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Análisis de los críticos de SUR de 'La boda de Rosa', de Icíar Bollaín

Análisis de los críticos de SUR de 'La boda de Rosa', de Icíar Bollaín

La directora abre la competición del 23 Festival de Málaga con una comedia sobre una mujer que quiere dejar de tejer la vida de los demás para ocuparse de la suya

Viernes, 21 de agosto 2020, 15:00

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Por Francisco Griñán (**)

Icíar Bollaín hilvana,pero no cose

Ha costado que el 23 Festival de Málaga ilumine la pantalla de historias. Aunque para historias, la que ha vivido el certamen tras su suspensión y aplazamiento, nosécuantos intentos y proyectos de celebración abortados sucesivamente por la incertidumbre pandémica y la puesta en escena final en este raro y terralino agosto festivalero. Deberían hacer una película de esta aventura valiente y esta apuesta por la cultura que ha sido capaz de sincronizar el efecto terapeútico del cine y los protocolos de seguridad frente al covid. Con la reserva de butaca, mascarillas y manos hidrogelizadas, lo primero que nos ha servido la sección oficial a concurso ha llegado con firma de autora, Icíar Bollaín, y un título esperado, 'La boda de Rosa', coincidiendo además con el desembarco del filme en las salas de todo el país. La etiqueta sería la de comedia, pero el relato de esta mujer madura harta de su (no) vida tira hacia el trasfondo dramático y emocional cuando decide apretar el botón nuclear.

Candela Peña es esa protagonista heredera de la madre servicial, la hija para todo, la hermana que apechuga con los padres, la novia solícita y sonriente, la empleada comemarrones… hasta que un día dice que se pare el mundo y que se quiere bajar para dejar de ser la costurera de los demás y tejer el sueño de su propio negocio de moda. Y se monta su boda para no casarse con nadie, sino con ella misma. Así, literal. Algo que, lógicamente, deja fuera de juego a todos los que la rodean y que no daban puntada sin hilo para aprovecharse de su bondad y su incapacidad para decir no. Me interesa todo lo que hilvana Bollaín en la película, aunque, todo sea dicho, después se le salten las costuras. Porque 'La boda de Rosa' plantea una historia original, tierna y feminista con la que te identificas y empatizas. Pero la peripecia de la protagonista se agota demasiado pronto para dar vueltas argumentales sobre sí misma hasta llegar al anunciado desenlace.

Una gran y desnortada familia formada por un sólido repartazo en el que convencen Nathalie Poza, Sergi López, Ramón Barea y Paula Usero rodea a la costurera de esta trama, una entregada Candela Peña a la que el traje de la inocente y renacida Rosa le sienta de maravilla. Ella mantiene esta trama con su viaje hacia sí misma, lo que convierte a la actriz en la primera candidata de esta edición a una Biznaga interpretativa. Bollaín se ve que disfruta con sus actores y dota a la película de un optimismo esperanzador y un tono de comedia que se prestaba a explotar el humor, pero que voluntariamente huye de la risa para centrarse en su mensaje comprometido. La directora tiene claro lo que nos quiere contar, pero el patrón que confecciona no se sale de la mera corrección. La película tiene más intenciones que argumentos y, aunque no desagrada, el vestido acaba arrastrando y quedando largo(metraje).

Por Alberto Gómez (****)

Un poco de amor propio para el peor verano

No hay segundas oportunidades para causar una primera buena impresión. Por eso se agradece, en esta edición extraña y pandémica, que el Festival de Málaga no haya descorchado su programación con cualquier disparate con el que comparte patrocinador, como acostumbra, sino con una película madura y luminosa. También feminista, como se encarga de recordar su calificación oficial, más condescendiente que necesaria: «Apta para todos los públicos y especialmente recomendada para el fomento de la igualdad». Las buenas historias, como la de Rosa, una mujer olvidada de sí misma, enredada en una madeja de necesidades ajenas, son universales. Otra cosa es preguntarse qué pasaría si Icíar Bollaín, una de los directores con más talento del cine español, o Candela Peña, actriz extraordinaria, fuesen hombres; su reencuentro veinticinco años después de la refrescante 'Hola, ¿estás sola?', con la excepción de un breve papel en 'Te doy mis ojos', habría servido como reclamo promocional y pasto para la mitomanía, como ha ocurrido con otras cintas recientes. Pero eso forma parte del terreno siempre pantanoso de las hipótesis.

Lo cierto es que Bollaín se balancea con inteligencia entre el drama y la comedia durante todo el metraje, un equilibrio capaz de hacer reír y emocionar en apenas una hora y media. La irrupción de los personajes secundarios, hermanos de Rosa, interpretados por Sergi López y Nathalie Poza, ofrecen momentos hilarantes como la secuencia de la despedida de soltera. Pero el guión, escrito a cuatro manos junto a Alicia Luna (otra suerte de reencuentro tras la premiada y necesaria 'Te doy mis ojos') no aplica el trazo grueso en estas tramas tentaculares, al contrario; los personajes de López y Poza, espléndidos, tienen matices, son reales. Sus problemas y el modo de afrontarlos desprenden cierto patetismo en el que cualquiera que baje de los altares para analizarse a sí mismo podría reconocerse. Una sorprendente Paula Usero, a quien el papel de 'millennial' tan perdida como su madre, sobrepasada por la presión, probablemente le valga una candidatura al Goya a mejor actriz revelación, y Ramón Barea confirman la condición de Bollaín como estupenda directora de actores.

Los colores de la costa valenciana contrastan con el hastío inicial de la protagonista, clavado en cada mueca de Peña, un animal interpretativo en permanente estado de gracia que esta vez se convierte en una modista que a los cuarenta y cinco años se de cuenta de que vive para los demás. El resto de la sinopsis es mejor no leerla, como tampoco resulta recomendable ver el tráiler: inexplicablemente han decidido destripar la película. Basta saber que Rosa aprieta «el botón nuclear» y su pequeño mundo salta por los aires. Una deliciosa forma de comenzar este festival menguado que, pese a todo, puede ser más útil que nunca: el final de nuestro peor verano está en sus manos.

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