Patria

Se trata además de la primera producción de HBO en España, casi en castellano, y lo hace con un cuento que es ya la leyenda de dos familias separadas por la honda grieta del terror; la ruptura inigualable que genera una violencia que siempre se ejerce desde arriba, desde el poder, y que aterriza clavándose en el costado de un pueblo que sufre siempre por el sentimiento más impuro y artificioso que existe, que es el nacionalismo, ente de emociones y de instinto radical que se disfraza de algo parecido a la fe cuando tiene sus cimientos en el odio y en la diferencia. La necesidad de trazar fronteras, una enfermedad endémica de la humanidad.

En 'Patria', hasta ahora, ha habido momentos en los que cuesta trabajo aguantar las lágrimas. Elena Irureta, la actriz protagonista, viuda del bando de la democracia, se merece todos los premios. Su antagonista, Ane Gabarain, está, por lo menos, al mismo nivel. Con el terrorismo nacionalista ocurre igual que con las guerras civiles, que son capaces de separar mediante el odio a personas que se quieren, o que deberían quererse, o que se han querido tanto. El dramatismo de muchas secuencias es total. Hablé hace unos días con una víctima del terrorismo que vivió una situación similar a la del doloroso tráiler que anunciaba la serie (en el que una mujer abraza el cuerpo sin vida de su marido asesinado) y me confesó que cree que nunca será capaz de ver esta serie. Y lo entiendo, porque cuesta verla.

'Patria' es una superproducción que trata sobre una parte de lo que somos. Con esta factura supone además un verdadero hallazgo. Tampoco es una serie perfecta. En esta ficción, el dramatismo decrece de una manera proporcional a los kilos de maquillaje que se emplean para envejecer a los actores. Por ahora, en estos dos capítulos, poco se nota el sentido del humor, la cotidianeidad, el habla con el que Aramburu hizo de esta historia una novela genial. Los continuos saltos de tiempo tampoco ayudan a alcanzar el clímax narrativo, pero a cambio se ofrece un diseño de producción que nunca antes se ha visto en nuestro país. La secuencia del autobús debería enseñarse como ejemplo de cómo hay que rodar una escena de terror.

Aitor Gabilondo es el director de la serie y también merece todo reconocimiento. Somos jueces directos y sabemos de lo que se habla. Al poco de anunciarse la serie, se anunció el abandono de Pablo Trapero, la primera opción como director. Aquello sólo añadió más morbo a todo esto, más interés por saber cómo operaba una multinacional del entretenimiento y del arte en una historia que nos toca tanto. Poco antes del estreno, anunciaron 'Patria' con un anuncio que enfrentaba la imagen del atentado con otra escena de tortura en una comisaría. La polémica trae más publicidad. La historia de esta serie la reconocemos, porque la hemos vivido aunque no hayamos estado jamás en Hernani, pueblo en el que quizás se transcurra este drama aunque jamás se le cite. Todos hemos sentido alguna vez el peso de la amenaza. El asedio de la tristeza y de todo lo que hace daño. Ahora se nos enseña de cerca y todavía hace daño. Aunque, de lejos, todo esto parece una fabulación.