La cara B de los conciertos y festivales en Málaga: más pérdidas que ganancias
Con una agenda abarrotada de eventos y los cachés disparados, son pocos los promotores que este verano consiguen hacer caja o, al menos, equilibrar las cuentas
No se dice públicamente, se comenta en corrillos y en conversaciones off the record, pero nadie quiere ser el primero en reconocer abiertamente que algo ... está fallando este verano en la música en vivo. Porque sucede en Málaga, pero no solo aquí. «Está siendo una tragedia nacional», comenta un promotor con décadas de experiencia. Cambios repentinos de ubicación, cancelación de conciertos, recortes en los carteles, una rebaja en el nivel de los artistas y, en muchos casos, menos público en la pista. El motivo merece un análisis concienzudo del sector, pero hay varias cuestiones que parecen evidentes: tenemos una agenda abarrotada, entradas con precios de más de cien euros, costes de producción elevados y cachés disparados por la puja de artistas entre los eventos. Una combinación insostenible que se traduce en pérdidas para los promotores, especialmente, para aquellos que más se la juegan.
El caso de este fin de semana es paradigmático: Lionel Richie y The Prodigy en Marenostrum Fuengirola, Il Divo y Will Smith en Starlite Marbella, Luis Fonsi y Pastora Soler en el 101 Music Festival de la Malagueta, el Brisa Festival en el Dique de Levante de la capital y Boombastic en Málaga Forum. «No se puede ir a todo, hay que elegir», reconoce otro profesional del sector. Sobre todo cuando el precio medio de las entradas de los conciertos, según un análisis de SUR (sin contar los festivales), está en 41,4 euros, con multitud de citas que rozan los 100 euros.
El miedo al 'pinchazo' es tal que para algunos eventos los técnicos y los proveedores piden ya el dinero por adelantado
El miedo al 'pinchazo' es tal que, para algunos eventos, los técnicos y los proveedores están ya pidiendo el dinero por adelantado: si no se les paga con antelación, no montan el escenario o no suministran cervezas, y se van a otro concierto, que lo hay. En algún caso, el suministro de bebidas no ha estado garantizado hasta poco antes del inicio de la actuación.
Detrás de esta realidad hay un cúmulo de malas decisiones y una ambición mal calculada. «La mayoría de la gente se piensa que en la música se gana mucho dinero, y en la música es muy difícil hacer dinero», cuenta un promotor, que lamenta el intrusismo que hay en este campo. No existen los 'pelotazos' porque los costes de organizar un concierto son elevadísimos (montaje de escenario, sonido, iluminación, contratación de personal, caché del artista…) y se asumen muchos riesgos (económicos, de imagen, de seguridad…).
Cuestión de dinero
Detrás de los cambios de ubicación más sonados del verano en Málaga hay una cuestión económica: los ingresos por las ventas de entradas no daban para montar la enorme infraestructura que exige un macroconcierto en el Estadio de Atletismo de la ciudad para Jennifer Lopez ni para crear la estructura de un festival de música urbana en el recinto ferial de Estepona como pretendía Boombastic. Tanto en uno como en otro caso se quiso ir a máximos, pero el público, por el motivo que sea, no respondió como esperaban. Lo más sensato para amortiguar el golpe fue mudarse a un recinto ya preparado con todo, desde lo más obvio como es el escenario hasta lo más básico como son los baños. Al final, Jennifer López se trasladó a Marenostrum y Boombastic al Málaga Forum, aunque no sin polémica y perjuicio para los espectadores.
El reiterado recurso a los «motivos logísticos» y a las «circunstancias imprevistas» para justificar una cancelación esconden una escasa venta de entradas que hacen que la suspensión sea el mal menor: pierden, pero menos que si se llegase a celebrar. Rigoberta Bandini se cayó de la agenda de forma inesperada solo una semana antes de su concierto en Málaga. Según publicó la promotora Last Tour en un 'storie' de Instagram –nada de comunicados oficiales–, se cancelaba por «motivos logísticos ajenos a la artista, a la promotora del concierto y a Selvatic Málaga Fest». Sin más explicación. De la misma manera, de un día para otro, Mando Diao desaparecía como cabeza de cartel del Galaxy Sound.
Sobreviven aquellos que ya tienen una estructura creada y estable, y quienes puedan equilibrar sus cuentas con patrocinios y ayudas públicas
El formato de los festivales, por otro lado, empieza a dar signos de agotamiento. Tras un estreno con muy buenas sensaciones, Galaxy Sound se quedó en su segunda edición sin grandes nombres que tiraran del público por la gran competencia que hay: todos van a por los mismos, y gana el más rápido o el que más paga. Un clásico de los veranos como es el Weekend Beach de Torre del Mar ha recortado un día y ha reducido considerablemente el número de artistas: 90.000 personas han asistido este año, según la organización, frente a los 135.000 de hace tres ediciones. Y Ojén ha perdido su título de ‘pueblo indie’ con un Ojeando de un solo día y una propuesta musical más comercial.
El Brisa, con un crecimiento sostenido, es de los pocos festivales de este verano que puede presumir de buenos resultados, por la acertada mezcla de recinto céntrico y un cartel intergeneracional. Algo parecido a lo que sucede con el 101 Music Festival, en la plaza de toros de Málaga. En el caso de los ciclos (como 101, Marenostrum, Starlite y Selvatic) la clave está en la capacidad de compensación: los conciertos que llenan deben cubrir los gastos de los que no lo consiguen.
Con este panorama, sobrevivirán los prudentes, los que apuestan alto pero con red: aquellos que ya tienen una estructura creada y estable (ya sea como recinto de conciertos o como empresa), los que puedan equilibrar sus cuentas con patrocinios y ayudas públicas y quienes conozcan bien a su público. Experiencia y profesionalidad, una combinación que no siempre se da en la industria musical.
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