Doce días y 700 kilómetros: el reto más duro de Javier Losada

En la edición de este 2024, finalizada hace unos días, sólo 168 corredores de todo el mundo tomaron salida y 56 lograron llegar a meta, entre ellos, dos españoles, que además, hicieron la prueba juntos: el nerjeño Javier Losada y su compañero, madrileño y residente en Vélez-Málaga desde hace cuatro años, Pablo Martínez. El pueblo de Nerja conoce desde hace años las cualidades de Losada, por cierto, coordinador del área de Deportes del Ayuntamiento local. Ya le han visto vestirse de corto para disputar algunas de las pruebas de larga distancia más reconocidas del país: las 100 millas Bandoleros, la Gran Vuelta Valle del Genal, la Transvulcania, la Backyard El Último León de Melilla (216 km, donde ganó)…

Ya con mucho rodaje en las piernas, decidió expandirse al extranjero con el Ultra Trail del Mont Blanc (170 kilómetros), la Calar Río Mundo (105), la Gran Trail Courmayeur de los Alpes italianos (105), la Ronda del Cims de Andorra (180) e incluso, la versión más reducida de la Swiss Peak, de 360 y en la que fue subcampeón por parejas en 2021. Pero sin duda, sorprendió su decisión para afrontar este reto mayúsculo, mucho más exigente.

Así lo valora él mismo: «Ha sido la prueba más brutal y más dura de mi vida. He vivido situaciones de agotamiento extremas. No dormíamos más de dos o tres horas al día y hacíamos unos sesenta o setenta kilómetros diarios, teniendo en cuenta los miles de metros de desnivel… Llegaba un momento en el que todo era tan extenuante que la cabeza dejaba de funcionarte». Aunque sin duda, lo más difícil no ha sido enfrentarse a sus capacidades físicas, sino emocionales- «Fue una auténtica locura, pero sin duda lo más complicado ha sido el separarme de mi familia. He soltado muchas lágrimas todos los días. Le prohibí a mis hijas que me dijeran que me echaban de menos, porque se me partía el alma».

Al ser una prueba sin pausas, uno se veía obligado a descansar dada la exigencia física, pero sabía que tampoco podía relajarse demasiado para no verse sobrepasado por todos los corredores –aunque el verdadero reto fuera llegar–. Por ello, Losada y su compañero hacían pequeñas pausas para descansar en las diferentes bases de vida dispuestas por la organización, donde recibían comida y agua. Aunque estas se localizaban cada 100 kilómetros o más, por lo que, en muchas ocasiones, descansaban donde podían. El resto del día marchaban cargados con una mochila de más de seis kilos, con mallas largas, gorro, guantes, botiquín, alimentación, móvil… Y un agua que a veces escaseaba. «Recuerdo situaciones bastante extremas. Tuvimos una ola de calor que asombró a la propia organización porque tuvimos 36 grados a 2.000 metros de altitud, se disparó el consumo de agua a doce litros diarios, nos quedamos sin líquido y tuvimos que buscar fuentes naturales por el camino, hasta tuve que masticar hielo de la montaña para sobrellevar la deshidratación», relata.

Estas no han sido las únicas anécdotas del malagueño a lo largo de su tortuosa travesía: «También nos pilló un día una tormenta de agua haciendo una bajada, ese día dormimos ocho minutos apoyados debajo de un árbol». Tras doce días y doce noches, Losada no encontraba palabras para describir lo que sintió al llegar a la meta. Le empapó la más absoluta satisfacción y su deseo por volver a casa para disfrutar de los suyos y relatarle los detalles de su hazaña, sin duda, la más complicada de su carrera... Pero no la última.