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Elena Carrillo casi siempre está tejiendo, especialmente, haciendo crochet. Esta vecina de Cortes de la Frontera comenzó cuando apenas tenía siete años, gracias a su ... abuela materna, y hoy en día, con 48, tiene casi 100.000 seguidores en YouTube (ELENA'S CROCHET Y PUNTO), en torno a 18.000 en Instagram (@elenascrochetypunto) y esta misma cifra en Facebook (Elena'S Crochet). Es 'influencer' de crochet, de moda en crochet y punto, desde su pueblo, desde el que diseña sus propias prendas y se las enseña a hacer a un pedazo del mundo, presumiendo de sus creaciones, pero sobre todo, de la herencia de su antepasada.
Elena, que compagina esta dedicación con la gestión de una boutique de moda en Ronda, de la que es propietaria junto con su hermana; hace jerséis, cárdigans, chaquetas, complementos, faldas, vestidos, bufandas, gorros, bikinis, pantalones... Nada se le resiste. «Siempre estoy tejiendo y cuando no, estoy pensando en ello», dice esta cortesana cuya pasión por las agujas y los ovillos tiene una raíz que se hunde hasta la dura historia a la que tuvo que enfrentarse en su infancia, cuando su padre murió. Su madre se quedó sola para mantener la familia y su abuela materna, que entonces vivía en La Línea, se desplazó hasta Cortes para cuidar a Elena y sus hermanos, de cuatro y nueve años.
«Siempre estaba tejiendo. La recuerdo con una bolsita enganchada en la mano hasta cuando ibámos a pasear. Compartió su afición conmigo. Me imagino que era una forma de entretenerme cuando ya no sabía qué hacer con tres niños pequeños. Mi hermana también aprendió, pero a mí me engachó», explica y añade que tejer para ella fue un «salvavidas para no caer en la tristeza». «Mientras estaba tejiendo no pensaba en la tragedia que estaba viviendo, en la pérdida de mi padre. Tejer para mí es como ver una belleza oculta en lo malo. Tejer requiere mucha concentración, no puedes pensar en otra cosa. No estas aburrida. A mí me dio felicidad entonces». En otro momento de su vida, cuando con veintitantos se enfrentó a un problema de salud, con varias operaciones y casi un mes de ingreso hospitalario, el crochet también le ayudó. «Tejía en el hospital, con fiebre... Las enfermeras se sorprendían», añade. También, cuando iba en el tren a Madrid, para hacerse pruebas médicas, antes de su ingreso, tejía en los viajes. «A la gente le sorprendía verme haciendo crochet con veinte años», asegura.
Aunque esta afición siempre ha acompañado a Elena, fue antes de la pandemia cuando ya empezó a realizar sus propios patrones y hacer diseños exclusivos. «Veía tutoriales en Internet y mi hijo me decía que yo lo hacía mejor, me animó a crear el canal», explica. Y así lo hizo, preocupada porque algún día le faltasen las ideas, lo que no ha ocurrido, todo lo contrario, puesto que indica que no tiene tiempo para ejecutar todas las que quiere. A la semana hace y termina dos creaciones y ya tiene una tercera en marcha. «Hay personas que creen que tengo una máquina... pero es que ¡no existe una máquina para hacer crochet!», exclama.
Está convendida de que todo el mundo puede hacer crochet, ya que es muy fácil, asegura, por lo que anima a iniciarse en ello. «Todo el mundo puede hacerlo, hay prendas que pueden parecer difíciles, pero no lo son», defiende y hace hincapié: «Lo que más me gusta es buscar ideas, mezclar colores... Además, con el crochet se teje más rápido y se puede hacer cosas muy bonitas con pocas puntadas y para enseñarla, es una ténica perfecta», cuenta esta cortesana a la que su abuela no se le va de la cabeza: «Es como si estuviera tejiendo ella. Mi primera prenda fue una bufanda, con ella. Me ayudó a hacer un vestido, que lo tengo guardado. Me compró una revista, ella no sabía leer y yo le ayudaba, fue lo último que tejí con ella. Luego mi primer gran trabajo fue una colcha para una cama de matrimonio», recuerda.
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