Vida perra
Cruce de vías ·
Las autoridades de distintos paísesdel mundo son incapaces decontrolar a los perros que campana sus anchas por las ciudadesHay una esquina en Santiago de Chile donde acampan unos cuantos perros callejeros que cada vez que se pone rojo el semáforo se lanzan a ... morder las ruedas de los coches. Los conductores que transitan a diario por ese lugar han realizado una petición al ayuntamiento para que quiten el semáforo o capturen a los delincuentes y los encierren, pero hasta la fecha nadie se mueve salvo los perros y los conductores que se saltan el semáforo en rojo vivo y huyen despavoridos. Me contó esta anécdota Mauricio, un chileno que vive en esa calle y cada mañana pasa caminando por la esquina de los perros para acudir al trabajo. Cuando los peatones aguardan que el semáforo se ponga verde, los 'muerderuedas' se quedan quietos a su lado con la mirada pendiente de los coches que atraviesan la calzada como si estuvieran viendo un partido de tenis. Hasta que el semáforo cambia de color y entonces se abalanzan contra los neumáticos igual que si jugaran a la pelota.
Las autoridades de distintos países del mundo son incapaces de controlar a los perros que campan a sus anchas por las ciudades. Me vienen a la memoria los perros vagabundos que he visto andar libremente por las calles de Estambul, rebuscando en las basuras de Benarés y tumbados a la sombra en El Cairo. Los perros mendigos que se acercan sigilosos a los clientes que almuerzan en las terrazas de los bares y se sientan en el suelo a su lado sin decir nada, mirando de soslayo con expresión lastimera hasta que cae algo de comer. Los perros solitarios que persiguen nuestros pasos en busca de amparo y compañía. Aquí donde yo vivo no hay perros, los dueños del barrio son una banda de gatos que pasean altivos por los patios y los tejados. Una mafia felina que hace sus necesidades en nuestras macetas si no pagamos el impuesto gastronómico.
Me pregunto qué dolor, daño o afrenta han sufrido los perros de Santiago para ejecutar periódicamente tan indiscriminada venganza. Quizás se produjo en esa esquina un accidente similar al que presencié desde la ventanilla del taxi hace pocos días en una ciudad lejana y caótica. Un coche atropelló a un perro e inmediatamente otro perro que lo acompañaba trató en vano de reanimarlo, devolverle la vida sin comprender lo que acababa de ocurrir, ¿por qué su compañero de juego se había quedado inmóvil de repente? Mientras trataba de reanimarlo, los conductores de los vehículos los esquivaban sin que ninguno se detuviera a prestar auxilio. Me quedé pensando en la cantidad de ocasiones en las que somos testigos del dolor y pasamos de largo. La vida perra de los seres humanos que conviven con todos nosotros sin que los tengamos en cuenta, ignorándolos, como si pertenecieran a otro mundo y la realidad fuese mentira.
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