Jean Tirole: «No podemos ser egoístas con las generaciones futuras»
El Nobel francés de Economía defiende la economía del bien común en un foro académico organizado por la UNIA
Si Jean Tirole reconoce que desde 2014 –año en el que recibió el Nobel–, sintió la necesidad de implicarse más en la difusión de ... la economía, ayer dejaba constancia en Málaga de que en ese empeño además se siente cómodo. El director de la Escuela de Economía de Toulouse participó por la mañana en la primera sesión de un encuentro académico organizado por el grupo de investigación de Economía del Bien Común, y por la tarde, ante un salón de actos repleto en el edificio Italcable –sede de la Universidad Internacional de Andalucía–, habló y animó al auditorio, en su mayoría profesores y alumnos, a preguntar. Tirole huyó de etiquetas para sentar como primera condición de un mundo mejor la de vacunarse contra el egoísmo, una pretensión sobre individuos, empresas o países ante la que confía en el poder regular e incentivar. «Podemos persuadirnos para un comportamiento menos egoísta a veces con ayuda de la regulación, como ha pasado en países como España o Francia con el consumo de tabaco, con resultados incluso superiores a los esperados, explicó. «No podemos ser egoístas con las generaciones futuras; si no, nuestros hijos y nietos no podrán hacer nada», sentenció sobre la razón última que deberá situar el mercado y su regulación al servicio del bien común. Lo hizo en una de las ocasiones en las que insistió en la necesidad de abordar el cambio climático «sin egoísmos nacionales» después de 26 años –el tiempo transcurrido entre las cumbres de Río y de París (2015)– «sin que se haya hecho casi nada».
«Podemos cometer errores, pero una democracia sin expertos no trae nada bueno»
En esa concepción para mejorar la realidad que trata en su último libro – 'La economía del bien común'–, la pregunta inicial y sin condicionantes, aseguró, es «¿en qué sociedad quiero vivir?». Lejos de recetas y propuestas cerradas, y por supuesto, de modelos fallidos a partir del «hombre nuevo» de los regímenes comunistas, Tirole se apartó también de quienes rechazan el libre mercado dándolo por fracasado. El economista galo, especialista en el análisis de la regulación en situaciones de oligopolio, admitió que el «declive de las políticas públicas e incluso de la dignidad humana» habían contribuido a extender esa percepción, lo que le reforzaba en su convicción de actuar en la economía por la vía de incentivos y de regulación en ámbitos que afectan «a la igualdad de oportunidades educativas y la toma de decisiones entre generaciones y países sobre deuda, sanidad o pensiones futuras». También incidió en la necesidad de proteger los puestos de trabajo ante la economía digital –«ninguna empresa querrá crear ya empleos estables sabiendo que en el futuro aún serán más cambiantes», vaticinó–, un escenario para el que reclamó, en el caso de Europa, reforzar los mecanismos entre países, como se ha hecho en la regulación de la privacidad de datos en Internet. «Queremos mejorar las cosas, pero tenemos que ser europeos», sostuvo. «Los economistas trabajamos cuando el mercado falla, no cuando funciona bien», justificó la visión «a largo plazo» que debe acompañar a él y sus colegas, pero acotó ese papel: «No estamos para dar soluciones sino solo herramientas». Comparó en otro momento el trabajo como científicos sociales con la labor de «médicos y sismólogos, que pueden detectar los factores de riego, pero no en qué momento se producirá el mal concreto». Defendió una disciplina a la que él, tras formarse como ingeniero de Caminos y al hilo del enunciado de las Jornadas organizadas por la UMA y la UNIA con el patrocinio de Fundación Unicaja –'Información e incentivos'–, aseguró que «el reconocimiento social del economista puede ser un incentivo tan gratificante como peligroso si se nos lleva a un debate en el que podemos ser unos incompetentes». «Los expertos podemos cometer errores, pero una democracia sin ellos no trae nada bueno», sostuvo el Nobel, que se mostró partidario de potenciar la presencia de actores independientes en instancias reguladoras y alertó de los populismos ante los conflictos sociales: «Lo peor que se puede hacer es echar la culpa a los políticos si no se quiere beneficiar a los populistas».
En la presentación, el rector de la UNIA, José Sánchez Maldonado, se refirió a Tirole como un «europeísta convencido» y un investigador «en la frontera del mejor liberalismo y de la socialdemocracia abierta». El catedrático de la Autónoma de Barcelona, Salvador Barberá, por su parte, elogió la figura de Tirole, del que dijo que era la «antítesis del científico que se encierra en su torre de marfil». El director de la FundaciónUnicaja, Sergio Corral, destacó su condición de científico social y «el mérito» de rescatar el papel de los economistas en la búsqueda del bien común.
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