El Torremolinos se despide de la Copa con honores (1-2)
Golpeó primero el cuadro malagueño, que soñó con volver a medirse a un Primera, pero el Zamora impuso su pegada para culminar la remontada en en el último momento
El Torremolinos soñó con beberse la penúltima dos años después. Entonces lo consiguió, eliminando al Huesca en los penaltis en la primera ronda para obtener ... el premio de recibir al Sevilla en la segunda eliminatoria. El ascenso a Segunda RFEF volvió a darle la oportunidad de participar en la Copa del Rey. La competición de las sorpresas y de las ilusiones. El fútbol de verdad, que dicen muchos. Para repetir lo vivido, como si de un 'dejá vù' se tratara, debían superar la prueba del Zamora, un equipo de superior categoría (Primera RFEF) que visitó El Pozuelo con las mismas ganas de recibir a un Primera que los locales, como se evidenció en la celebración del gol de la victoria. No estuvo lejos el Torremolinos, que golpeó primero en un partido que se acabó decidiendo por la pegada del cuadro visitante.
Fue una primera parte llena de matices, en la que el Torremolinos esperó atrás en el inicio, en bloque bajo y con las líneas bien juntas, para intentar robar y sorprender a un Zamora que comenzó proponiendo y mandando con la pelota, pero que se diluyó cuando la primera parte comenzó a madurar. Se animó el equipo de Antonio Calderón, que dispuso de ocasiones de todos los tipos y colores. Centraba sus ocasiones en Fran Gallego y Camacho, siempre supervisadas y con el sello de Fran Castillo, máximo goleador y director de orquesta de este Torremolinos.
En el minuto 35 llegó el gol de los locales, puede que en la jugada más tonta de todas las que tuvieron para estrenar el marcador. Sacó Castillo un córner, remató Mena en el corazón del área y la pelota acabó colándose entre los cuerpos de los defensores del cuadro zamorano, que no pudieron hacer nada para evitarlo. Una carambola que desató la locura en El Pozuelo e invitó a soñar con otra gesta. Una ilusión que ya se hizo realidad en un pasado reciente. El partido, entonces, invitaba a soñar con esa posibilidad otra vez.
El árbitro levantó el cartelón al filo del descanso para anunciar que se jugaría un minuto de tiempo añadido antes de decretar el descanso. Se erigió entonces Edu Campadabal, el lateral diestro del Zamora, entre la masa de zagueros blanquiverdes, para aprovechar un rechace e igualar la contienda en un momento crucial y muy psicológico. Un tanto que hizo poca justicia a lo que deparó esta primera mitad y que sirvió para recordar que despachar a un rival de superior categoría no sería moco de pavo.
Los cambios, fundamentales
Le sentaron bien los cambios a la escuadra castellana en la segunda mitad. Ejecutaron dos, que le sirvieron para mostrarse más fresco y con más iniciativa cara a sus aspiraciones de darle la vuelta a la tortilla. Eso sí, tardaron en llegar las ocasiones. Intervino un par de veces Cuenca, atrapando dos balones por tierra que podrían haber incendiado el área de no haber sido por su reacción, y volvió a crecer el Torremolinos con el paso de los minutos.
Una genialidad, de nuevo de Fran Castillo, que logró zafarse uno, dos y hasta tres rivales en la divisoria, terminó en un disparo cruzado que levantó a El Pozuelo, orgulloso del tesón de sus jugadores en una cita tan especial y señalada. Pero la pegada fue jueza y verduga del encuentro: Rufino Lucero, que ingresó hacía pocos minutos, aprovechó un balón lateral en el 88 para sentenciar la eliminatoria. Luchó sin fortuna final en el descuento el Torremolinos, que al menos por esta vez tendrá que conformarse con el recuerdo.
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