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Crispación entre críticas y promesas

La gran pregunta que queda en el aire es cómo influirá en el voto del domingo el cruce de acusaciones y promesas entre los dos líderes políticos

diego carcedo

Martes, 15 de diciembre 2015, 01:22

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Mientras muchos ciudadanos se estarán planteando quien ganó el debate tal y como si se tratase de un combate de boxeo la gran pregunta que queda en el aire esta madrugada es cómo influirá en el voto del domingo el cruce de acusaciones y promesas entre los dos líderes políticos que se disputarán encabezar la minoría mayoritaria en el Parlamento la próxima Legislatura. La mayoría mayoritaria porque el Gobierno, si las encuestas no se pegan un batacazo histórico, va a depender en buena medida de la decisión que a partir del lunes adopte alguno de los partidos ausentes del cara a cara protagonizado por Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Fue sin duda una manifestación de alta política con manejo abundante de datos por ambas partes, la tensión propia de un encuentro frontal de esta naturaleza, la reiteración de argumentos que le acabaron restando diversidad y algún estallido de crispación como el que desencadenó la calificación hecha por Sánchez a Rajoy de indecencia al no haber dimitido con el escándalo Bárcenas y la airada respuesta del ofendido líder del PP a su contrincante socialista al que acusó de mezquino, ruin y miserable, palabras gruesas que por fortuna no impidieron que el resto del debate discurriese con corrección.

Era la cuarta vez que Mariano Rajoy participaba en un debate cara a cara como candidato a la Presidencia del Gobierno, pero en esta ocasión con muchos flancos débiles después de una legislatura en la que, al menos ante el ciudadano de la calle, los logros en la recuperación que intentaba continuamente resaltar quedaban eclipsados por el descenso del nivel de bienestar, los recortes en los servicios públicos, la pérdida de peso internacional y, especialmente, la corrupción que tanto salpica a sus partido. No sorprendía que a veces se le viese nervioso, él que es de talante tranquilo, y con menos capacidad de reacción de lo habitual.

Pedro Sánchez, que participaba por vez primera en un reto de semejante altura, contaba con la ventaja de hallarse en la oposición y sin responsabilidad en los problemas, aunque también con la desventaja de tener en contra los pronósticos de los sondeos que de cumplirse el día 20 podrían poner fin a su condición de secretario general del PSOE en la que todavía no lleva año y medio. Aunque habrá opiniones distintas, la imagen que dio desde los primeros momentos fue combativa, sin concesiones de ningún tipo hacia su adversario, y en líneas generales con un excelente conocimiento de los temas abordados.

En conjunto el debate resultó interesante y animado. No hubo momentos de relajación para que nadie aprovechase para dar una cabezada. En algunos momentos, también hay que decirlo, resultó un tanto embarullado, con frecuentes interrupciones sobre todo de Pedro Sánchez que el moderador, el veterano en estas lides Manuel Campo Vidal, evitó frenar para darle mayor viveza y espontaneidad al intercambio de acusaciones y críticas, entremezcladas de promesas electorales en su mayor parte ya conocidas pero con la aportación de poder ser enjuiciadas sobre la marcha.

Rajoy reiteró varias veces que el primer objetivo que su Gobierno se planteará es la creación de dos millones de puestos de trabajo. Argumentaba que esto sólo sería posible si se mantiene la política actual que ya había llevado a la recuperación de varios centenares de miles de empleos destruidos por la crisis. Sánchez también expuso un amplio abanico de medidas, entre ellas la derogación de la reforma laboral, la igualdad salarial entre hombres y mujeres o elevar en ocho años el salario mínimo a hasta un 60% de la media salarial.

Por el problema catalán, que el moderador suscitó con insistencia, ambos pasaron sin profundizar enfrascados como estaban en otras cuestiones como la recuperación y, sobre todo, la corrupción, el caballo de batalla con el que Pedro Sánchez procuraba acorralar una y otra vez a Rajoy. El presidente intentaba defenderse pero los datos con que contra replicaba su adversario eran demasiado apabullantes. En conjunto el debate fue un gran mitin, seguido por muchos millones de personas, en el que el y tú más siempre estuvo presente como primera respuesta a las críticas y lamentablemente muchas cuestiones importantes para el futuro de los españoles se quedaron fuera.

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