Frunet: El éxito que brotó dos veces
El mundo del campo –de la mata hasta el contenedor– lo es casi todo para Antonio Lavao, economista y primer exportador ecológico de Málaga al que la 'crisis de los pepinos' le dejó solo frente a Alemania. Y ganó
Fue uno de tantos alumnos de Económicas que se agolpó una tarde en Málaga para ver de cerca en la Facultad a Mario Conde, el ... icono del momento pelotazo. Antonio Lavao (promoción 1988-93) estudió como una liberación del trabajo en el bar familiar, pero no cogió ni el camino de la banca ni el de las auditorías, la pandemia de moda. Le atraía el mundo de la Bolsa y también el campo, al que su padre –emigrante retornado de Francia– le enganchó. «El sector de la fruta y las hortalizas se parece mucho a la Bolsa», dice este experto en 'trading' hortofrutícola. Su primer fogueo fue en Trops –«Vengo a trabajar sin cobrar, a aprender», se presentó en la cooperativa– y las puertas no sólo se le abrieron a aquel chico espabilado que hablaba inglés con niñez francesa.
Llegó a todo en el área comercial, y de ganar cien mil pesetas al mes pasó a 300.000, «un sueldazo incluso hoy», aclara sobre esos 1.800 euros que hoy son una rareza. Aspiraba sobre todo a ser su propio jefe. El primer paso, «con vértigo», lo dio sin apenas dinero pero sin miedo: una pequeña oficina en las cuatro esquinas de Torre del Mar dedicada a la venta y exportación. El proyecto creció y de la mano de uno de los grandes del sector que lo quería fichar –José Luis Montosa– nació Frunet, hoy la empresa líder en producción ecológica en la que los dos son socios –Antonio el mayoritario– además de amigos. «De un socio así lo bueno no es esperar que te vaya a dar dinero, sino que no te lo pedirá», justifica la preferencia por la relación mercantil.
Desde finales de los 90 Frunet crecía en peso exportador gracias al tomate cherry. El primer invernadero –casi tres hectáreas, más de un millón de euros– llegó en el 2000. «No tenía entonces ni idea de agricultura, pero allí casi monté mi oficina. Viajé por Israel y Holanda, y empecé a vender cherry a los supermercados británicos», describe un gran paso al que siguió un segundo invernadero para producción ecológica que en 2003 ya vendía por toda Europa. Pero en 2011 todo se vino abajo.
La 'crisis de los pepinos', una de las mayores infecciones por ecoli, marcó un antes y un después. Tras viajar a Alemania para afrontar el peor momento de su vida empresarial, lo llevaron al hospital. La psicosis colectiva era tal que creían que sufría una infección por ecoli como la que arrasaba esos días el país, pero sólo eran los síntomas del primero de los dos cólicos nefríticos en los que estalló el estrés acumulado un día tras otro, desbordado, en el ojo del huracán y también en la pantalla de todos los informativos aquella primavera. Solo frente al mundo, solo ante el Estado-ciudad de Hamburgo que le señaló como maldito a los cuatro vientos de la noche a la mañana. La crisis no sólo arruinó las ventas del primer exportador de hortaliza ecológica de Málaga;hundió las de todo el sector, que tardaría en recuperarse.
El 'Bild' le llamaba asesino en portada al presidente de Frunet, convertida junto a una empresa almeriense en las cabezas de turco de una crisis que causó más de medio centenar de muertos. Semanas después de la alarma se descubriría que fueron unas semillas de soja egipcias contaminadas las que provocaron que la agresiva cepa de la bacteria prosperara en una explotación de Baja Sajonia dedicada a los brotes de soja. El Gobierno de Hamburgo acusaba sin pruebas a Frunet de ser las causantes de la catástrofe. Seis años después, en 2017, la Justicia alemana le dejaba libre de responsabilidad y las autoridades germanas prefirieron entonces el acuerdo extrajudicial para responder del daño que dilatar un pleito perdido de antemano. Lavao no revela la cantidad que recibió la empresa por los graves prejuicios, pero con ese dinero admite que pudo cubrir con holgura los gastos. Todo aquello lo tiene, dice, «además de superado, encapsulado».
La tentación de cerrar
Lavao se bajó pronto de la tentación de cerrar y olvidarse de todo en plena crisis del pepino. «Pensé muy en serio en cerrar, olvidarme e irme a Brasil con la familia», recuerda, pero decidió pelear. «La ética y la reputación son muy importantes para mí. Estaba absolutamente seguro de que no teníamos nada que ver con el brote, y cuando insistimos en conocer los análisis y pruebas se vio que la cepa del virus nada tenía que ver con nosotros. Y además, ¿cómo un solo palé de pepinos, el único que vendíamos a Alemania ese año, podía haber originado algo así?», repite el argumentario que le mantuvo firme. Ahora no tiene dudas, pero tampoco pruebas, sólo intuición, de que fue la presión nacional en Alemania la que llevó a los políticos de Hamburgo a buscar un culpable fuera del perímetro del campo germano, y a hacerlo deprisa.
El combate fue duro en los tribunales pero más visible en la escena mediática. «Por fortuna soy muy conservador con el dinero de la empresa y entonces teníamos recursos porque en aquel momento no había grandes inversiones en marcha», anticipa la razón que le permitió contratar a uno de los mejores bufetes de Alemania y a la influyente agencia de comunicación Bronsweek (entre su selecta clientela, personajes como Bill Clinton o la petrolera BP por los vertidos de petróleo en el Golfo de México) para plantarse en Hamburgo y dar la cara en una rueda de prensa donde dejó clara la inconsistencia del anatema. «Los bancos nos miraban mal durante los peores días, excepto Deutsche Bank, que fue el que más veces nos decía:'lo que os haga falta'. Y hoy sigue siendo nuestro banco de referencia», revela una paradójica excepción en unos momentos de absoluta soledad.
La experiencia de decepción la tuvo sobre todo con políticos y autoridades españolas, incluso después de que la verdad se impusiera. «Cuanto más alto es el nivel de poder, más alto es el índice de miserabilidad y cobardía», aplica la moraleja de cosecha propia que le dejó aquella primavera de hace ocho años en la que también comprobó que «lo que no te mata te hace más fuerte». La 'crisis de los pepinos' no sólo mejoró aún más a Frunet sino a todo el sector. «Hoy es más fuerte, más profesionalizado y su reputación es magnifica», asegura el empresario que poco después del terremoto volvió a ser, y con más fuerza, el primer exportador de hortalizas ecológicas y, desde 2012, también el líder nacional en la venta de piña tropical y uno de los principales en aguacate y mango. En Costa Rica explota 340 hectáreas y otras 300 la empresa las tiene concertadas con productores locales.
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