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De izquierda a derecha, Roman, Guille, Nico y 'Perilla', junto a las dos furgonetas que llevaron hasta Ucrania. SUR
La odisea solidaria del Club Rugby Málaga

La odisea solidaria del Club Rugby Málaga

Gracias al club, un grupo de 'desconocidos' trasladó dos furgonetas de material de ayuda a la frontera de Polonia con Ucrania y recogieron allí a refugiados, y ahora preparan un segundo viaje

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Miércoles, 23 de marzo 2022, 00:14

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Hay gente con un don especial: el de aparcar su vida y sus necesidades por intentar cubrir las de los demás, más aún en un momento tan trágico como este. Hace unos días, cinco personas desconocidas y unidas por el Club de Rugby Málaga, juntaron sus caminos para emprender un viaje que les cambió la vida, y que de hecho van a repetir en breve. Hace unas semanas, Pepe 'Perilla', exjugador del equipo, socio y educador social, decidió emprender una aventura solidaria: viajar desde Málaga hasta la frontera de Polonia con Ucrania para trasladar ayuda a los afectados de la guerra, y después traerse a los refugiados que lo deseasen.

Desde el minuto uno, el club de rugby se volcó con él; recaudaron dinero para el viaje y una furgoneta entera de comida, ropa, medicamentos... Pero eso no fue todo, nada más conocer la idea, se unió al viaje un jugador del primer equipo, el argentino Nico Pyzynski, que también se dedica al sector inmobiliario. Poco después, se unieron dos personas más, Guillermo Chioso (amigo de jugadores) y Oksana Savchyn. Esta última, ucraniana y residente en Málaga desde hace 11 años, viajó en nombre de su prima, madre de dos jugadores de la cantera que decidió volcarse también con este viaje ofreciendo dinero y otra furgoneta (que llenó de productos la Asociación Mayden), con el fin de recoger también a un familiar allí. Además, se unió una última persona, otro ucraniano residente en Málaga y conocido de Nico, Roman Yurchyshyn, que dejó su trabajo en la construcción para reunirse con su familia.

El Club de Rugby Heidelberg abrió sus puertas a la expedición malagueña y a los refugiados.
El Club de Rugby Heidelberg abrió sus puertas a la expedición malagueña y a los refugiados. SUR

Al relatar sus historias, todos inciden en lo mismo: el viaje resultó tranquilo hasta llegar a Polonia; cuanto más se acercaban al área fronteriza, más tensa era la situación. «Por toda Europa era todo civilización, pero cuando llegamos a Polonia se veía mucho más descampado y pueblos pequeños muy separados y grises. En el último tramo hasta la frontera cambiaba el ambiente, se notaba que era zona de conflicto», asegura Nico. Y destaca una anécdota en la que llegaron a sentir intranquilidad, en un pequeño pueblo polaco en el que almacenaron el material de ayuda. «Imagínate un pueblo en zona de guerra al que llegan vehículos de repente, hombres vestidos con ropa que, sin quererlo, podíamos parecer mercenarios. Llegó un coche y nos dijo que quiénes éramos, que dónde íbamos, nos dijo que le siguiéramos. Le pasamos el teléfono para que hablara con Roman y ya nos llevó al lugar donde dejar la mercancía».

Todo quedó en un pequeño susto. Como en algunos instantes de la carretera, en los que tuvieron que pasar desapercibidos. «Quisimos poner banderas de España, Ucrania y Argentina en las furgonetas, pero nos dijeron que las quitásemos porque podría haber ataques». Lo secunda Pepe 'Perilla', que añade: «Nos abrieron las puertas allá donde íbamos, pero es verdad que hay zonas de Polonia complicadas, coches haciéndonos movimientos extraños en carretera, porque saben que vamos cargados de material y dinero…». Pero al fin, llegaron a su destino. Se encontraron con un centro comercial convertido en centro de recogida de refugiados, donde se sorprendieron por la gran cantidad de ayuda de todos los países.

Pyzynski, jugando con varios niños ucranianos en el Club Heidelberg.
Pyzynski, jugando con varios niños ucranianos en el Club Heidelberg. SUR

Centro de refugiados

Entonces, se reunieron con los ucranianos que ya habían acordado previamente, así como otros que decidieron unirse, hasta llegar a las 12 personas, casi todos mujeres y niños. El papel de Oksana fue crucial, además de por el hecho de ejercer de traductora, porque la presencia de una mujer en un grupo de hombres, también podía tranquilizar a los refugiados: «Recuerdo a la gente asustada, hasta yo tenía miedo. Les decía que les llevábamos gratis, que íbamos a tratarlos bien y darles casa y comida, les tranquilizaba», relata. Eso sí, aunque con gran firmeza, no pudo evitar soltar alguna lágrima: «Cuando lo vemos en persona es muy diferente a la tele, ves el pavor en los ojos de la gente, es muy duro».

Esta misma sensación fue la que sintió Nico: «Era algo que no le había visto nunca a nadie, ni a alguien en el hospital, ni a alguien herido del club, estaban como desahuciados, con la vista perdida. Todos tenían un aura de miedo, pero a su vez se mantenían firmes». Una dicotomía que refrenda Pepe. Y es que en estos refugiados coexistían el miedo y la incertidumbre, pero también el orgullo propio. «No querían caridad, y a eso se le une la desconfianza. Pero hacen bien, lo mejor que pueden hacer es ser desconfiados, si no lo fueran, estarían en peligro, sobre todo mujeres y niños». Y añade: «Yo no les regalo nada, son sus derechos humanos».

Este viaje fue un aprendizaje en el que los valores del deporte estuvieron muy presentes. En Polonia, un jugador del Escoriones de Granada que estaba de Erasmus, también colaboró y, en Alemania, gracias a un conocido de Pepe y exjugador del Rugby Málaga, vivieron una experiencia única. Este logró que el histórico y laureado Club de Rugby Heidelberg les abriera sus puertas, dándoles comida, aseo y camas a todos ellos. «Pude jugar con los niños en el campo. Luego, los del club montaron una mesa grande para cenar, todos ayudaron y trabajaron en equipo. Luego nos quedamos charlando, les di una sudadera del Málaga como agradecimiento y ellos me dieron una camiseta antigua del club y un abrazo, se me puso la piel de gallina», dice. Una experiencia única que repetirán el próximo 6 de abril, porque volverán a llevar materiales de ayuda, recoger más refugiados y, además, intentar sacarle una sonrisa a los niños del centro junto a integrantes de la compañía de circo Las Sin Carpa y el artista malagueño Jony Macarroni.

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