Borrar
Los directores del documental, Germán Roda y Venci D. Kostov, junto a dos de los fundadores de La Zaranda, Eusebio Calonge y Francisco Sánchez. Eva S. Melendo
Memoria visual de la luz desde la caverna

Memoria visual de la luz desde la caverna

Málaga en español Germán Roda y Venci D. Kostov registran en 'La Zaranda' el proceso de creación del grupo teatral jerezano, que cuenta con más de 40 años de exitosa trayectoria

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Miércoles, 26 de agosto 2020, 00:29

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Zaranda: «Criba. Instrumento que sirve para separar los escobajos de la casca de la uva». Zarandear: «Agarrar a alguien por los hombros o los brazos moviéndolo con violencia». Para qué sirve el arte si no sacude, si no separa lo importante de lo banal, si es incapaz de transformar. Más de cuatro décadas lleva la compañía de teatro La Zaranda agitando conciencias por medio mundo, siendo espejo impertinente de las zonas sombrías de la realidad. La Zaranda es una linterna, un faro, que no ofrece respuesta alguna pero ilumina la oscuridad que nos rodea. Sus cuatro fundadores, Eusebio Calonge, Paco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos, han hecho del teatro «una necesidad del espíritu», tal como destacó el propio Sánchez ayer, durante la presentación del documental que encierra parte del misterio del singular proceso creativo de esta compañía. Los directores de cine Germán Roda y Venci D. Kostov estuvieron acompañados por miembros de 'La Zaranda, teatro inestable' en la puesta de largo del documental homónimo con el que contribuyen a conservar y poner en valor el legado de uno de los grupos de dramaturgia más estables y comprometidos del panorama español, acreedor de incontables distinciones internacionales y parte fundamental de la historia mundial del teatro.

También el procedimiento de creación de esta cinta ha sido una zaranda, una criba. Destejer ideas para encontrar el grano entre las cientos de horas de grabación requería de los directores una entrega hasta entonces desconocida para ellos. «Hay un antes y un después como creadores tras filmar este documental, este trabajo nos ha obligado a desaprender, a entender que hay que dejar que la obra hable y no al revés», aseguran.

En menos de hora y media el espectador asiste al proceso de encantamiento, se introduce en las tripas del acto creativo, donde todo está por suceder. Para lograrlo, Roda y Kostov se colaron, en calidad de testigos invisibles, en los ensayos de 'El desguace de la musa'. Casi tres semanas convivieron con los miembros de la compañía y los actores Gabino Diego, Inma Barrionuevo y María Ángeles Pérez-Muñoz en La Nave, auténtica caverna platónica en la que se cocina el sortilegio. Entre títeres, atrezzo y vestuario de las más de veinte obras que han estrenado en estos cuarenta años, inmersos en la liturgia de la oscuridad y el asombro, introdujeron los cineastas su mirada discreta.

Germán Roda avisa de que «rodar teatro es complicado, transmitir esa magia, sobre todo la de los silencios era un reto». Al poco de estar en este almacén del tiempo y el espacio comprendieron que tenían que hacer visible lo imposible, el procedimiento mediante el que los actores iban quitándose capas cada día en vez de construir algo preconcebido, como sucede habitualmente. «Ha sido fascinante asistir al nacimiento de una obra como algo verdaderamente colectivo», matiza Kostov.

La máscara como único camino posible para reflejar lo auténtico. Todo se somete a juicio entre las cuatro paredes de este viejo almacén de semillas, aislado en un polígono a las afueras de Jerez. La obra no está acabada hasta que el teatro aparece, y no se puede buscar, llega cuando es de verdad. Es o no puede ser, aunque lo persigas.

En el método existencialista de La Zaranda no tiene cabida la planificación del tiempo, no hay un número prefijado de días de ensayo. Nunca se sabe. Tampoco hay texto, el libreto se va construyendo a medida que fluye, la palabra se hace cuando entra en combustión la energía que allí se genera. «Las marcas están para romperlas, hay que jugar, dejar que los personajes vayan viniendo a nosotros», les endilga Paco a los actores, «hay que quitarse para que ellos sean».

En ese preciso instante se produce el hechizo, cuando asumen que no hay parodia sino verdad y nada más que verdad en el teatro. «Dejarte, dejarte, abandonarte, al adulto le cuesta porque la vida no nos permite dejarnos, esto es lo único que nos autoriza a volver a jugar, a ser niños», dice María Ángeles Pérez-Muñoz 'Nené' en un momento del documental. Es una declaración de amor, un acto de fe, perderse para encontrar algo que merezca la pena. En la «teoría de lo incierto» del autor Eusebio Colange hay una continua búsqueda de la fuente poética, «una explicación de qué somos». El teatro como invocación de algo más oscuro y profundo, lo que late debajo de la vida. Y en esa vereda incierta, inestable como el ministerio que predica su nombre, tampoco puede haber un final. «Tienes que tenerlo escrito, sí, pero no puede saberse, si el final del libreto coincide con el de la obra, mala cosa», advierten. Porque el teatro tiene que decirte lo que tú piensas, pero tienes que saber escucharlo, habitar el territorio de la incertidumbre.

«¿Quién vive? El Rey Lear vive. Los personajes viven; el teatro vive, nosotros vivimos», arranca el documental. Existe aquel que es capaz de someterse al genio de la creación en un camino a ninguna parte: «aunque riamos, no conocemos la alegría». 'La Zaranda', el documental, es una semilla que quizá acabe germinando en una nueva generación. Tal vez algún día el mar devuelva todas las huellas, asumen, «sólo entonces la obra estará acabada». Palabra de La Zaranda.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios