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Sr. García .

La vida de los objetos

Cruce de vías ·

Me pregunto dónde estará el regalo que hice el otro día, qué lugar ocupará en la casa de su nuevo dueño

Sábado, 11 de enero 2020, 00:28

Hay objetos que tienen un gran valor sentimental y que van pasando de unas manos a otras a lo largo del tiempo. El pasado lunes me desprendí de algo que me regalaron hace muchos años y que he guardado celosamente hasta que pensé que había llegado el momento de entregarlo a otra persona. El simple hecho de mirar ese obsequio me llenaba de satisfacción. Recuerdo perfectamente el día que me hicieron ese maravilloso regalo. Fue como si me entregaran un tesoro que debía llevar siempre conmigo. Sin embargo ha llegado el momento de pasar el testigo a otra persona que incluso lo disfrute más que yo. Este es el juego de la vida, algo similar a una carrera de relevos. La mayoría de los objetos permanecen en la Tierra más que cualquiera de nosotros y por eso van cambiando de dueño. Pienso en las cosas que para mí han sido fundamentales por un motivo u otro y que poseen vida propia. Un reloj, un caballo de madera, un cuadro. Algunos de estos objetos tan queridos son los que últimamente he tomado la decisión de regalar. El hecho de compartir aquello que más valoramos enriquece tanto al que hace el obsequio como al que lo recibe.

Existen otras cosas inmateriales que también nos acompañan. Una canción, un poema, imágenes de un instante que queda grabado en la retina. Cada uno de esos recuerdos lo relacionamos con una determinada persona que nunca se olvida. Observo las cosas materiales e inmateriales que me rodean y percibo en ellas el paso del tiempo. Los regalos envejecen igual que las personas aunque permanezcan con el mismo aspecto. La edad de los objetos la marca nuestra memoria.

Ahora tengo la misma edad que aquella persona que hace muchos años me hizo el maravilloso obsequio que el pasado lunes regalé. Una casualidad como tantas otras, o quizá no. A veces tomamos decisiones que ocultan más trascendencia de la que nosotros creemos. Hay gestos que aparentemente son espontáneos pero que en el fondo llevamos meditando desde hace tiempo. Hasta que llega el día que tomamos la decisión de regalar algo valioso que ya hemos disfrutado suficientemente. Entonces entregamos el objeto como quien cede el testigo en la carrera de relevos. Un acto sin palabras, un gesto de complicidad. Nosotros nos iremos y los objetos proseguirán llevando su particular modo de vida. Cosas que me gusta echar de menos porque es señal de que las quería y permanecen presentes aunque estén en otro sitio. ¿Cómo iba a regalar algo que no me gustase? A los coleccionistas nos cuesta regalar piezas que amamos. Este es el mayor de los detalles. Me pregunto dónde estará el regalo que hice el otro día, qué lugar ocupará en la casa de su nuevo dueño, qué sentimientos comparten cuando están solos y en silencio.

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