Germán García: El publicista que encontró la felicidad en un antiguo molino de Villanueva del Trabuco
«Me pasaba todo el día delante de un ordenador y comencé a tener la sensación de hartazgo, a pesar de tener un trabajo para el que había estudiado y un buen sueldo»
Llevaba más de media docena de años trabajando en el mundo de la publicidad, para lo que había estudiado previamente, porque así lo quiso, en ... la Universidad Complutense de Madrid. Pero, un día se dio cuenta de que no se sentía feliz. Le faltaba algo importante.
«Me pasaba todo el día delante de un ordenador y comencé a tener la sensación de hartazgo, a pesar de tener un trabajo para el que había estudiado y un buen sueldo», explica Germán García, el propietario del complejo rural y de oleoturismo Molino Jabonero y del aceite de oliva virgen extra 100 Caños, en Villanueva del Trabuco.
Este municipio de la Sierra Norte de Málaga nunca dejó de ser su pueblo ni el de sus padres. Y eso, a pesar de que por motivos profesionales -eran docentes- anduvieron viviendo en ciudades como Marbella o incluso Menorca. «Nuestras vacaciones y nuestros fines de semana siempre veníamos a Villanueva del Trabuco», comenta Germán.
«Aquí me siento muy a gusto porque tengo mi jardín, mi gimnasio, mi lienzo y mi hogar»
En el año 2000, en plena crisis vocacional, Germán ve la luz al final del túnel en unas vacaciones en el pueblo. Un maltrecho y abandonado molino en un cortijo familiar, que hasta la fecha estaba arrendado a agricultores, fue suficiente para seducirlo.
«Le dije a mi madre que me hacía ilusión volver al pueblo y adecentar aquello como una segunda residencia», explica.
Y ése fue un punto de inflexión decisivo en su vida. Ahí hizo borrón y cuenta nueva. De un día para otro decidió dejar atrás su experiencia laboral en departamentos de marketing, agencias de publicidad e incluso medios de comunicación. También olvidó la sensación de tener que levantarse «con malhumor para ir a trabajar».
En el Molino Jabonero empezó a pulir un proyecto en el que lleva ya inmerso dos décadas de su vida. Desde el primer momento le vio muchas posibilidades a aquellas vetustas maquinarias que se movían con la fuerza del agua del río Guadalhorce, que pasa a tan sólo unos metros del inmueble.
A los dos años de aventurarse en aquel quijotesco proyecto, sacó sus primeros frutos. En 2002 abrió como alojamiento rural la casa donde nació su madre. Dos años más tarde también consiguió la licencia de apertura para un mesón rural, con el que se dan servicios de comida o se organizan catas y otros eventos.
Justo después puso en marcha otra pata importante para su proyecto empresarial, pero también vital: el oleoturismo. «Empezamos a recibir visitas de grupos de escolares», indica Germán. Eso sí, se topó con la crisis en 2008, en la que se evaporaron muchas ayudas para este tipo de visitas en centros educativos.
A partir de ahí, comienza a buscar otros públicos ávidos de experiencias y aprendizaje. Los encontró fuera del país, a través de intermediarios. «Por aquí han pasado muchos extranjeros en estos años, desde finlandeses a canadienses», añade el propietario de Molino Jabonero.
Pero, al mismo tiempo que mostraba esta joya de lo que hoy se conoce como arqueología industrial, Germán seguía trabajando en poner en valor la antigua almazara tradicional y el molino harinero. El año pasado, después de mucho tiempo, consiguió incluso echar a andar esa maquinaria, como cuando era de su abuelo.
Sólo le falta conseguir que funcione con la fuerza del agua del cercano Guadalhorce. Tiene hasta el acueducto. Sólo le falta el permiso administrativo para coger prestado parte de ese cauce y conseguir completar este proyecto etnográfico, impensable hace veinte años.
La trayectoria rural de Germán García no se puede entender hoy tampoco sin la elaboración del aceite de oliva virgen extra 100 Caños. «Todo empezó cuando un amigo me plantea en 2012 que me haga cargo de su finca con el reto de hacer un aceite de oliva de calidad», asegura.
Tres campañas más tarde funda con otros socios 100 Caños Gourmet, con las que elabora sobre todo un monovarietal hojiblanca de cosecha temprana, que ha cosechado muchos éxitos dentro y fuera de España.
Este zumo de aceitunas premium no sólo ha conseguido distintos premios sino sobre todo clientes prestigiosos, entre los que se encuentran varios restaurantes con Estrella Michelin.
Tras cinco campañas consecutivas, ahora tiene el desafío de continuar haciendo AOVE de calidad como dueño en solitario.
Germán ha invertido dinero en el Molino Jabonero, pero sobre todo tiempo. Eso sí, no se arrepiente. Más bien todo lo contrario: «Aquí me siento muy a gusto porque tengo mi jardín, mi gimnasio, mi lienzo y mi hogar». Ha tenido mucho trabajo físico, pero también espacio para la creatividad.
Un proyecto que no se entiende sin la familia
Germán nunca ha estado solo en esta aventura. Primero, le acompañó su mujer, que también es de Villanueva del Trabuco. Después, sus dos hijos, de ocho y diez años. «No habría continuado con estos proyectos de no haber contado con mi familia, asegura.
Pero ellos también ganan. Sobre todo los pequeños, con un aprendizaje en el medio rural que hoy no está al alcance de muchos: «Tenemos huertos, han criado en corrales gallinas, pavos e incluso codornices y han ordeñado cabras en explotaciones de amigos».
Germán considera un lujo poder tener hoy ese contacto con el medio rural. En cambio, dice que hay gente que se extraña que con la formación que tiene se dedique a hacer aceite de oliva.
Reconoce que el campo requiere mucho esfuerzo. «Pero no es lo mismo echar doce horas trabajando al lado de un río, escuchando los pájaros y viendo la montaña que estar el mismo tiempo sentado delante de un ordenador», concluye.
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