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No tiene que pensar la fecha, la tiene grabada a fuego en la memoria: 23 de abril del año 2000. Ese día, Silvia Casado, malagueña ... de 24 años que regentaba una peluquería en Huelin, entraba junto a otros desconocidos en el primer Gran Hermano de la historia de la televisión en España. Nadie, «ni los concursantes, ni la cadena, ni la productora», advierte, anticipó las dimensiones de popularidad que tomaría aquel 'reality' que supuso un antes y un después en su vida. De hecho, 22 años después, su voz, sus gestos y su cara siguen resultando familiares y avivan el recuerdo colectivo de infinidad de espectadores que no se perdieron ni un capítulo del culebrón del momento. En Guadalix de la Sierra se enamoró de Israel Pita, padre de su primer hijo, y se metió a gran parte del público en el bolsillo. Ahora, con la madurez de sus 46 años, no se arrepiente de aquella decisión que tantas veces lamentó cuando quiso retomar su vida tras abandonar la casa, hasta que la segunda hornada del fenómeno televisivo tomó el relevo de la audiencia y los focos.
-24 días en la casa y se convirtió en 'la de GH', ¿para siempre?
–Pues sorprende que tantos años después haya gente, sobre todo en Andalucía, en Cádiz o Málaga, que me reconozcan en la calle. A muchos otros les resulto familiar, quieren reconocer mi voz, pero no saben o no atinan a acertar de qué me conocen exactamente. Yo, depende del perfil de la persona en cuestión, se lo digo o no. Hay buena gente que le hace gracia y me recuerda con cariño y otros estirados a los que le da vergüenza aceptar que lo ha visto o que piensa directamente que somos la peste.
-Pues aquí una que reconoce que se tragó la edición entera y que era de las que la veía ganadora...
–(Risas) No, no, no. Eso no se sabe. Dentro de la casa había una situación difícil, me tenían muy negra y lo mismo, si me hubiera quedado más tiempo, a la gente no le hubiera gustado mi actitud.
-La audiencia le salvó pero decidió marcharse con su pareja de entonces...
–Sí, pero no salí por amor. Aquello se idealizó mucho. Yo no quería ganar ya, quería irme. Estaba agotada psicológicamente de estar ahí metida, encerrada. No tenía esa necesidad: no iba buscando ni fama y dinero.
-¿Por qué entró entonces en la casa?
–Fue una casualidad. Por entonces estaba atravesando una situación familiar, personal y sentimental complicada. Una vorágine gorda, vamos. Necesitaba desaparecer y vi el anuncio: 'Sin contacto con el exterior', decía. Llamé por curiosidad, casi de broma. Fuí superando casting hasta que me dijeron que era una de las seleccionadas de entre 7.000 aspirantes. En ese momento pensé que si la vida, el universo, el destino o lo que fuera me había conducido hasta ahí tenía que vivir la experiencia. Y entré sin saber lo que se avecinaba.
-¿Cómo era de famosa al salir? ¿Como una estrella del cine o del rock?
–(Piensa). No sabría hacer una comparativa. Nos llevaron a Toledo y, al salir a fumar un chico alto y fuerte me acompañó. Le pregunté si era familiar de Israel y aluciné cuando me confesó que era mi guardaespaldas. Me dijo que tenía que hablar con la psicóloga porque era muy popular. Después comprobé lo que era el fenómeno fan, la locura de correr, de la gente... hubo momentos en los que me paralizaba. Yo no lo entendía: ni cantaba, ni actuaba, ni bailaba, ni había escrito un libro... fue duro de asimilar ene se momento.Era muy joven.
-¿Cómo la recibió Málaga?
–Aquello fue una locura. Cuando llegué a La luz, donde vivía mi madre, nos mantearon el coche, lo cogieron a pulso (ríe). En Huelin, cuando intenté volver a la peluquería, hubo que llamar a la policía para desalojar. Se metían dentro dando porrazos en los cristales gritando: «¡Silvia!, ¡Silvia!
-¿Qué es lo más raro que le han propuesto a cambio de grandes sumas de dinero?
–Proponían de todo, desde tu vida en capítulos a un posado desnuda. Interviú estaba empeñado. Ofrecían 60.000 euros del año 2000... No quiero parecer más digna que nadie, no lo soy, pero por entonces no tenía necesidad económica y me causaba pudor que mi padre me viera así. Voy a playas nudistas y hago topless pero una cosa es una forma de vida y otra cosa es exponerte. Me llegaron a poner contra las cuerdas diciéndome que si no lo hacía me iban a hacer un robado e iba a salir gorda y fea. Me costó mucho librarme de eso... hasta que salió gente que quiso y pasó mi moda, por así decirlo.
-¿Lo siguen intentando a día de hoy?
–De vez en cuando me llaman para ofrecerme algún proyecto nuevo. Lo único que me ha tentado y que estuve a punto de participar fue 'Supervivientes'. Finalmente no salió.
-¿Mantiene contacto con los concursantes de GH?
–¡Sí! EN la actualidad tenemos un grupo de WhatsApp donde estamos en contacto, nos damos apoyo y sabemos los unos de los otros. Con Ania es con la que tengo quizá más relación.
-¿Cómo es la vida de Silvia Casado en la actualidad?
Con el tiempo tuve suerte de tomar las riendas de mi vida, no me dejé llevar por lo que me ofrecían. Hay gente a la que le costó mucho encontrarse después de pasar por la casa, eso que dicen de los muñecos rotos... porque te ponen mucho dinero delante. Yo tenía claro de dónde venía y dónde quería volver. Me lo tomé como un tiempo de mi vida que tenía que vivirlo así y ya está. Años más tarde aquella experiencia no me ha cerrado puertas.
Vivo muy volcada en mis dos pollitos, como yo los llamo, mis hijos. Hugo, de 19 años, y Marco de 11 años. La peluquería la traspasé en 2008 porque quería arrancar nuevos proyectos. Ahora soy asesora técnica comercial. Trabajo para Aveda, una marca de lujo orgánico para el cabello. También he sido profesora de formación para el empleo y sigo vinculada al mundo de la belleza, como estilista de novias: maquillaje, peluquería, complementos, etc.
-¿Planes de verano?¿Prefieres de playa o piscina?
––Soy de mar, siempre; piscina poco. Este verano tengo varios planes que ilusionan: Norte de España, recorrer Portugal en furgoneta y probar la experiencia en velero desde Valencia a Ibiza y Formentera de gente que viaja sola.Me encantan los destinos exóticos pero este año toca España. Algún fin de semana me escaparé a las playas de Cádiz, me encantan.
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