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«Uno de los primeros signos de modernidad en Campillos se dio con la fabricación y comercialización de un refresco de naranja». Esta frase, que se puede leer en el Museo de la Memoria de la Vida, no pasa nunca desapercibida entre los visitantes de este espacio temático, situado en el centro de esta localidad del Valle del Guadalteba.
Pero aún impacta más ver en este espacio, dedicado a la historia y a la etnografía de Campillos, una botella con un líquido naranja en una vitrina. Se trata de uno de los 'cascos' usados en su día para la katana, un refresco que gozó de gran popularidad en esta zona de Andalucía en la década de los años sesenta.
Aunque no existe mucha documentación sobre este hito en la historia de Campillos, el origen de esta gama de refrescantes productos podría estar en el año 1963. Así lo refleja al menos Antonio Lebrón, un maestro y escritor campillero que en su autobiografía dedica un capítulo a la Katana y a la huella que ésta le dejó en su infancia. Concretamente así se puede leer en su libro «El niño que creció, vivió y se hizo mayor entre niños».
Fue iniciada la década de los años 60 cuando la conocida como Casa Navas, dedicada hasta entonces a la elaboración de jabones y gaseosas en el número 53 de la calle Lavados, decide sacar al mercado refrescos de elaboración propia. En un principio, la bebida tenía que llamarse como la empresa, pero según relata uno de los descendientes de esta familia, Pedro Navas, fue denegado por el registro. De ahí, que se probara suerte con la palabra 'katana'. Esto dio lugar a que se especulara con que la marca tuviera que ver con una de las integrantes de la familia, Catalina Navas, con un síncope o juego de palabras (en aquellos años no era tan conocida en España la denominación del típico sable japonés conocido como catana).
Pedro es descendiente de Vicente Navas, el precursor de esta marca de refrescos, que en poco tiempo ganó mucha fama no sólo en Campillos sino también en otros municipios malagueños e incluso alguno de la provincia de Sevilla, como El Saucejo. Aunque se hicieron de naranja, limón y cola, el primero de los sabores fue el que cosechó más éxito entre campilleros y visitantes. «Había gente que venía de paso por aquí que no la conocía y se sorprendía gratamente con su sabor», comente Pedro Navas.
No fueron fáciles los inicios para comenzar a elaborar y distribuir la katana. Para empezar la empresa Casa Navas tuvo que comprar las botellas en Valencia, mientras que la base del caramelo usado se compraba en la localidad castellonense de Benicarló. A partir de ahí la propia familia y uno de sus trabajadores, Juan Cañamero, hacían los tres tipos de katana que sacaron al mercado.
Sobre esta mítica bebida hay incluso también algo de leyenda urbana, que deja entender que la iniciativa de elaborar estas bebidas tenía su origen en el rechazo que le propiciaba a los miembros de la familia Casa Navas los refrescos de Coca Cola. Sin embargo, esta tesis está muy alejada de la realidad, como confirman hoy los pocos testimonios que sirven para documentar la historia de la katana. Es más, el origen de la bebida hay que buscarlo más bien en el carácter emprendedor de la familia Navas.
Además de su sabor, «muy agradable», como lo define Antonio Lebrón, también influyó en su éxito su precio, más económico que otros refrescos de la época. Además de en botellas, «se hacían sifones», añade Pedro Navas. Poco a poco, la katana comenzó a ganar fama en el entorno de Campillos hasta que repentinamente se dejó de hacer, ante la sorpresa de muchos de sus consumidores.
Pero, ¿por qué se dejó de fabricar la katana? Ésa es la pregunta que se hacen muchos hoy en Campillos. La respuesta la da hoy Pedro Navas. Como distribuidores, la empresa Casa Navas comenzó a trabajar con los refrescos de Coca Cola y Fanta, lo que comenzó a quitar tiempo y espacio para la elaboración de estos refrescos hechos en Campillos. «Dejó de ser rentable y se le dio prioridad a la distribución de otros refrescos», comenta el descendiente de esta exitosa empresa campillera.
Hoy, además de verse una de las botellas vacías en el Museo de la Memoria de la Vida de Campillos, hay quienes conservan envases llenos. Además de algunos particulares, hay bares y restaurantes de Campillos que también guardan con mimo estas piezas de coleccionismo. También se conserva la publicidad impresa que se hacía de este refresco, en la que se puede ver a un bañista tomando una de las bebidas. En la parte superior se puede leer «¡Qué refrescante! Katana de exquisito sabor naranja y limón»
Sin duda, más de medio siglo después, la katana es uno de los hitos más importantes de la historia de Campillos en el pasado siglo XX.
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