Cheap Monk: el músico anónimo que triunfa en Spotify
Le escuchan cada mes 360.000 personas en Spotify, pero nunca le han visto en directo. Detrás está Miguel Martín, un joven estudiante malagueño de Ingeniería Industrial que crea sus temas desde casa
Su música llega cada mes a unos 360.000 oyentes de Spotify repartidos entre Londres, Moscú, Los Ángeles, Berlín y Nueva York. Uno de sus ... temas, 'Tao', ha superado los siete millones de escuchas. Más de 17 millones acumulan todas sus canciones en la plataforma. Y su nombre, Cheap Monk, se ha colado en 9.000 listas de usuarios. Pero pocos, muy pocos, saben quién hay detrás de esa firma. Ninguno lo ha visto actuar en directo. Es imposible porque nunca lo ha hecho. Esos éxitos que se reproducen una y otra vez por 'streaming' han salido de una habitación de la casa malagueña en la que vive con sus padres. Miguel Martín, alias Cheap Monk, ha tomado impulso en la música electrónica instrumental a través de Spotify. El reto ahora es dar el salto al otro lado, hacerse visible, que todos esos oyentes se transformen en seguidores.
Tras el éxito de Cheap Monk hay un joven estudiante de Ingeniería Industrial de la Universidad de Málaga. Pero incluso la inmensa mayoría de sus compañeros de clase desconocen esta otra faceta suya. A sus 24 años ya lleva una década experimentando con los sonidos usando como instrumentos el teclado, el ratón y el sampler. Con ellos ha compuesto temas que Spotify ha incluido en cuatro de sus universales 'playlists'. Una de ellas, 'Lo-Fi Beats' para relajarse, estudiar y concentrarse, roza los cuatro millones de 'me gusta'. El empujón definitivo lo recibió en 2018, cuando la plataforma de reproducción dio la posibilidad a los artistas independientes de enviarles directamente su música. Fue de los primeros en hacerlo y a Spotify le gustó lo que escuchó. Desde entonces ahí sigue, subiendo cada cierto tiempo un nuevo tema y entrando en los complejos algoritmos de Spotify que hacen que su canción se reproduzca en las radios y se recomiende.
Le debe mucho a Spotify, pero para Miguel Martín ha llegado la hora de independizarse. «La gente que me oye sigue la lista y no al artista. Gano dinero con esto, sí, pero estoy en un limbo en el que no me veo seguro como para pensar que es algo estable«, reflexiona. Porque le escuchan muchísimas personas por todo el mundo, pero no tiene forma de llegar hasta ellas para establecer un vínculo más allá de un tema que suena de forma aleatoria. »Si pudiera de alguna manera comunicarme con ellos directamente, si hubiera algún canal para eso, me daría una ventaja tremenda. Ahora estoy con los ojos vendados«, reconoce.
Cheap Monk trabaja ahora por convertir en seguidores a los miles de oyentes que le han descubierto en listas de la plataforma
No le interesa «monetizar a corto plazo», sino «generar comunidad», hablar con los fans, contarles sus proyectos, mostrarles otras canciones y, quién sabe si, cuando la pandemia remita, verse las caras en vivo. Porque Cheap Monk nunca ha estado en el cartel de ningún festival, ni de ninguna sala. «No salgo de mi habitación», añade con cierta ironía, pero con mucho de verdad.
Nunca se había planteado hacer directos. Hacía lo que le gustaba: crear música tranquila y relajada desde la comodidad de su habitación. Sin presión. Pero ahora, con el aval de Spotify, le ha llegado el momento de «pararse y pensar» hacia dónde quiere ir y qué camino tiene que tomar. Y sabe que si quiere avanzar, las actuaciones son lo único que le van a proporcionar esa exposición al público que necesita. «Se empieza pasito a pasito. Y el primer paso es salir de mi casa y ver cómo está Málaga», bromea Miguel Martín.
Entre las clases 'online' de la universidad –por la incidencia del coronavirus– y su faceta de productor musical, pasa muchas horas delante de una pantalla en la casa familiar en el Limonar. Y no solo componiendo. Como artista independiente que es, lleva él solo «el negocio completo». «La mayoría de mi tiempo se va en otras cosas, en estar atento a las redes sociales, a la página web y en la experimentación más que en la creación», argumenta. Forma parte de su rutina diaria, que compagina como puede con la carrera.
Ha llegado hasta aquí de manera progresiva y siendo autodidacta. «Tropezándome hacia adelante y siendo constante». Se reconoce un tipo tranquilo, algo introspectivo y amante de la meditación. Y su música es un reflejo de esa personalidad, no le «sale» hacerla de otra manera. «Influye. Tus creaciones son un espejo de tu estado mental. Si estás calmado, gravitas en torno a ese tipo de sensaciones», explica.
Por eso de la meditación jugó con la palabra 'monje' en su nombre artístico, un alias que puso sin «dar muchas vueltas». Le hacía gracia, le sonaba a 'chipmunk', esas pequeñas ardillas de lomo rayado habituales de Norteamérica. «Pero no hay una historia trascendental detrás, fue una decisión espontánea», admite con naturalidad. Y aquello que surgió casi sin pensar va camino de convertirse en su medio de vida. Solo le falta que, además de su música, también suene su nombre.
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