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Mundial de Qatar 2022

España pasa a octavos pero pierde crédito

Grupo E / Jornada 3 ·

La Roja pierde contra Japón en un decepcionante partido y se medirá el martes con Marruecos. Alemania, fuera del Mundial

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Jueves, 1 de diciembre 2022

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Pocas veces la clasificación de

Japón

Gonda; Taniguchi, Yoshida, Ko Itakura, Nagatomo (Mitoma, m.46); Morita, Kamada (Tomiyasu, m.69), Tanaka; Kubo (Doan, m.46), Ito y Maeda.

2

-

1

España

Unai Simón; Azpilicueta (Carvajal, m.46), Rodrigo, Pau Torres, Balde (Alba, m.68); Busquets, Gavi (Ansu Fati, m.68), Pedri; Nico Williams (Ferran, m.58), Morata (Asensio, m.58) y Olmo.

  • Goles 0-1, m.11: Morata; 1-1, m.48: Doan; 2-1, m.51: Tanaka.

  • Árbitro Victor Gomes (Sudáfrica). Amonestó a los japoneses Itakura (m.38), Taniguchi (m.44) y Yoshida (m.45).

Dijo hace unos días Luis Enrique que él es tan gilipollas que se lo pasa mejor gestionando problemas que situaciones de euforia. Bien está que así sea porque el asturiano tiene ahora mucho trabajo por delante de cara al partido del martes contra Marruecos. Se podría decir que a España se le terminó de repente, cuando menos lo esperaba y de la manera más insospechada, el tiempo de las sonrisas generales, de la confianza rebosante y el optimismo espumeante, de la diversión y las bromas.

Su crédito ha quedado bastante limitado. Una selección voluntariosa y trabajadora sin más como Japón le demostró que el Mundial es una cosa muy seria. No se admiten, desde luego, ataques de pánico, como el que Luis Enrique reconoció que tuvieron sus pupilos. Y no se admiten distracciones y blanduras defensivas o del portero como las que supusieron el 1-1 de Doan en el minuto 48 en un zurdazo que Unai Simón despejó mal y poco después el 2-1. El balón en esta jugada pareció salir claramente por la raya de fondo, pero el VAR no lo apreció así. No hubiera estado mal, la verdad, una buena repetición con la línea bien trazada porque pudo haber condenado a España a una eliminación catastrófica.

El partido fue extraño. Se podría decir que Japón engañó a los españoles como les hizo en su momento a los alemanes. Primero les dejaron que se confiaran, como si el partido fuera a ser y cantar, y luego les sorprendió con un arranque feroz en la segunda mitad. España cayó en la trampa. No tuvo su día. Ni siquiera en los primeros 45 minutos, pese a su superioridad y dominio abrumador de la posesión, estuvo bien. Luis Enrique hizo cinco cambios respecto al último partido. Ahora bien, ninguno de ellos, ni siquiera la entrada de Nico Williams en lugar de Ferran Torres, fue tan sorprendente como la titularidad de Busquets. El capitán de La Roja cargaba con una tarjeta amarilla y, si veía otra, se condenaba a perderse los octavos. El seleccionador, sin embargo, decidió asumir el riesgo y le salió bien. Otros le salieron peor. Balde estuvo muy blando en defensa, Nico Williams pasó desapercibido y Pau Torres volvió a demostrar que su sitio debe ser el banquillo.

Los grandes equipos, sobre todo aquellos que tienen una personalidad muy acusada, una forma de hacer las cosas que les distingue del resto y les hace brillar con una luz propia, suelen suscitar entre los más pequeños un afán juvenil de emulación. En los tres últimos lustros, ninguna selección del mundo ha provocado este deseo tanto como España. A la selección japonesa, por ejemplo, le encantaría jugar como La Roja. A los pupilos de Moriyase le gusta tocar y tocar, arriesgar con una presión alta y ser valientes y desinhibidos. Y lo cierto es que suelen serlo contra las selecciones contra las que compiten de forma regular.

Contra la selección española, sin embargo, el técnico de Japón optó por una estrategia mucho más contenida y conservadora, como si intentar jugar como le gusta le pareciese propio de kamikazes o de alguno de esos samurais locos y harapientos que salen en las películas de Kurosawa. Los nipones mantuvieron su defensa de cinco muy adelantada y dos líneas por delante, ambas en su propia campo. No había más de veinte metros de distancia entre los jugadores más retrasados y los más adelantados. Aquello no dejaba de ser una densidad de población típicamente japonesa, como la que vemos en esas imágenes de piscinas abarrotadas o en el famoso cruce de Shibuya en Tokio, donde cuando se ponen en verde los semáforos pueden llegar a cruzar 3.000 personas.

Así las cosas, España tuvo que armarse de paciencia, lo que en su caso se traduce en un recital de toques y toques buscando rendijas. Un gol de cabeza de Morata en el minuto 11 le facilitó el trabajo y le dio una comodidad que acabaría siendo negativa. Los japoneses parecían inofensivos. Lindos pajaritos en una jaula que ellos mismos habían fabricado para protegerse. Sólo dejaron de parecerlo a partir de la media hora cuando dieron dos o tres patadas y se ganaron varias tarjetas. Por lo demás, su mayor peligro en ataque era el que provocaba Unai Simón jugando el balón con nervios de hielo. Todo esto, sin embargo, estalló de repente tras el descanso. Fue entonces cuando Japón se ganó la clasificación y España un bochorno y unos minutos de escalofrío.

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