Moli: «Para ganar no debe valer todo; se puede lograr con humildad y con deportividad»
El entrenador del BeSoccer UMA de fútbol-sala, artífice de tres ascensos a Primera en un lustro, repasa su vida y trayectoria y defiende la espectacularidad de su disciplina
Genio y figura, Manuel Luiggi Carrasco, 'Moli', se ha convertido en un referente del fútbol-sala nacional preconizando una filosofía de juego basada en el ' ... juego limpio'. Tres ascensos a Primera en un lustro le avalan. Su edad real no concuerda con la mental. Su carisma contagia. El buque insignia de esta disciplina en Málaga, ya con seis nietos, repasa su vida y defiende un deporte minoritario y espectacular.
–Manuel Luiggi Carrasco... ¿Su padre era italiano?
– Mi abuelo, no mi padre, que este era perote. Vino de Milán, a finales del siglo XIX con una banda de música. Conoció a mi abuela en Álora y ya se quedó aquí. Fíjese que apenas tenemos referencia de la familia italiana... Y mi padre fue cantaor flamenco. Tocaba en la Peña Juan Breva. Se hacía llamar Ángel de Álora. Tiene algunos discos, pero era más aficionado que profesional. Cantaba en las reuniones. Le oía desde pequeñito y por eso me gusta el cante jondo.
–Pues usted no ha salido artista...
–No (risas)... A mí me gusta el fútbol-sala.
–¿Y lo de 'Moli'?
– Pues porque con 8 o 9 años estaba en un equipo de fútbol y habia un chico que era el entrenador y, como había allí muchos 'manueles', dijo: «Pues a este chico le vamos a llamar 'Moli'...». Y me quedé con eso. Hasta mis padres me lo decían... Quizás sólo un amigo de la infancia me dice 'Manolo'.
–Tiene nariz de boxeador...
– Siempre digo, en broma, que no ha habido 'coj...' de tocarme la nariz. Me crié con Heredia IIII. Vivíamos por Eugenio Gross. No sé por qué me dijo que fuera a entrenarme un día. Y me encantó ver el gimnasio. Yo jugaba entonces al fútbol, en Tercera en el Lucentino, y compatibilicé el boxeo con eso. Hice cinco peleas y las gané todas. Lo de la nariz fue un golpe de pequeño. Me operaron de desviación de tabique.
–¿Por qué el fútbol-sala y no el fútbol?
– Jugaba de delantero o extremo al fútbol. Era goleador, pero no fue a más. Ya a los 27, con una edad en que ya no iba a progresar más, empezó el fútbol-sala en Málaga. Eran finales de los setenta. Fue el hecho de participar para divertirte, que es para lo que es el fútbol-sala. Empecé con diferentes equipos, como el Electro Arriaza, y no fui dejándolo. Me desvinculé del fútbol. A la edad en que te pasan por encima los chicos empecé a entrenar. Comencé con cadetes y hubo un instante clave: una vez marqué una jugada de pizarra a los jugadores y la hicieron perfecta; metieron el gol y sentí tanta satisfacción que parecía que lo había marcado yo, y eso me enchufó. Tenía 37 años cuando empecé a entrenar. He sido jugador de fútbol-sala una década (en Regional y jugué en la selección andaluza) y ahora llevo desde 1988 como técnico. Pero, oiga, no he tenido un sábado libre desde entonces. Ni una semana de vacaciones, de un equipo a otro. He llevado hasta tres, y colegios al principio.
–De los tres ascensos a la élite en un lustro con el UMA Antequera (ahora con BeSoccer de espónsor), ¿con cuál se queda?
–Me quedo con el primero. Fue ensueño hecho realidad. Fui segundo entrenador en el Solidian Ciudad de Málaga (último precedente de fútbol-sala en la élite en la ciudad) y cuando vendieron su plaza al equipo de Jaén me quedé en paro. Había mucha gente trabajando como Pepe Arriaza, Pepe Martín, Paco Arcas, Emiliano Jiménez... y dije que quería recuperar algo que le habían quitado a los malagueños. Cuando lo conseguí no me lo creía. Dije una frase: «Ahora ya me puedo morir tranquilo».
–El fútbol-sala es su vida. A su edad, ¿no se plantea dejarlo?
– Siempre digo que ni me lo planteo ni quiero planteármelo. He convertido esto en mi profesión y hasta lo haría gratis. Entreno y llevo una academia de niños (la Red Blue). Ya tengo la tranquilidad de que tengo a Tete (su ayudante) detrás. Sé que la filosofía que implantamos la predican. Eso es lo importante. No olvidar de dónde venimos ni dónde estamos.
–Esa filosofía peculiar de este BeSoccer UMA encaja a la perfección con usted, ¿verdad?
–Es dar con la horma de mi zapato.Nunca me sacó una tarjeta un árbitro. No he protestado algo. Siempre digo que para ganar no debe valer todo. Se puede ganar con humildad, con deportividad. Para esto es el deporte. Demos ejemplo. Luego he dado con la Universidad y con Pedro Montiel: juego limpio, estudios, ejemplo, educación... Ahora bien, siempre digo que hay que competir y competir bien. Así también se da ejemplo. Mis jugadores saben cómo tienen que comportarse. Estudian por la mañana en la Universidad y, por ejemplo, no me gusta que lleven chanclas a los restaurantes ni a los viajes. Por respeto.
«No me lo planteo ni quiero plantearme dejarlo. He convertido esto en mi profesión y hasta lo haría gratis»
–¿Se ha sentido como el padre de un jugador?
– Creo que soy el de todos. Ya no por la edad y el ejemplo, sino por la confianza y la protección que puedo darles. A veces oculto cosas a la directiva que no me interesa que lleguen.
–¿Cuál es mejor jugador de fútbol-sala que ha visto nunca?
–Falcao. Es un ejemplo de cómo darle atractivo a este deporte. También está Ricardinho y, entre los que he tenido, a Chillo, que ya ha firmado por el Inter.
–Defiéndame el fútbol-sala frente al fútbol.
– Veo que le dan bombo a una jugada de un futbolista como Cristiano Ronaldo cuando en fútbol-sala lo vemos en cada segundo: una cola de vaca,..No les igualaremos en difusión, pero en cuanto a espectáculo... En el fútbol de base debería haber técnicos de fútbol-sala. Hay jugadores que no saben dar un pase bien en espacios reducidos. ¿Y las jugadas de estrategia?
–Usted está entre la población de riesgo. ¿Ha tenido miedo real en este periodo de pandemia?
– Al principio nadie se imaginaba la gravedad. No quieres que te toque, pero más por la familia y allegados. Aquí no se libra nadie. El dinero no compra la salud. Bien no viene esto, pero humildad va a adquirir más de uno.
–Hace más de un año superó una grave enfermedad. ¿Qué le enseñó aquel trance?
– Pues que yo había estado 25 años de forma ininterrumpida dirigiendo y que, por más que quieras, es inevitable. Cuando me dicen la palabra 'cáncer', mi mujer estaba al lado llorando. El medico me dijo que estaba a un nivel alto, pero me tranquilizó al decir que se había visto a tiempo y que de eso no se moría nadie. Eso me calmó.
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