Davidovich se topa con el mejor Cilic

Cilic había perdido ante Davidovich en Colonia en 2020 (en tres sets) en el único precedente entre ambos. Entonces, ya con 33 años, parecía afectado por el confinamiento, pero a día de hoy parece otro. Finalista en Moscú (cedió ante Karatsev) y ganador en San Petersburgo, llegó a París crecido. Hablamos del sexto jugador en activo con más títulos (tras Federer, Djokovic, Nadal, Murray y Del Potro), del ganador del US Open de 2014 y finalista en Wimbledon y Australia.

Su primer set fue casi perfecto, con 86% puntos ganados con el primer servicio, haciendo valer su derecha demoledora para sacar de la pista a un Davidovich que para nada estaba rindiendo a mal nivel, pero que poco a poco veía cómo dos o tres errores consecutivos le iban a penalizar demasiado. Así, la única 'bola de break' que tuvo que defender le costó el set.

Pero en el arranque del segundo no hubo reacción y Davidovich se vio con 3-0 en contra en un santiamén, ni siquiera con el recurso desesperado del saque por bajo, que esta vez se le marchó fuera. Únicamente ya entonces llegaron los primeros síntomas de flaqueza del gigante croata (1,98 metros), que concedió numerosas bolas de ruptura que no fue capaz de ir aprovechando el malagueño. Ya con 5-2 y al sexto intento llegó el 'break' deseado para presionar a Cilic sobre su saque (5-4) para cerrar el duelo. Sin embargo, el de Medjugorje, que lleva mucho vivido en las pistas, no tembló ante la ocasión. Se vio con 15-30 y 30-40. Se podía haber pasado del 5-1 al 5-5, con la grada de la pista 1 del recinto de París-Bercy de su lado, pero hizo gala de su experiencia, en un final con suspense al revisarse electrónicamente varios botes de la bola.

A la espera de novedades en la Copa Davis, en el caso de que se lesionara alguno de los cinco convocados por Sergi Bruguera, a Davidovich ya sólo le queda por participar en el ATP 250 de Estocolmo (Suecia) para poner fin a un 2021 de claroscuros. Es un tenista más maduro, constante y serio en la pista, pero frente a él la dura realidad de un circuito profesional muy exigente, en el que nadie regala nada.