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Aplauso unánime a la transformación del Carpena, que acogió una gala sosa

Aplauso unánime a la transformación del Carpena, que acogió una gala sosa

La Academia, con el apoyo del Festival de Málaga, supero con buena nota el reto de celebrar por primera vez la entrega de premios en un palacio de deportes

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Lunes, 27 de enero 2020, 01:46

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El balance de los Goya se apuntó una buena nota. Unas cuatro estrellas sobre cinco, si fuera una crítica de cine. Y no lo tenía fácil. Porque por primera vez en la historia de las 34 ediciones de los premios del cine español, la Academia asumía el reto de celebrar su gala en un palacio de deportes, en lugar de un auditorio adecuado y preparado para espectáculos. De hecho, muchas voces dudaron de que el Martín Carpena fuera un espacio adecuado y digno para la ceremonia más mediática de las que se celebran en España, pero el resultado fue sencillamente espectacular. La realización televisiva mostró una producción solvente y una escenografía brillante, que se unió al resultado de los propios premios con el triunfo contundente de 'Dolor y gloria' que escenificó el reencuentro de Pedro Almodóvar con la Academia. La puesta en escena y el desenlace de los galardones fueron los argumentos a favor de una edición, que no obstante flaqueó en el propio guion de la ceremonia que resultó sosa y que no terminó de convencer hasta el final. Cuando empezaron a conocerse los grandes ganadores de la noche.

La segunda gala de los Goya consecutiva que presentaron Silvia Abril y Andreu Buenafuente se saldó con un excelente dato de audiencia (26%), el segundo mejor de la última década. Indudable aval para la producción de El Terrat –la empresa del cómico catalán–, que diseñó un espectáculo fastuoso y audiovisual que contó con un diseño artístico soberbio que tuvo como elemento distintivo las pantallas led que permitieron una variedad de recursos gráficos que cambiaban la escenografía según el protagonista del momento o el número que se representaba.

La impecable puesta en escena no tuvo, por contra, la misma brillantez durante el desarrollo de la gala, que acabó resultado plana y, a ratos, mediocre. Tras un buen comienzo y el premio a la abuela Benedicta Sánchez que convirtió a todos los espectadores en sus nietos, los gags de Buenafuente y Abril iban de la hilaridad a la ineficacia. Las actuaciones en directo tuvieron diferente suerte, desde el sentido 'Sobreviviré' de Pablo Alborán al esperadísimo homenaje a Pepa Flores, que sus hijas defendieron con emoción, pero que no borró la decepción de la ausencia de la mítica Marisol que, pese a ello, mostró con este gesto su coherencia con la decisión que tomó hace décadas de cambiar de vida y guardar silencio. A ello se unió una noche en la que los discursos de los veintitantos ganadores se eternizaron con agradecimientos sin fin que llevaron el timing televisivo hasta las tres horas y media, muy por encima de lo previsto y de lo soportable.

Pabellón tuneado

Los peros a la entrega de premios estuvieron sobre todo en el ritmo y el exceso de metraje. Amén de cierta descoordinación en los tiros de cámaras ya que, en demasiadas ocasiones, se colaron personas del público que cruzaban ante las cámaras.

Por lo demás, la organización «a lo grande» cumplió con esa premisa. Desde el auditorio de 3.200 personas –incluido el graderío vip para nominados que se fundía con el escenario– a la metamorfosis del Martín Carpena, con una espectacular alfombra roja que arrancó en la calle y que tuvo la habitual brillantez de la que nos acostumbra a montar el Festival de Málaga, socio indispensable de la Academia en esta edición. El diseño del exterior del pabellón ya anunció desde la calle el sobresaliente tuneo del pabellón que, por un día, cambió las equipaciones deportivas por el esmoquin y la alta costura. Un ambiente absolutamente glamouroso que se llevó el aplauso de todos los presentes.

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