Vida cotidiana
Cruce de vías ·
Cuando la rutina falla y se interrumpe, todo alrededor se vuelve extraño y peligrosoUna mujer joven pasea por la playa con el perro. Lanza una pelota de tenis amarilla y el perro va corriendo a buscarla. Al instante ... regresa con el trofeo entre los dientes y lo suelta delante de la mujer que vuelve a lanzar la pelota y él corre a atraparla de nuevo. Así una y otra vez. El perro no se cansa de repetir el mismo ejercicio, hasta que coge la pelota y no la suelta, la muerde con tanta fuerza que la mujer no consigue arrancársela de la boca. Ella tira hacia un lado y él hacia otro. El juego toma un cariz distinto. Entonces el perro deposita la pelota entre sus patas y se retira unos pasos para que sea la mujer quien intente quitársela. Ahora el rey del juego dicta las normas y plantea un cambio de estrategia. Hasta que la mujer se cansa, le ata la correa y se dirigen de vuelta a casa. Al atardecer volverán a salir a la calle, irán a la playa y jugarán como llevan haciendo a diario desde hace tres años. Cuando olvidan la pelota de tenis en casa, la mujer lanza una piedra, un trozo de madera, una rama vieja, cualquier objeto curioso que las olas del mar hayan arrastrado hasta la orilla.
El perro no se cansa de jugar siempre a lo mismo. No se aburre, al contrario, se divierte cada día más. Cuando su dueña le pone la correa para salir a la calle siente una enorme alegría e impaciencia. No sé lo que pasa por la cabeza del perro, qué imagina que es la pelota de tenis, la piedra, la rama, el trozo de madera. Su vida consiste en aguardar el instante preciso, ver volar el deseo e ir corriendo a capturarlo, cuantas más veces mejor. Al regresar a casa pasan todos los días por delante de un gimnasio con grandes ventanales que miran a la calle. Los clientes corren sobre cintas, bicicletas estáticas y máquinas de remo que no les llevan a ninguna parte. El perro se detiene frente al cristal del gimnasio intentando averiguar lo que persiguen los seres humanos. Sin duda él prefiere correr por la playa y descubrir tesoros bajo la arena, el mar del verano, los largos paseos por el campo los fines de semana.
La mujer se despide del perro por la mañana temprano y acude al trabajo mientras él se queda en casa tranquilo sin hacer nada. Hasta que ella regresa y se abrazan como si llevaran una eternidad sin verse. Al perro le gusta la rutina de la vida cotidiana, si algún día ella se retrasa por cualquier motivo, él se pone nervioso sin saber exactamente por qué. Cuando la rutina falla y se interrumpe, todo alrededor se vuelve extraño y peligroso. Hasta que huele regresar la vida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión