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Atiende al teléfono a las nueve de la noche tras una sesión de ensayo. Mientras algunos están a punto de terminar su jornada laboral, él la empieza. «Trabajaré toda la noche en un videoclip», asegura. Dormir cuando todo el mundo lo hace sigue siendo la «asignatura pendiente» del malagueño Miguel López Mora. Es el peaje de ser Digital 21, un pionero de la música electrónica en directo en España, dj residente en varios clubs de Madrid, músico multiinstrumentista, videoartista, compositor, productor... Y lo que le echen. Su máxima es «no aburguesarse nunca». El 13 de octubre verá la luz su último proyecto, 'Inside', un disco que lleva al formato físico lo que durante años ha experimentado en los directos con Stefan Olsdal, de la banda Placebo: que la música electrónica y la clásica no son incompatibles.
Ambos músicos se rodean de un cuarteto de cuerdas y de voces femeninas de distintas partes del mundo -China, Japón, Irlanda, Alemania...- en un álbum que combina las armonías de la música de cámara con la potencia de la electrónica. Cuatro años han pasado desde que surgió la iniciativa de forma «natural», un proyecto madurado «con tranquilidad, decidiendo bien qué hacer en cada momento» y con la complejidad que implica adaptar dos corrientes en apariencia muy distantes. «Nos hemos salido del redil, del carril fácil», apostilla Digital 21. Y eso lleva su tiempo.
Pero resulta que todo casa, que cuando se escucha no parece tan extraño que el sonido de un violín se combine con el que sale de un sintetizador. «Porque la electrónica es un camino, no una finalidad, una herramienta y no un fin, puede caber cualquier cosa: desde el rock hasta el flamenco, pasando por la música de cámara», defiende el malagueño, convencido de que estos ritmos que se asientan en la tecnología son «la música de nuestro tiempo». «Al final, cualquier tema que no tenga algo de electrónica en el año 2017 es algo que se hizo hace 30 años», mantiene. Incluso el rap, el género más extendido entre las nuevas generaciones, la incluye en sus bases. «Todo son ramificaciones de esta música».
Pese a todo, Digital 21 no renuncia a dar un toque orgánico a sus creaciones, en la grabación y también en los directos. Hasta ocho personas en su configuración máxima llevarán al escenario el disco, entre cuerdas, guitarra, voz... Cada ambientación de cada tema se configura en el momento. O canta una corista o lo hacen ellos, pero «está prohibido» lanzar una grabación. Esa forma de trabajar en vivo es una de las señas de identidad del malagueño y del roquero sueco, que afronta ya las últimas fechas de la gira 20 aniversario de Placebo. «Llevamos toda la vida haciendo esto y ambos coincidimos en tocar muchos instrumentos diferentes. Las bases de instrumentos reales es nuestra forma de ver y entender la música», aclara. A esto se une su lucha particular por hacer «música electrónica con sentimientos, de emociones, que no tienen por qué ser bonitos». Y cree que con este proyecto es con el que más se ha acercado a su objetivo.
Hoy hay quien repite lo que ya hicieron Jimi Hendrix o Bob Marley, y lo respeta -«Respeto a cualquier persona que se sube a un escenario», puntualiza-, pero Miguel López cree que la suerte de los creadores de este siglo es contar «con herramientas nuevas que permiten hacer una nueva música». Como en su día hicieron los Beatles, «que tenían todo por descubrir», y mucho antes Beethoven. «Siento que nosotros ahora tenemos también esa oportunidad», asegura.
Perfeccionista en exceso, trabajador incansable -en horas y proyectos que abarca- y multidisciplinar, puede presumir de no haberse «aburguesado nunca». «Ha sido una de mis obsesiones, el pensar que algún día, cuando te va mejor, empieces a relajarte», admite. Pero a sus 44 años eso aún no le ha sucedido. Duerme «un poco» por las mañanas, el resto de las horas de la tarde y la madrugada es Miguel Ángel López el dj, el artista audiovisual y el músico de estudio. A contracorriente. Algo a lo que está acostumbrado quien siempre fue el «bicho raro» de la música, quien en 1989 cantaba en Málaga en inglés y con una cresta descomunal. Hace años que ya no la lleva. Entre otras cosas, porque ha dejado de ser original, todo el mundo lleva cresta, piercings y tatuajes. «No tengo nada de eso, así que sigo siendo el rarito», concluye entre risas.
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