Paco Vallejo, ajedrez zen en la élite
Cuentos, jaques y leyendas ·
El mejor ajedrecista español de todos los tiempos sigue dando guerra en el tablero. Su relato vital está influido por el tao y el afán constante de superaciónmanuel azuaga herrera
Sábado, 21 de enero 2023, 22:30
Paco Vallejo es un genio del ajedrez. Desde hace años, es el número uno de los ajedrecistas españoles. El treinta y dos del mundo. Vallejo ... es al juego-ciencia rojigualdo lo que Pau Gasol al baloncesto: el mejor jugador nacional de todos los tiempos. En el siglo XVI, Ruy López de Segura, un sacerdote zafrense que ejercía como consejero real en la corte de Felipe II, fue considerado el primer campeón mundial oficioso de la historia. Pero no es comparable. Por entonces, el noble juego empezaba a colocar los primeros guijarros de la gran catedral de la teoría de aperturas. No existían tratados de estrategia y la estructura de peones, por ejemplo, no era un elemento de estudio para los ajedrecistas de la época. Las partidas que nos han llegado de aquellos días muestran un estilo directo en el que blancas y negras buscan el ataque del rey enemigo desde las primeras jugadas. Es cierto que hay verdaderas obras de arte, pero suelen ser tan hermosas porque vienen precedidas de errores que hoy serían inimaginables, menos aún en el ajedrez de élite. Por tanto, si Ruy López de Segura, con su digno pero quebradizo conocimiento de antigualla, jugara hoy mil partidas seguidas contra Paco Vallejo, no podría ganar una sola batalla. Salvo que dejáramos que el sacerdote se pusiera al día con la ayuda de la informática moderna. Entonces descubriría otro juego. Y Paco, seguramente, le estrecharía la mano.
Vallejo nació en Mahón, Menorca, pocas semanas después del mundial de fútbol del 82. Su padre, Ángel Vallejo, era militar. Su madre, Feli, auxiliar en un hospital de la isla. La familia Vallejo, por rama paterna, tenía raíces castrenses y musicales. El abuelo, Francisco Vallejo Herena, nació en Málaga. Tocaba el trombón en la Orquesta Chaparro, una formación que animaba las fiestas de los pueblos en los años cincuenta y sesenta. También era bombardino en la Banda Municipal de Música de Málaga. Un sobrino suyo, Paco Vallejo Amaro, se acercaba a verle tocar los vientos y, de tanto acercarse, terminó por enrolarse en la banda. El sobrino, Vallejo Amaro, es tío de Paco Vallejo y se convirtió, con los años, en el director de la Banda Municipal. Guardó la batuta en diciembre de 2018, tras ofrecer un emotivo concierto navideño en la Iglesia de los Mártires de la ciudad malagueña. «Mi tío siempre ha sido un fenómeno, cada vez que voy al sur, procuro hacerle una visita», confiesa Paco.
Un chico prodigio
Una visita que Paco tenía por norma desde pequeño, cuando viajaba a Málaga por vacaciones. «Visitábamos a mis tíos en su casa de Cerrado de Calderón», recuerda. «Una de mis primeras imágenes de aquellos viajes es la de mi abuelo jugando al ajedrez con mi padre. Yo estaba por allí y observaba, en silencio. Pero, al parecer, en una de esas partidas mi abuelo fue a mover una pieza y entonces se lo impedí: «No, abuelo, esa no, que pierdes el caballo. Mejor esta otra». Yo tendría cuatro o cinco años, no me acuerdo bien, pero es una historia que me han contado muchas veces».
Esta escena me trae a la memoria otras similares que protagonizaron algunos grandes nombres del juego-ciencia. Es el caso de Arturo Pomar, quien con solo cinco años enseñaba a su padre y a su abuelo los mejores planes sobre el tablero. Paul Morphy, quizás el mayor talento natural de la historia del ajedrez, también vivió algo parecido. Su padre y su tío guardaban las piezas tras una partida. Morphy tenía seis años. Había seguido el duelo en silencio, como haría Paco Vallejo un siglo y medio más tarde. En aquella ocasión Paul intervino: «Tío Ernest, podías haber ganado». Y, con los trebejos colocados de nuevo sobre la madera, el pequeño les demostró cómo lograr jaque mate. Los relatos de infancia de Pomar y de Morphy son fascinantes. Solo pueden explicarse desde la genialidad. Igual ocurre con Paco Vallejo. Paco fue un niño prodigio -lo sigue siendo, a sus cuarenta años- tocado por la gracia de la diosa Caissa.
Los gloriosos años del Marcote
Su aventura blanquinegra empezó en la Escuela de Ajedrez de Villacarlos, cerca del puerto de Mahón. Su destreza era tan fuera de lo común que los éxitos no tardaron en llegar. En 1991, Paco se proclamó subcampeón del mundo de la categoría sub-10, en Varsovia. Dos años más tarde, repitió subcampeonato en la categoría sub-12, esta vez en Bratislava. Por esas mismas fechas, Vallejo derrotó al maestro FIDE Daniel Pizá en un torneo celebrado en el municipio catalán de El Vendrell. Daniel coordinaba la escuela de ajedrez del Colegio Marcote de Mondariz, en Vigo, una escuela que funcionaba con el aval institucional del campeón del mundo Gari Kaspárov, quien incluso estuvo presente en la inauguración del centro, junto al presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne. Daniel quedó tan impresionado por la fuerza de juego de Paco que habló con el director del colegio, Fernando Marcote, un pionero en la introducción del ajedrez como herramienta educativa. «He conocido a un niño increíblemente talentoso», comentó Daniel. «Y no tiene patrocinador». Fernando Marcote descolgó el teléfono y llamó al padre de Paco. Esa llamada lo precipitó todo en la vida de Vallejo.
Fernando Marcote llegó a un acuerdo con la familia de Paco, así que el chico hizo las maletas y puso rumbo a Mondariz. «Al colegio, que era privado, le pareció interesante contar con un alumno ajedrecista que había sido dos veces subcampeón del mundo, querían proyectar una buena imagen», señala Vallejo. Y añade: «Mi padre y mis hermanos lo llevaron bien, pero mi madre sí sufrió más la separación, como todos las madres, supongo. En el fondo ella entendía que era lo mejor para mi futuro, aunque con este tipo de lógicas nunca sabes si aciertas. Uno toma decisiones y a saber después la vida. Lo que sí era una certeza es que yo quería jugar al ajedrez y llegar lo más alto posible. Y Menorca se quedaba pequeña». Paco tenía once años y en su pecho lampiño sentía un desmayo inquietante, una corazonada.
En el colegio Marcote, Vallejo tenía permiso para saltarse las clases de gallego y, de vez en cuando, la asignatura de Educación Física. Ese tiempo que ganaba al horario lectivo lo dedicaba a la práctica del ajedrez. Y por las tardes, cuatro o cinco días a la semana, más ajedrez. Algunos de sus entrenadores fueron el propio Daniel Pizá, Pablo Glavina, Zenón Franco y el gran maestro ruso Andréi Kharlov, quien años más tarde fue ayudante de Gari Kaspárov en el campeonato del mundo que el Ogro de Bakú perdió en Londres (2000) contra Vladimir Krámnik. Daniel Pizá rememora aquellos años de internado con nostalgia. Recuerda haber llevado a Paco al cine en su tiempo libre: «Le encantó 'Parque Jurásico' y 'Misterioso Asesinato en Manhattan', de Woody Allen».
Campeón del mundo juvenil
En cierto modo, el progreso de Paco fue de película. En 1996, obtuvo el título de Maestro Internacional. En octubre de 1997, con solo quince años, derrotó a Deep Blue Junior, secuela de la supercomputadora de IBM Deep Blue, la máquina que venció a Kaspárov. «Aquello fue más un circo que otra cosa», puntualiza Vallejo. «La maquinita jugaba mejor que yo, pero por alguna razón tuve suerte y le gané la primera partida. Esta victoria se publicó como una hazaña en los medios, pero para mí no tuvo importancia, no la tuvo entonces ni por supuesto la tiene ahora». Lo importante llegó poco después, nada más salir del colegio Marcote, cuando Paco se proclamó campeón del mundo juvenil (sub18) en Oropesa del Mar. «Campeón del mundo», se decía Paco. «Campeón del mundo».
Pero Paco no lo tuvo fácil. Ese mismo año, en España, había otros campeones mundiales en otras disciplinas deportivas. Y lo eran en categoría absoluta. En boxeo emergió Javier Castillejo. El nadador David Meca cruzaba las aguas abiertas del Pacífico y copaba los telediarios del país. Lo mismo ocurrió en judo, vela, piragüismo, gimnasia artística… Digamos que no hubo dinero para todos, por resumirlo. Menos aún para el ajedrez. «En otros países es seguro que hubiera tenido más apoyo», reconoce Paco. «Pero, al mismo tiempo, me siento muy afortunado de haber nacido en España. La gente me decía: «Si hubieras nacido en Rusia, hubieras llegado más lejos». ¿Quién sabe? No estoy tan seguro de ello».
Taoísmo en el tablero
Corría el año 2002 y Paco Vallejo era considerado un superclase del ajedrez. Participaba en los mejores torneos y las expectativas sobre su progresión en el ranking internacional lo colocaban en lo más alto. Un día, en el aeropuerto de Barajas, compró el libro 'El tao de la salud, el sexo y la larga vida', de Daniel Reid. Aquella lectura le atravesó por completo. El taoísmo aboga por vivir en armonía con la naturaleza. La respiración y el ayuno son claves filosóficas para lograrlo. Les leo un fragmento interesante del libro de Reid: «En el arte amoroso taoísta, el énfasis no recae sobre el amor romántico, sino sobre una técnica correcta; por tanto, es como un partido de fútbol o una competición deportiva: no basta con el deseo de vencer». De este modo, Paco empezó a aplicar el taoísmo a su vida, dentro y fuera del tablero. El gran maestro malagueño Ernesto Fernández, entrenador de Paco durante años, recuerda bien hasta qué punto el tao estuvo presente en el día a día de Vallejo: «Me acuerdo que entrenábamos dos o tres semanas seguidas en la casa de campo de Paco, en Son Ferriol. Parecíamos monjes budistas», comenta con una sonrisa en el rostro. «En realidad», matiza Paco, «empezábamos la semana muy saludables, comiendo zanahoria y masticando ajo crudo, pero la terminábamos comiendo fuet a mordiscos y tomando helados Häagen-Dazs».
Gracias o no a esta filosofía, Paco Vallejo ha logrado dar jaque mate a todos los campeones del mundo de la era moderna, con la excepción de Kaspárov. A veces, la presión mediática ha sido injusta con él. «El ajedrez es una parte importante de mi vida, pero no es mi vida», aclara Vallejo. «Claro que me hubiera gustado ser campeón del mundo y ganar todas las partidas, pero no a cualquier precio. Tener un equilibrio vital siempre me ha preocupado más que el ajedrez. Es esto, precisamente, lo que me permite seguir disfrutando, a mi edad, de esta pasión. Pero si mañana me prohibiesen jugar, seguiría teniendo una vida maravillosa».
A finales de marzo de 2018, Paco se retiró del Campeonato de Europa de Batumi, en Georgia. Hacienda le reclamaba casi medio millón de euros por una injusta aplicación fiscal sobre apuestas en línea. Vallejo, durante el año 2011, apostó al póker pequeñas cantidades. De hecho, perdió dinero, pero la norma tributaria en España no le permitía compensar estas pérdidas. La presunción de culpa que sufrió el ajedrecista fue insoportable. Jugadores como Nakamura o Susan Polgar salieron en su defensa en redes sociales. «Aquello fue una putada», recuerda Ernesto Fernández. «Paco estaba jugando como nunca».
Tras casi dos años de calvario, Paco Vallejo ganó la partida a Hacienda y, poco a poco, recuperó su alegría sobre el tablero. Y es que Paco, no lo olviden, sigue tocado por la gracia de Caissa.
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