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F. LORENZO

QUINCE AÑOS DESDE QUE REGRESÓ PABLO

Bernard Ruiz-Picasso rememora, nostálgico y feliz, los frenéticos días previos a la inauguración del Museo Picasso Málaga, el 27 de octubre de 2003.-Emotivo reencuentro del nieto de Picasso con Luciano Alonso. -El regalo del famoso artista Serrán-Pagán al Vithas Xanit «porque estoy vivo». -Jardines de Diego Gómez Cabrera. -La Guardia Civil distingue al empresario Juan Lara.

PEDRO LUIS GÓMEZ

Domingo, 21 de octubre 2018, 00:04

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Contento y pelín nostálgico. Así estaba Bernard Ruiz Picasso, alma máter con su madre del museo que cambió la historia de Málaga, el Picasso, en ... la recepción celebrada en los Jardines de la Concepción con motivo del XV aniversario de la inauguración (se cumple el próximo sábado, día 27) de la pinacoteca que contiene «la más íntima y personal obra mía», como expresara personalmente en su día el genial artista malagueño a su nuera Christine, esposa de Paulo y madre de Bernard, quien en sus palabras tuvo palabras de elogio para las personas que han tenido que ver con la evolución y el cambio de Málaga, que ha sido brutal en este lustro y medio, a la vez que recordó diversas escenas vividas en aquellos días con su madre en la ciudad malacitana, incluso años antes del 27 de octubre de 2003, cuando comenzó un largo proceso en el que inicialmente, hay que decirlo, «creyeron muy pocas personas», como refirió el nieto del genio, quien fue muy diplomático al no rememorar explícitamente el grave error que en su día cometió el Ayuntamiento de Málaga, a principios de los 90 («lo del Museo Picasso, y aunque no fue culpa mía directa, yo, como alcalde, tengo que asumir mi responsabilidad, fue una tremenda pifia por nuestra parte», como reconociera en su día Pedro Aparicio), que no se creyó nada... Bernard sí mencionó con nombre y apellidos a Manuel Chaves, «una persona que creyó en el proyecto, que nos apoyó y que lo impulsó tras una reunión en Sevilla», a la vez que contó varias anécdotas vividas con Carmen Calvo, entonces consejera de Cultura, y su madre como protagonistas. «Ahora paseo por esa tremendamente cambiada calle Alcazabilla, o la admiro desde el despacho del museo, y pienso en todo lo que pasamos, en todo lo que ocurrió, y cada vez estoy más orgulloso». Lleva razón. Bernard contó cómo su madre, cumpliendo las normas que le dictara su suegro («que Franco haya muerto, que haya democracia en mi país y que mi tierra me quiera») llegó a Málaga para comenzar a poner los cimientos del gran proyecto (no relató, todo un caballero, cómo estuvo horas esperando ser atendida por los responsables municipales, mientras el coche estaba cargado de aguafuertes y libros dibujados por Pablo Picasso que traía para regalarlos a la ciudad), a la vez que traía en su mente hacer dos grandes exposiciones con obra de su colección (Christine y Bernard fueron los primeros en elegir obra por herencia), 'Picasso. Primera mirada' y 'Picasso clásico', «en el Palacio Episcopal, donde el obispo admitió obras de mujeres desnudas», como señaló Bernard a modo de broma, quien no habló tampoco de cómo en la noche del día de la llegada de Christine a Málaga, tras la tormentosa espera (ella no había avisado de su llegada), al brindar con el funcionario de la Casa Natal de Picasso que la acompañó a cenar, dijo la frase, a la sazón histórica, y que, en cierta manera, dio origen a todo lo que ocurriría después: «Brindemos por el deseo de Pablo Picasso, que Málaga tenga el mejor y más íntimo museo con su obra. Que se cumpla su deseo»...

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