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Paramilitares en Masaya. Marvin Recinos (AFP)
Masaya no se rinde

Masaya no se rinde

Ortega celebra el 39 aniversaro de la revolucion sandinista con los jóvenes rebeldes escondidos o fugados para escapar de la cacería oficial

Mercedes Gallego

Enviada especial a Masaya (Nicaragua)

Miércoles, 18 de julio 2018

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La lluvia de ametralladoras y lanzacohetes que cayó el martes sobre Monimbó duró casi seis horas y cuando callaron la balas empezó el saqueo y la cacería. A Guardabarranco le dejamos escondido bajo el doble suelo de una lacena, con los policías tocándole a la puerta. Al Doctor Cortés, huyendo de la enfermería. A Chayo Palo, defendiendo las barricadas. Silvia escapó por la puerta de atrás. Los paramilitares le desvalijaron la casa, se llevaron la tele y le destrozaron los muebles. Quedaron magullados, hambrientos, lesionados, sin respiración, cuatro de ellos muertos, heridos ni se sabe. Todo menos vencidos.

«Les dijimos a los muchachos que resistieran lo que pudieran, pero que luego se replegaran porque la vida no se repone, las barricadas sí», contaba por la noche Guardabarranco, desde la casa de seguridad de Masaya en la que escondía. Huyó de Monimbó en moto, con el casco puesto y bordeando por las veredas. «Ahora lo importante es sacar a los muchachos que andan escondidos, tenemos hasta grupos de 300». A uno de ellos, «de unos 200», los perseguía ayer al amanecer los paramilitares «por el bajadero de la laguna de Masaya», denunció Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense pro Derechos Humanos. Hablaba entonces de al menos medio centenar de «desaparecidos», en un momento en el que los comandantes del grupo Movimiento Por Nicaragua que organizaba la resistencia de Monimbó admitían haber perdido el control, «no sabemos quién falta ni quién ha caído», explicaba Guardabarranco. «Sólo sé que los ocho líderes estamos a salvo y esto continúa. Lo consideramos una victoria, teniendo en cuenta la fuerza con la que llegaron».

Personas con la cara tapada vigilan las calles hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua).
Personas con la cara tapada vigilan las calles hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua). Jorge Torres (Efe)

Los paramilitares campaban ayer a sus anchas por todo Monimbó, sentados a la sombra en la placita llena de pintadas que el día antes mostraba orgulloso Guardabarranco a este periódico. Aún uniformados de azul y con los pasamontañas puestos, AK-47 al hombro, dos de ellos contestaron sorprendidos por la osadía a las preguntas de este periódico. «No, nosotros no trabajamos con los antimotines», juraban, «ni siquiera somos trabajadores del Estado». ¿Y entonces, para quién trabajan? «Para la empresa privada», resolvió uno. Según ellos, no cobran, «lo hago con mi corazón», afirmaba. Su recompensa era que la gente «ha traído comida y hasta café». Ciertamente había pobladores satisfechos con la 'Operación Limpieza' del gobierno, como Belinda Salazar, que ya estaba harta de que todo estuviera cerrado y no llegase mercancía a las tiendas. «A mi nieta de cuatro años la asustaban por las noches con el ruido de las bombitas», se quejaba.

Mientras ella, orgullosa, contemplaba cómo las palas excavadoras se llevaban los adoquines de las barricadas destruidas, José Salvador Gutiérrez barría las balas de la puerta de su casa y lloraba a moco tendido. «Son unos asesinos», acertó a decir el hombre canoso de piel curtida con un nudo en la garganta. Sólo mujeres y ancianos caminaban ayer por Masaya. Todos los jóvenes y varones habían huido o están escondidos. La Iglesia de San Sebastián amaneció custodiada por encapuchados de negro. El padre Augusto Gutiérrez también se había dado a la fuga, porque como a los demás le acusan de ser uno de los cabecillas de este movimiento popular.

Roxana García tuvo que enterrar a su marido Josué Rafael Palacios Rivera con puro viejo, algunas vecinas y un trombón. El joven de 33 años al que una bala perforó el hígado deja tres hijos, la menor de diez meses. Luchaba por ellos, como Guardabarranco, «para que mi hija no tenga que hacerlo», decía él, pero se desangró en la calle porque no permitieron que entrase una ambulancia a sacarlo. «No queremos más guerras, nosotros ya vivimos una y ahora nuestros hijos otra», lloraba Ester Palacios, tía del chico enterrado. «Daniel era como el padre del pueblo y lo mandó a matar, «¡a su propio pueblo desarmado!».

Un hombre con la cara tapada vigila una plaza hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua).
Un hombre con la cara tapada vigila una plaza hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua). Jorge Torres (Efe)

Durante los últimos once años de gobierno ininterrumpido el líder de la revolución que hoy precisamente cumple 39 años ha desmantelado lentamente el sistema democrático con leyes que facilitan su reelección indefinida y ha incorporado a su familia al poder, con su mujer como vicepresidenta. El lunes la Asamblea Nacional que sanciona sus iniciativas de ley aprobó una que permitirá aplicar cargos de terrorismo a quienes participen en las protestas y bloquear las cuentas bancarias que reciban dinero para apoyarlos, ahora que empiezan a llegar remesas de nicaragüenses en el extranjero. «Protestar es un derecho y reprimir es un delito», le rebatía Guardabarranco, «pero ellos creen que es al revés».

Había cola en el cementerio. A este joven hay que sumar otro de 33, un adolecente de 15 y una mujer a la que ejecutaron en plena calle, hincada de rodillas. Aseguraban que las fuerzas de choque perdieron a cuatro, seis según la fuente, «pero eso no lo contarán, porque no les conviene», decía el líder desde la clandestinidad.

La lucha sigue. «Nosotros no peleábamos por unas barricadas, luchamos por la justicia y la democracia. ¡Qué nos importan unos adoquines!». Los paramilitares los ponían ayer de vuelta en las calles, pero iban desapareciendo de otros barrios de Masaya, Managua y múltiples pueblos, cargados de simbolismo en el aniversario de una revolución que envejece mal.

Varias personas con la cara tapada vigilan las calles hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua).
Varias personas con la cara tapada vigilan las calles hoy, miércoles 18 de julio de 2018, en la ciudad de Masaya (Nicaragua). Jorge Torres (Efe)

Víctor Hugo Tinoco, uno de los nueve comandantes que la hicieron triunfar en 1979, reconoció a este periódico que el pueblo estalló hace justo tres meses «por una acumulación de agravios» ante un mandatario que ha mostrado «un afán desmedido de poder personal y de enriquecimiento», aprovechando el olvido del mundo. El ejército personal que ha formando con delincuentes y exmilitares es la mejor prueba de ello. A su juicio, Ortega ha cometido «un gran error estratégico» al reprimir una protesta civil como si fuera un enemigo militar. «Lo que se ha acabado con la represión de Monimbó es una guerra imaginaria, inexistente, porque no había ningún ejército contra el que luchar, sólo muchachos y una población rudimentaria», afirma el exvicecanciller de 66 años que acompañó a Ortega en el gobierno.

Las protestas continuarán, porque en el proceso ha cortado los lazos con todos los sectores con los que pactó para consolidar su poder, desde la Iglesia hasta los empresarios, pasando por amplios sectores de las bases sandinistas, horrorizadas con la represión. Y en el proceso de luchar en la lucha contra este enemigo inexistente, «ha quedado como un carnicero, como alguien totalmente inaceptable». Ahora, el mundo está mirando y la celebración hoy de su revolución resulta, como mínimo, cínica y siniestra.

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