Zahara te saca todos los demonios
Su concierto en Fuengirola, en una edición limitada del festival Luna Sur de Marenostrum, se convirtió en un acto colectivo de exorcismo
Esta es la crónica de un concierto que se convirtió en un acto colectivo de exorcismo. Ocurrió este viernes de agosto, en Fuengirola, donde la ... cantante y compositora Zahara (Úbeda, 1983) actuó en una edición limitada del festival Luna Sur de Marenostrum, sentados y con mascarilla. La ladera del Castillo de Sohail, frente al Mediterráneo, acogió así una de las mejores giras de un artista nacional que puede verse este año, si no la mejor. En Málaga, hemos comprobado la contundencia de sus argumentos. Zahara ha conseguido trasladar al directo el espíritu de una obra maestra que se llama 'Puta' y que transforma el insulto y la humillación en un lugar que da cobijo. El resultado es un espectáculo emocionante y muy bien armado en lo técnico, un trance emocional que emerge en la intimidade y que nos conduce sin remedio a la pista de baile, es decir, a un espacio para la protesta.
El público va de la mano
Lo primero que llama la atención de este concierto es la relación con el público, aquí sin exceso de testosterona: una preciosa masa de gente joven y múltiple para un espectáculo dedicado a todos a los que alguna vez nos han llamado puta, maricón, loca, bollera, friki o gordo. No se trata de un ejercicio de autoayuda, sino de liberación y de afirmación de lo que somos, un viaje personal que pasa por superar la toxicidad haciéndola salir por alguna parte. Le acompañaba algo menos de la mitad del aforo disponible, pero con esa voz, con esa actitud y con este cuidado por el detalle, solo es cuestión de tiempo que Zahara acabe llenando pabellones.
'Puta' en directo es una terapia de música y poesía que empieza con imágenes de la cantante en su primera comunión y entonando 'Soy minero'. Las referencias a la infancia son constantes: a Zahara la llamaron 'puta' por primera vez a los doce años, luego pasó por un calvario de autosabotaje que, sin que apenas se diera cuenta, dejaría dentro de ella unos demonios que ahora se sacude, echándonos una mano para que los demás nos libremos de los nuestros, porque vienen más o menos del mismo sitio: «Esto me ayuda a cerrar heridas que llevo chorreando por todo el cuerpo», relató en un discurso en el que explicaba que la pandemia le ha servido para enfrentarse a traumas que estaban enterrados desde hace mucho tiempo. «Salió toda la mierda tenía dentro y escribí este disco para vosotros», dijo presentando 'TAYLOR', una canción sobre Taylor Swift, su «salvadora» durante el confinamiento. Desgranaría todo el disco y algunas un poco más antiguas, como 'El deshielo' o 'Guerra y paz'. Todas, sin excepción, fueron celebradas por el público la euforia de un hallazgo capaz de cambiarte la vida, en una conexión difícil de entender si no se siente.
Sombras, luces y sonido
La calidad audiovisual es sobresaliente. El fondo de escenario que empieza como un enjambre pero luego se convierte en otra cosa hasta culminar en discoteca, con temas como 'Berlín 4U', cuya electrónica se extendió durante minutos. Es un espectáculo versátil y poliédrico en el que Zahara toca la batería, la guitarra, baila y canta estupendamente bien, como demuestra en un tramo acústico, con tres temas a solas con guitarra o con piano. En los tramos más tecno, le acompañan dos bailarinas y el espectáculo se hacía todavía más grande. Los músicos son Manuel Cabezalí, que también es el experto productor de esta obra que nos atañe, y Martí Perarnau IV. Cuando llega el turno de presentar a la banda, Zahara cita a la del mechandising, al técnico de backline y casi parece que va a decir el nombre de cada uno de los asistentes, que esta noche nos sentíamos muy importantes: por fin un concierto para nosotros. Dedicó una canción a muchos malos, como «a las bestias que le mataron antes de llamarle 'maricón'» y 'Marichane' fue otro ejercicio colectivo con todos cantando. Yo estaba ahí, en este concierto pensando en las letras de las canciones hasta que la música empezó a tirarme de la camisa y entonces no me importaba nada más. Ojalá esto quede congelado y podamos volver a disfrutarlo pronto de pie, y hacer de nuestro baile un acto revolucionario.
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