Así se vive una nominación desde el salón de casa

«No hay nervios», asegura Hergueta a una hora del inicio de la fiesta del cine español. Compite a mejor corto documental con 'Paraíso en llamas', una cinta que dirige y produce con su sello MLK donde narra los días previos a la caída de la Málaga republicana a través de la mirada de la fotorreportera noruega Gerda Grepp, el espía y periodista Arthur Koestler y el zoólogo escocés Peter Chalmers-Mitchell.

«Yo por si acaso tengo los dedos cruzados desde hace mucho rato», reconoce Gloria García. Marina Hergueta le advierte: «¡Mamá! No es hasta casi las once de la noche por lo menos. ¡Te van a doler!». El director y productor se rodea de las mujeres de su vida para esta noche diferente y algo «extravagante»: su madre, su hermana y su socia en la productora MLK, Leticia Salvago. Están tranquilos, «orgullosos» de que 'Paraíso en llamas' haya llegado hasta aquí. «Pasar el corte ya es un premio», repetían. Una frase muchas veces escuchada, pero que suena sincera en las voces de Hergueta y Salvago. En un aparte, cuando la madre se queda sola mientras el resto comprueba la conexión a la gala, Gloria García susurra: «No sé si se lo darán, pero se lo merece, lleva muchísimos años haciendo cosas».

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Hergueta va y viene desde el 'set' instalado en una terraza cubierta al salón, donde la familia no se despega de la tele. Cuenta con 30 segundos de adelanto, la diferencia entre la conexión 'online' y la emisión televisiva. En los Goya de la pandemia, la protagonista es la «incertidumbre tecnológica», el no saber si todo funcionará cuando debe.

A las nueve de la noche empieza la conexión para los nominados. Es el momento de dar las instrucciones: no más 60 segundos para el agradecimiento y un gesto de despedida con la mano para dejar claro que se ha terminado. Y la espera se alarga, con un vacío entre la alfombra roja y el inicio de los Goya que aumenta la inquietud. Hergueta ocupa el tiempo atendiendo al teléfono y entrando en directo en la radio desde la esquina de su casa, a unos metros del Miramar, rodeado de unidades móviles de cadenas de televisión y directos de reporteros.

El productor y director no oculta esa sensación de estar ante «un experimento de un mundo nuevo», de estar «estrenando algo que se va a quedar», una fórmula nueva que pasará a la historia. «Buenas noches. Uno, dos, tres, cuatro, cinco». Hergueta prueba el sonido minutos antes de que todo empiece, con un pincho de tortilla y una copa de vino al lado. Las ventajas de estar en casa. «Tú tranquilo», le aconseja su madre, que cada cierto tiempo vuelve a cruzar los dedos.

Comienza la gala. Banderas en la televisión. Hergueta frente a la pantalla. Y los teléfonos no dejan de parpadear. Llegan mensajes de amigos, conocidos y familiares. «¡Han visto a José!», «¡Pero cuánta gente lo está viendo!». Ahora sí se palpa la inquietud. Van por el cuarto premio. «Nosotros somos el doce», avisa Hergueta. Y cuando llega Julián López, el entregador de su Goya, dice otro nombre. Gloria García abraza a su hijo, Marina Hergueta a su hermano y Leticia Salvago a su socio. Porque ese es el otro premio de esta gala extraña, «poder vivirla juntos».