando una encuesta ha revelado que Trump tiene un 56% de apoyo entre los votantes conservadores mientras DeSantis ha caído al 25%, el registro más bajo desde que comenzó a rumorearse su posible candidatura. El magnate sigue siendo magnético para las bases.

Alvin Bragg, de 49 años, es el fiscal encargado del caso.
Alvin Bragg, de 49 años, es el fiscal encargado del caso. REUTERS

La segunda espiral es que el hombre que dirigió el sistema durante cuatro años ahora puede pasar a denunciar que es perseguido por ese mismo sistema. Su defensa ya le vende como la víctima de una «persecución» y algunos comentaristas de la ultraderecha no han tardado en vincular la posible imputación por el pago a una actriz porno con el «fraude electoral» que le apartó de la Casa Blanca, como si todo fuera parte de una misma conjura. Aunque hay teorías más locas. Los conspiranoicos relacionan la acusación al expresidente con el desplome del Silicon Valley Bank como una maniobra orquestada por fuerzas oscuras (y evidentemente demócratas) con el fin de hacer colapsar Estados Unidos.

Todavía queda una tercera paradoja. ¿Qué sucederá en caso de que el magnate resulte elegido por su partido como candidato presidencial y, aún más allá, gane las elecciones de 2024? El cálculo inicial es que un proceso judicial de este tipo puede prolongarse entre uno y dos años. Si es declarado culpable, sería el primer presidente que entra en la Casa Blanca bajo la amenaza de una condena inminente por un delito grave. Y si queda exonerado, estará cuando menos obligado a dividir su tiempo electoral entre la campaña y su defensa en los tribunales, otro hecho no menos insólito. Si alguien pensó que con Nixon se había llegado a una situación límite, todavía no conocía al magnate. No obstante, todo este cálculo es absolutamente futurible, una hipótesis pasto de análisis sobre territorios inexplorados en la política estadounidense.

Respuesta de «espectro completo»

Un portavoz de campaña de Trump, Steven Cheung, ha asegurado que en su equipo hay »una operación de respuesta de espectro completo que puede hacer frente a cualquier cosa que se nos presente». En otras palabras, el hombre está preparado. El equipo lo justifica en los numerosos ataques que su jefe ha sufrido desde que decidió presentarse a la presidencia de Estados Unidos en 2016, como si todo, absolutamente todo, fuera fruto de un complot en su contra. Pero también la referencia a una respuesta «de espectro completo» puede interpretarse por las otras investigaciones que pesan sobre el candidato conservador, entre ellas su supuesta relación con los disturbios del Capitolio o con la presión ejercida en Georgia para anular los votos favorables a Joe Biden en las anteriores presidenciales.

El victimismo es rentable. Es lo que la gente espera. Solo desde el sábado, el exmandatario ha recaudado donaciones por valor de 1,4 millones de euros. Sucedió antes. Tras su derrota electoral en 2020 millones de personas secundaron sus teorías victimistas, compraron sus camisetas en demanda de justicia y presionaron, más allá de la invasión del Capitolio, en favor de los argumentos del líder republicano. Solo hace falta recordar las requisas de máquinas de conteo de votos por parte de los trumpistas, deseosos de encontrar signos de que hubieran sido manipuladas a favor de Biden. O los pasados comicios intermedios de noviembre, cuando grupos de vigilantes, muchos armados y vestidos de camuflaje, se apostaron delante de los colegios electorales. El propio decomiso de documentos secretos del Gobierno en la mansión de Mar-a-Lago volvió hace unos meses a levantar una ola de adhesiones hacia Trump y de intimidación incluso a los agentes del FBI encargados del operativo.

Ahora se ha reforzado la seguridad en torno a los tribunales y el fiscal Alvin Bragg, quien lleva el caso de los pagos. Bragg, de 49 años, creció en Harlem. Se convirtió en fiscal de distrito de Manhattan el año pasado; el primer negro en desempeñar el cargo, lo que hace aún más absurdas las acusaciones de «racismo» por parte de los republicanos. Se le considera un profesional bregado. Antes de la Fiscalía ejerció como abogado de derechos civiles. Representó a la madre de Eric Garner, el afroamericano asfixiado por un policía en 2014. El caso, muy popular, obligó a cambiar las prácticas en el cuerpo policial neoyorquino.

Los policías colocan vallas de refuerzo delante de la oficina de la Fiscalía en Manhattan.
Los policías colocan vallas de refuerzo delante de la oficina de la Fiscalía en Manhattan. AFP

Los servicios de seguridad han decidido ponerle escolta y las vallas policiales rodean su oficina para evitar que cualquier grupo de trumpistas enardecidos cometa una tontería. Mas allá de pequeñas concentraciones , los mensajes de odio o las convocatorias a la movilización en las páginas extremistas de la red, el FBI no ve indicios de que la revuelta del Capitolio pueda reproducirse en Manhattan, aunque todo dependerá del curso del proceso, si llega a celebrarse. Un momento crítico sería cuando Trump comparezca en el juzgado.

Muchos republicanos temen una nueva explosión de odio a un año de las elecciones presidenciales, pero también es cierto que estos días no han ahorrado en combustible. El presidente de la mayoría en la Cámara, Kevin McCarthy, ha exigido en una petición rocambolesca que el fiscal Bragg se someta a un interrogatorio político y entregue a los diputados la documentación del caso. Otros líderes conservadores han comparado a Biden con el dictador nicaragüense Daniel Ortega con el argumento de que el inquilino de la Casa Blanca quiere detener a su principal rival político. Más munición para el trumpismo que ama las conspiraciones.

«Un partido político normal ya habría arrojado a un perdedor como Donald Trump debajo del autobús. En su lugar, los republicanos eligen desechar el Estado de Derecho», reprendía este miércoles un artículo en 'Los Angeles Times'. Ya hay quien dice que el apoyo de la derecha será, por ese mismo motivo, como un chorro de sifón y se apagará antes de lo previsto; sobre todo, cuando comience la competición por las primarias. Trump tiene aún un ascendente poderoso sobre las bases, pero en su contra juega el riesgo social y electoral de las protestas violentas, las múltiples investigaciones que le rodean y el desgaste propio de quien se fue y regresaría a la batalla presidencial como un elefante furioso en una tienda de antigüedades.

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