Sala de espera
Cruce de vías ·
Miro la tele y me entero de que están buscando a una persona desaparecida. Me da por pensar que está al otro lado de la puertaEstoy en una de las tantas salas de espera en las que tenemos que detenernos a lo largo de la vida. Ignoro el tiempo que ... pasaré aquí, no sé si serán horas, días, meses, o incluso años. A estos sitios sabes cuándo llegas pero no cuándo sales. Reina un silencio incómodo. La mayoría se dedica a mirar la pantalla del móvil como si nunca antes la hubiera visto. En una de las paredes hay una televisión que no cesa de hablar de asesinatos en voz baja, hasta que se toma un descanso para dar paso a los anuncios. Al llegar nos han dado un número. Cuando ese número suena por el altavoz hay que dirigirse a la puerta asignada y entrar en la habitación correspondiente. Nadie sabe lo que ocurre dentro. No se oye nada. Miro la tele y me entero de que están buscando a una persona desaparecida. Me da por pensar que esa persona está al otro lado de la puerta.
Sigue llegando gente. Saludan y se sientan. Miran el papel donde está escrito el número de la suerte. Desde hace una hora y media no hago otra cosa que esperar. Veo un periódico que alguien se ha dejado encima de la silla. Ojeo la portada. Un grupo de hombres vestidos con la misma indumentaria se abrazan. Están contentos, no cabe la menor duda. Me entran ganas de abrazar a todos los hombres y mujeres que están conmigo en la sala de espera. La unión hace la fuerza, pienso. Pero estamos solos y en silencio aguardando que nos llegue el turno para traspasar el umbral de la puerta. Después, probablemente, no volvamos a vernos jamás. No paso la página, sigo con el abrazo, mejor así. Llega una mujer con una niña. La niña sostiene con la mano un globo con forma de corazón que flota en el aire. Sonríe. Una imagen tierna que no pega en un lugar tan frío como este. La niña seguirá celebrando el día de los enamorados hasta que el amor de desinfle.
Me quedo dormido con los ojos abiertos. Tengo la sensación de estar en el limbo con todos los que esperan. El limbo ya no existe, sin embargo muchos permanecemos en ese lugar fantástico en el que pasan cosas que no tienen nada que ver con las que salen en la tele. La niña habla con el corazón, le cuenta su vida, susurra palabras cariñosas. Si esto fuera el limbo permaneceríamos aquí eternamente. Una sala triste y silenciosa hasta que llegó la mujer con la niña y el globo. Los pequeños detalles que nos alegran la vida. Un corazón flotando en la sala de espera, un golpe de aire fresco. Hasta que un hombre rompe el silencio sin dejar de mirar las imágenes del televisor, dice: «Hay cosas que no tienen explicación».
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