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La Policía se enfrenta a habitantes de la favela Pavao-Pavaozinho, en Río de Janeiro
Brasil entra en crisis a menos de dos meses del Mundial

Brasil entra en crisis a menos de dos meses del Mundial

Los disturbios en las favelas, el aumento de la inseguridad y la fuerte tensión social disparan las alarmas en el Gobierno de Dilma Rousseff

Miguel Salvatierra

Sábado, 26 de abril 2014, 07:25

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A menos de dos meses de la celebración del Mundial de fútbol, Brasil ha entrado en un peligroso ciclo de disturbios e inseguridad. El último estallido de violencia se produjo el pasado martes. La chispa del incendio prendió en la favela Pavão-Pavãozinho, en Río de Janeiro, tras la muerte del bailarín Douglas Rafael da Silva Pereira, de 25 años, en el curso de una operación policial ocurrida la noche del lunes. Según testimonios de vecinos de la favela, murió a causa de los golpes de los agentes que lo habrían confundido con un narcotraficante. Pereira trabajaba en el programa de variedades Esquenta, de la televisión Globo. Otro hombre, sin identificar, murió en los disturbios de un tiro en la cabeza.

Esta erupción de violencia ha inquietado de forma muy particular, dado que la favela de Pavao-Pavaozinho y la vecina de Cantagalo, se encuentran entre Copacabana e Ipanema, los barrios más turísticos de Río, cuya seguridad es clave para la organización de la Copa del Mundo. Algunos hoteles de Copacabana tuvieron que pedir a sus clientes que no salieran a la calle, muchas tiendas y bares tuvieron que echar el cierre antes del anochecer en medio del pánico desatado por los tiroteos, las barricadas incendiadas y el vuelo de los helicópteros policiales.

Los asentamientos de Pavao-Pavaozinho y Cantagalo cuentan con unos 100.000 habitantes y están bajo el control de la Policía desde que en 2009 el Gobierno local impulsara una política de "pacificación". En un principio, esta estrategia pareció dar resultados con un repliegue de los narcos hacia zonas periféricas, pero sin dejar de controlar el mercado de la droga en las favelas cercanas a los barrios más acomodados. Sin embargo, desde septiembre pasado la guerra ha vuelto a las favelas pacificadas. Mientras las autoridades han concentrado más efectivos e intensificado sus operaciones, en paralelo se han multiplicado las denuncias de abusos y muertes de civiles que no tenían nada que ver con los narcos, como la que ha desencadenado el estallido de violencia del martes.

Este clima explosivo en las favelas, no se alimenta solo del narcotráfico. El malestar en estas zonas desfavorecidas no ha dejado de crecer al igual que los movimientos de protesta que se han ido extendiendo por todo Brasil desde el pasado mes de junio. Las masivas manifestaciones de entonces se produjeron a raíz de las subidas de transporte público que, pese a la fuerte oposición popular, han acabado por aprobarse.

Los movimientos de protesta de junio no han vuelto a repetirse, pero existe el fuerte temor de que aprovechen el Mundial para volver a mostrar su descontento por la corrupción, la seguridad y las carencias de todo tipo en los servicios públicos. En caso extremo, las autoridades tienen previsto durante el mes de competición utilizar al Ejército crear zonas aisladas de los altercados.

El Gobierno está decidido a actuar de forma drástica, ya que además del escaparate ante el Mundo que será Brasil, a la vuelta de la esquina están las elecciones presidenciales del cinco de octubre, en las que Dilma Rousseff debería revalidar su mandato, aunque su popularidad ha caído de un 80% a un 37% en el último sondeo. La catástrofe que lo puede trastocar todo sería una eliminación anticipada de la selección brasileña. Por el contrario, si Brasil gana el Mundial la euforia popular barrería con todo, al menos durante unos meses.

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