Evenepoel vuela y Pogacar ya es líder
El esloveno solo cede 16 segundos en una contrarreloj en la que Vingegaard no tiene el día y ve alejarse el maillot amarillo
Jon Rivas
Miércoles, 9 de julio 2025, 20:25
Una visita turística al desierto del Sáhara en Túnez no puede dejar de recalar en el lugar en el que se rodaron algunas de las ... escenas de 'La guerra de las galaxias'; allí se levantan los decorados exteriores que evocan escenas inolvidables, como la de la cantina de Mos Eisley, en la que especímenes de todo el universo se reunían para beber, para pegarse o disparar con sus pistolas láser.
Lo más parecido a aquella taberna de mala muerte que se puede encontrar en la Tierra es la carpa de salida de una contrarreloj, al menos de un tiempo a esta parte. Porque no se bebe, pero por allá pululan ciclistas de tribus diferentes, vestidos con colores distintos, ropa de materiales galácticos, pegada al cuerpo como una segunda piel, y cascos estrafalarios que ocultan el rostro, porque no se sabe si detrás se esconden Luke Skywalker, Remco Evenepoel o Iván Romeo, y cada vez más aerodinámicos que, aseguran los técnicos, son capaces de ganar un segundo o dos por kilómetro. O al menos eso predicen las pruebas de laboratorio en el túnel del viento, donde se miden con milimétrica exactitud las velocidades, la potencia y la resistencia al aire.
Claro que nadie ha inventado todavía la maquinita que calibre, con idéntica precisión, el estado de ánimo del ciclista que se pone ese casco exótico, o los nervios que le agarrotan, o las vueltas que ha dado en la cama la noche anterior cuando le han dicho desde casa que el bebé tiene unas décimas de fiebre, o lo mal que le ha sentado el aire acondicionado de la habitación, que Miguel Induráin tapaba con toallas para no enfriarse.
Es complicado medir algunos parámetros por mucho que se calculen entre el nutricionista y el chef del equipo, ambos de reputada trayectoria, se supone, las porciones de proteína o hidratos de carbono que debe consumir el corredor en el desayuno, porque no están licenciados en meteorología y ellos no saben si soplará el viento de cara o a favor, o si se atascará el cambio cuando intenta bajar un piñón.
Si se pudiera medir todo, el ciclismo sería una filfa, pero por fortuna no es posible, así que quienes predicen que Tadej Pogacar puede flaquear en la crono porque lo hizo en la del Dauphiné, se equivocan estrepitosamente, como si el esloveno fuera un cualquiera; como si en la memoria colectiva hubiera quedado borrada la vigésima etapa del Tour de 2020, en la que le arrebató el maillot amarillo a Roglic. Que sí, que era una cronoescalada, pero es que en el llano le sacó más de un minuto a su rival. ¿Y si lo de hace unas semanas era un trampantojo? Dejemos que sueñen, que se ilusionen, que piensen en la debilidad del líder, que vendrá después el tío del mazo a golpearles en la cabeza.
Puede ser, o puede que no, pero minimizar las posibilidades del triple campeón del Tour es un tanto insensato. Y lo dejó claro en la quinta etapa, en la que Remco Evenepoel partía como indiscutible favorito, con su maillot arcoíris de campeón del mundo, su casco de la cantina de Mos Eisley, dorado y con visera reflectante, y 64 piñones en el plato.
Cambiaron esas circunstancias que no mide el túnel del viento, y el que sopló cerca de las playas del desembarco de Normandía, en las primeras horas de la carrera, fue rolando por la tarde, cuando salieron los últimos, así que nadie era capaz de superar a Edoardo Afini, que marcó el mejor tiempo en un principio, por delante, entre otros, de Iván Romeo, sexto, que sorprendió con un gran registro que le metió entre los mejores, como a Pablo Castrillo, noveno.
Fuerzas al límite
Cuando salieron quienes se juegan los premios gordos todos los ojos estaban puestos en Evenepoel, valor seguro, Tadej Pogacar, como si el pequeño lunar del Dauphiné se pudiera convertir en una mancha difícil de quitar, y Jonas Vingegaard, a quien le auguraban días de vino y rosas, de maillot amarillo y defensa del liderato, ninguneando un tanto a su rival esloveno. Pero las cosas salieron como indica la lógica, y no tal como los malos augurios aventuraban. Porque Evenepoel completó una contrarreloj espléndida, impecable, en la que llegó al límite, como se podía deducir de su gesto cansado en la meta. Y Pogacar, que en algunos momentos, cuando era más necesaria la potencia que la colocación, rondó los tiempos del belga, al final no pudo llegar a esos registros, pero sí fueron suficientemente buenos como para acabar segundo y vestirse de amarillo. «Estoy muy contento. Solo le cedí 16 segundos al campeón del mundo. Además, recuperé tiempo con los demás favoritos. Podemos pasar a la siguiente etapa».
Para Vingegaard llegó la hiel, porque esos intangibles que las máquinas no miden se le vinieron encima, quién sabe cuáles, cabalgaba incómodo sobre la bicicleta, como si en la taberna galáctica le hubieran dado calabazas. Fue perdiendo tiempo por el camino hasta acabar en un lugar casi inapropiado para un campeón, decimotercero, a 1:21 de Evenepoel, que le adelanta, como el sorprendente Vauquelin, en la general. Está ahora a 1:13 de Pogacar. «No pasa nada», dicen en su equipo, pero nadie se lo cree.
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