El deseo de Rocío Molina se encarna en Venecia
La malagueña estrena 'Carnación' junto al Niño de Elche, una catarsis jonda con música sacra y electrónica que se mueve entre la represión y el placer
Cinco días atrás levantaba el León de Plata de la Bienal de Danza de Venecia. Lo dedicó a la «fragilidad», esa nueva compañera «que ... de la mano de la renuncia y el desapego» le han guiado hacia «la honestidad». Desde esa reconocida vulnerabilidad, Rocío Molina se presentó anoche fuerte ante el público del Teatro alle Tese de Venecia con su nuevo espectáculo, 'Carnación', una catarsis jonda que se mueve entre la violencia, los cuidados y la ternura, la represión y el placer. La demostración práctica de por qué ella es la primera bailaora del mundo con el aval de uno de los festivales más prestigiosos de las artes.
La 'danzaora' malagueña se reencuentra con la escena tras su minimalista 'Trilogía sobre la guitarra'. Aquí hay más performance y menos baile. Un paso hacia adelante en su constante evolución y búsqueda impulsada, en este caso, por el deseo. Rocío Molina aborda las tensiones que produce ese deseo en la creación artística y en su forma más carnal en una pieza que suena a música sacra y electrónica, que contrapone la celebración de la fiesta con la represión y el placer íntimo de la atadura.
«Nos encontramos ante un itinerario abierto, una búsqueda en torno al deseo como el flujo psíquico que dirige la pulsión hacia la carne y que parte de la intuición de que su origen solo puede encontrarse in illo tempore», se lee en la descripción de la obra.
Se produce entonces «una indagación sobre el cuerpo y su capacidad de construir las imágenes de un pasado que no llegamos a comprender». Ahí está esa poderosa escena de ella boca abajo sobre las rodillas de Niño de Elche con los brazos abiertos en cruz y los pies encogidos, como un crucificado del revés. «Presenciamos la construcción de una particular mitología en la que el deseo encarna el flujo psíquico que atraviesa los distintos estadios entre lo humano y lo sagrado, lo espiritual y lo animal», explica el programa de la pieza.
La Molina se rodea en esta apuesta de un amplio equipo en el que repite Carlos Marquerie en la iluminación. De la malagueña es la idea original y la coreografía, compartiendo la dirección escénica con Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola. La música, puntal de todos sus espectáculos, corre a cargo aquí de Niño de Elche en una combinación explosiva de dos grandes renovadores del lenguaje flamenco. Se trata de una coproducción entre la Bienal de Venecia, la Bienal de Flamenco de Sevilla, Grec 2023 Festival de Barcelona y el Teatro Español. A Sevilla llegará el 30 de septiembre, en Madrid estará en diciembre y el próximo verano se verá en Barcelona.
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