Trampas sobre el tablero, el cáncer del ajedrez
Cuentos, jaques y leyendas ·
El campeón del mundo Magnus Carlsen está jugando su partida más difícil, una refriega extradeportiva contra Hans Niemann, un joven de 19 años al que se acusa de ser un tramposomanuel azuaga herrera
Domingo, 25 de septiembre 2022, 00:00
En los primeros albores del siglo XI un noble militar danés conquistó gran parte de Europa septentrional. El emperador Canuto I el Grande, que así ... se llamaba el noble, cazaba con halcones y jugaba por las noches a los dados y al ajedrez. Según el gran maestro Harry Golombek, «el rey Canuto había aprendido a jugar al ajedrez en una peregrinación que efectuó a Roma en el año 1027». Como en un capítulo de 'Juego de tronos', Canuto se convirtió en rey de Inglaterra y nombró a su cuñado, Ulf Thorgilsson, regente de Dinamarca.
Pero, en un golpe de efecto, Ulf se alió con los reyes de Suecia y Noruega para destronar al rey Canuto. La traición fracasó y Ulf volvió, como un ganado manso, al aprisco familiar. Sin embargo, el rey Canuto no olvidó la deslealtad de su cuñado. Tiempo después, los dos protagonistas jugaron una partida de ajedrez durante un banquete. De repente, el rey Canuto corrigió su última jugada y volvió a colocar una pieza capturada dentro del tablero. Ulf se negó en rotundo. Discutió a gritos con el monarca. Pieza tocada, pieza movida. Al día siguiente del banquete, un soldado de la guardia real acabó con la vida de Ulf a las puertas de una iglesia. En palabras del historiador Snorri Sturluson, el rey Canuto siempre «quería ganar, por las buenas o por las malas». Desde que la leí, esta fábula ha estado anotada en mi bloc de trabajo: «Rey Canuto. Primeras trampas conocidas en la historia del ajedrez».
Mil años han pasado, haciendo la cuenta redonda, desde la leyenda del rey Canuto. Las cosas han cambiado pero los tramposos y tahúres del tablero han encontrado su bosque de Sherwood en Internet. Hoy, cualquier aficionado puede vencer al campeón del mundo. Sin sangre ni banquete. Tan solo necesita la ayuda de un programa informático que le diga cuál es la mejor jugada en cada momento. La mayoría de teléfonos móviles inteligentes incorpora alguna aplicación de ajedrez con una potencia de cálculo superior a la del ser humano.
Me viene al recuerdo una escena de la película 'A.I. Inteligencia Artificial' (2001), de Steven Spielberg, ambientada en el año 2141. En ese futuro distópico, el profesor de robótica Allen Hobby (William Hurt) presenta su creación tecnológica delante de un público: «Crear un ser artificial ha sido el sueño del hombre desde el nacimiento de la ciencia. Y no solo desde la Edad Moderna, cuando nuestros antepasados asombraron al mundo con máquinas pensantes, monstruos capaces de jugar al ajedrez». El grupo que escucha el discurso se ríe a carcajadas. «¡Qué lejos hemos llegado!», añade con sarcasmo el profesor.
En 1997, la supercomputadora Deep Blue de IBM derrotó al entonces campeón del mundo Gari Kaspárov en la planta 35 del edificio Equitable Building de Nueva York. En la actualidad, el programa Stockfish y otros motores de ajedrez similares, incorporan «arquitecturas de red neuronal» o «redes de aprendizaje profundo». La idea general, para entendernos, es lograr que estos procesadores se comporten de forma similar a la inteligencia humana y no pierdan el tiempo evaluando movimientos que son intranscendentes. Un ejemplo: Stockfish (versión 12) calcula 50 millones de jugadas por segundo, que es justo la mitad de lo que calculaba la versión anterior. Y, gracias a ello, el programa juega mejor. Desde hace años, la Inteligencia Artificial vuelca su afán en perder fuerza bruta de cálculo para ganar en autoaprendizaje y valoración, en profundidad. En realidad, la batalla del hombre contra la máquina se perdió para siempre en aquella planta 35 del edificio Equitable Building de Nueva York.
La pregunta es: ¿cómo hacer trampas con la ayuda de un procesador durante un torneo presencial? En partidas jugadas por Internet se me ocurren varias formas, pero ¿cómo hacemos llegar la información de una computadora a una sala de juego? La respuesta aparece revelada si observamos el imparable desarrollo de la nanotecnología, una ciencia que trabaja con átomos y moléculas para la fabricación de productos a microescala. En 2021, los investigadores de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Columbia presentaron el chip más pequeño del mundo, con un volumen comparable al de un ácaro de polvo. En la mente de un tramposo, la proterva ecuación surge de un modo natural: informática más (+) tecnología, igual (=) a oportunidad de engaño. He encontrado microauriculares en páginas especializadas por menos de 45 euros. En la descripción del producto brillan dos palabras: «inalámbrico» y «espía».
Seguridad junto al tablero
Hace tiempo que las medidas de seguridad de los torneos presenciales de ajedrez se parecen mucho a la de los aeropuertos, con cámaras, detectores de metales y control de escáner para los participantes. Alexander Colovic es presidente de la Asociación de Profesionales del Ajedrez (ACP). En las Olimpiadas celebradas en Chennai este verano, Colovic fue designado como consejero de la Comisión de Juego Limpio, es decir, su misión era evitar las trampas en una cita que reunió nada menos que a 1.736 jugadores de 186 nacionalidades distintas. La opinión de Colovic es una voz más que autorizada: «La FIDE tiene una regulación y el objetivo claro de asegurar que ningún jugador lleve dispositivos electrónicos. Además, durante las partidas observamos el comportamiento de los jugadores y, después, analizamos las partidas con un algoritmo muy avanzado que puede detectar jugadas que no son humanas».
El pasado 5 de septiembre impactó en el tablero internacional una bomba de racimo con un área de alcance incalculable. El campeón del mundo, Magnus Carlsen, se retiró del prestigioso torneo Sinquefield Cup, en San Luis (EE UU). Magnus publicó un tuit anunciando su retirada y acompañó el mensaje con un vídeo del entrenador de fútbol Mourinho en el que este, cuando dirigía al Chelsea, decía: «Si hablo, me meteré en un gran problema». El sorprendente abandono de Carlsen se produjo un día después de que hubiera perdido en la ronda 3 contra un estadounidense de 19 años llamado Hans Niemann. Hasta el día de los hechos, el joven Niemann era prácticamente un desconocido en la élite y su fuerza de juego (puntuación individual conocida como ELO) marcaba una calificación (2687) muy por debajo a la de Carlsen (2864). Sin embargo, Niemann venció al noruego y, de ese modo, rompió la impresionante racha del campeón de 53 partidas consecutivas sin perder.
La afición, partida
El estadounidense Hikaru Nakamura, uno de los jugadores más fuertes del mundo, fue el primero en insinuar que Niemann había hecho trampas en la partida que jugó contra Carlsen. El propio Niemann, ante la dimensión mediática que estaba tomando el caso, concedió una entrevista al gran maestro Alejandro Ramírez. En esta misma charla, Niemann confesó que había hecho trampas dos veces en su vida, con 12 y 16 años, pero añadió: «Nunca he hecho trampas en una partida sobre el tablero. Estoy orgulloso de haber aprendido de mi error». En pocas horas, las redes sociales se incendiaron. La afición se partió en dos bloques. Por un lado, los que exigen a Carlsen que aporte pruebas contra Niemann o que, al menos, explique los motivos de su abandono. Y, por otro, el bando que acusa a Niemann de ser un tramposo.
En este segundo bloque corren todo tipo de teorías. Desde que Niemann habría podido 'hackear' los análisis previos de Carlsen, lo que le hubiera permitido conocer la variante que se jugó, hasta la hilarante posibilidad de que el joven se hubiera comunicado con el exterior a través de unas bolas anales, vía Bluetooth. Esta última hipótesis se hizo viral como ninguna otra. Elon Musk, el hombre más rico del planeta, publicó un tuit parafraseando a Schopenhauer: «El talento alcanza un objetivo que nadie más puede alcanzar, el genio alcanza un objetivo que nadie puede ver (porque está en tu trasero)». A partir de ahí, la bola –me refiero a la de nieve– se hizo cada vez más grande y rodó por la pendiente de los medios de comunicación, ávidos de carnaza y sensacionalismo. Bienvenidos a la sociedad del espectáculo, como predijo el filósofo Guy Debord. Al show de Truman, o de Niemann, en su versión más contemporánea.
El 9 de septiembre, la mayor plataforma de juego del mundo, Chess.com, cerró la cuenta de Niemann y emitió un comunicado en el que se lee: «Hemos compartido con él [con Niemann] pruebas detalladas sobre nuestra decisión, incluyendo información que contradice sus declaraciones sobre la cantidad y la gravedad de sus trampas en Chess.com».
Grandes maestros y ajedrecistas también han tomado parte en el conflicto a través de las redes sociales. Miguel Illescas, octacampeón de España, traza una línea que conviene tener muy en cuenta: «Si un gran maestro de ajedrez hace trampas 'on line', y las hace bien, creo que no hay modo de detectarlo. Pero si las trampas virtuales las hace un aficionado, es fácil demostrarlo. Lo que sí debemos aclarar es que es muy difícil hacer trampas en torneos presenciales. Las ha habido, pero si se toman las medidas de seguridad adecuadas, es prácticamente imposible». Illescas ha publicado varios vídeos (muy recomendables) con el análisis de la partida entre Niemann y Carlsen que desató la tormenta. De momento, con la información actual del caso, no ve indicios de trampa sobre el tablero.
Por su lado, Colovic reflexiona: «No se sabe muy bien qué pasó. Es casi imposible demostrar que hubo trampas si no es con la prueba de un dispositivo electrónico». En 2006, el campeonato por el título del mundo se celebró en la ciudad rusa de Elistá entre Vladímir Krámnik y Veselin Topálov. El duelo pasó a la historia por el polémico caso 'Toiletgate'. El equipo de Topálov acusó a Krámnik de utilizar con sospechosa frecuencia el baño para obtener algún tipo de ayuda exterior. Desde entonces, Topálov y Krámnik no se saludan. Mi cabeza conecta aquel episodio con el caso Niemann. Escribo a Topálov, curtido en estas lides, y el excampeón del mundo me responde al toque: «No conocía el nombre de Niemann, creo que no lo he visto en mi vida», reconoce. «Pero con independencia de si hizo trampas o no, mi experiencia dice que si no hay dispositivo electrónico descubierto es prácticamente imposible probar nada. En Estados Unidos, en un juicio civil, tienes todas las de perder. Y creo que Carlsen lo sabe. Y por eso está callado».
En el justo instante de escribir esta líneas, Carlsen y Niemann se han vuelto a ver las caras, esta vez en la sexta ronda del torneo rápido por Internet Julius Baer. Ante el asombro general, Carlsen, con negras, ha abandonado la partida tras haber realizado ¡una sola jugada! El gesto, a mi juicio, es impropio de un campeón del mundo, salvo que Magnus ofrezca, a falta de pruebas contra Niemann, algún tipo de explicación.
En fin, me pregunto qué haría hoy el rey Canuto con el programa Stockfish en su teléfono móvil. O cómo actuaría Carlsen en su traje de emperador, mil años atrás. O Niemann, en su ambiguo y oscuro personaje, a veces culpable y otras inocente. Los tres querrían ganar, de eso estoy seguro, por las buenas o por las malas. Como en un capítulo de 'Juego de tronos'.
(Continuará)
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